Etiquetas

literatura (79) gramática (52) morfología (42) Teoría de la literatura (21) derivación (21) poesía (18) narrativa (15) Edad Media (14) géneros literarios (14) lectura (14) flexión (13) sintaxis (12) modernismo (11) teatro (10) Lingüística (9) mester de clerecía (9) Texto narrativo (8) gramática del texto (8) Historia (7) ensayo (7) flexión verbal (7) verbo (7) Celestina (6) Realismo (6) Siglo XV (6) Siglos de Oro (6) complementos verbales (6) composición (6) ortografía (6) tipos de texto (6) derivación adjetival (5) derivación nominal (5) novela (5) prefijación (5) prefijo (5) verbos irregulares (5) Texto (4) castellano (4) comunicación (4) literatura hispanoamericana (4) posguerra (4) romanticismo (4) sustantivo (4) Benito Pérez Galdós (3) Juan Ruiz (3) Libro de buen amor (3) Vanguardias (3) XX (3) argumentación (3) clases de palabras (3) derivación apreciativa (3) derivación verbal (3) descripción (3) género (3) número (3) Berceo (2) Cantar de gesta (2) Fernando de Rojas (2) adolescencia (2) adolescencia aprendizaje y personalidad (2) educación (2) escritura (2) pragmática (2) reflexión (2) siglo XVIII (2) Épica (2) Alfonso Sastre (1) Antonio Machado (1) Aumentativos (1) Azorín. (1) Bauman (1) Blas de Otero (1) Borges (1) Cantar de Mio Cid (1) Diemberger (1) Gabriel Celaya (1) Ganivel (1) Generación del 27 (1) Grupo poético de los 50 (1) Hüeltlin (1) James Surowiecki (1) José Hierro (1) Juan García Hortelano (1) Juan Ramón Jiménez (1) Literatura portuguesa (1) Lope de Vega (1) Luis Romero (1) Manuel Vázquez Montalbán (1) Noah Harari (1) Ortega y Gasset (1) Reig (1) Rubén Darío (1) Santa-Rita (1) Steven Johnson (1) Tiempos líquidos (1) Unamuno (1) XIX (1) XVIII (1) adjetivos calificativos (1) adjetivos de relación (1) aprendizaje significativo (1) años 70 (1) clase gramatical (1) cognición (1) contables (1) derivación adverbial (1) despectivos (1) diarios (1) diminutos (1) filología (1) fonemas (1) fonología (1) fonética (1) grupos (1) grupos sintácticos (1) ilustración (1) incontables (1) inteligencia (1) lenguaje (1) lírica (1) metaliteratura (1) moreno (1) morfemas (1) neoclasicismo (1) novecentismo (1) psicología (1) serag (1) sociedad (1) web 2.0 (1) Álvaro Campos (1)

Buscar este blog

jueves, 25 de septiembre de 2014

Elementos de uso para persuadir. Funciones argumentativas y argumentos.

Una argumentación consiste en una relación entre uno o varios argumentos y una conclusión. Es una construcción lingüística expresa (a diferencia de la persuasión, que puede prescindir de los argumentos). La forma más sencilla consiste en el enunciado de la tesis y, a continuación, la enumeración de argumentos que la corroboran. Después existe la variante en la que no se explicita la tesis, o en la que sólo se muestra al final, como conclusión. Pero hay otras estructuras posibles.

Estructuras argumentativas:

  1. De lo general a lo particular. Partir de una tesis que se plantea como conclusión y luego se demuestra con un argumento o una prueba (o más de uno). 
  2. Argumento - conclusión. La conclusión aparece al final, como cierre de la argumentación. Se acompaña al oyente en el razonamiento, así se da una apariencia de que la conclusión deriva naturalmente de unos hechos objetivos, de que no es el emisor quien impone la conclusión.
  3. Contraposición o contraargumentación. Se apoya en rechazar la postura contraria. Se anticipa a posibles objeciones y muestra que tiene en cuenta todas las posibilidades. Se basa en tres pasos: presentación del contraargumento, desarrollo de su refutación y refuerzo de la tesis.
  4. Presencia de un elemento de fuerza acompañando a los componentes básicos. Suele enfatizar un argumento o la propia conclusión, para reafirmarla. (Es una demostración clara de cómo en la argumentación no funcionan razonamientos lógicos, sino enunciados lingüísticos.)
  5. Presencia expresa de la base argumentativa. El encadenamiento de argumentos se presenta como lógico e indiscutible. Sólo se podría discutir negando esa base argumentativa, y con ella todo el texto.

En estas estructuras puede funcionar también la recursividad, es decir, que una estructura de "argumento - conclusión" funcione como argumento, como ejemplo o como base argumentativa de otra estructura argumentativa mayor. Pero, en todo caso, los límites de longitud son más restrictivos que en la narración por la dificultad de seguir el razonamiento.

Los enunciados, simples o complejos, que dan forma a la argumentación se van encadenando, van creando una progresión temática, de forma que se relacionan entre sí favoreciendo o negando el sentido de la tesis. Así pueden catalogarse según su función como coorientados o antiorientados, según argumenten a favor o contraargumenten.

Funciones coorientadas.
  • Justificación o prueba. Explica la razón del enunciado que le precede, justificando su presencia en la argumentación. Demuestra (según la lógica o el interés del emisor) que la conclusión expuesta es la correcta.
  • Asentimiento o confirmación. Acepta una tesis o una conclusión del receptor, o de un corpus común o una autoridad, que se utilizará como argumento o se añadirá a la base argumentativa.
  • Refuerzo de conclusión o argumento. Enunciados explicativos (introducidos por "es decir", "o sea"...), o también textos narrativos o descriptivos (tras un "por ejemplo", "como"...). 

Además de su función reformulativa, estos enunciados, al aclarar un contenido, tienen una función de refuerzo.
En este grupo también están los elementos valorativos de los argumentos (introducidos por "claro", "por supuesto", "desde luego"...). Ayudan a presentar como evidentes los argumentos y, de ahí, por lógica, la conclusión.

Funciones antiorientadas.
  • Objeción (o concesión - oposición). Enlaza, contraponiéndolos, argumentos o un argumento y una conclusión que no le corresponde. La objeción puede referirse a lo expresado, a lo sugerido (lo que se infiere) o a lo comunicado de forma implícita.
  • Concesión. El emisor se muestra momentaneamente de acuerdo con una tesis defendida por su interlocutor, pero abandona ese acuerdo contraargumentando. O parte de una posición común para negar la conclusión del interlocutor. Los argumentos de la otra parte se aceptan como válidos, pero no como los más importantes.
  • Rectificación. Es un mecanismo de reformulación que cambia la orientación argumentativa de un enunciado. Siempre hace referencia a lo dicho por otro.
  • Contestación o desacuerdo. Rechazo explícito de una conclusión o de un argumento.
  • Crítica, acusación y reproche. Suele consistir en la afirmación de que lo dicho es falso. Se acusa al interlocutor para despreciar su conclusión y sus argumentos. También puede aparecer como interrogación retórica sobre alguna circunstancia que desacredite su conclusión.

Vayan en la dirección que vayan, los argumentos, para su utilización a la hora de convencer al oyente o lector, se clasifican por su contenido o por su aplicación directa. Es decir, en la clasificación tradicional de los argumentos también se tiene en cuenta la pragmática. Su veracidad o falsedad no importan tampoco en este caso, por eso no se diferencian en su forma ni en su intención sean argumentos o falacias, y se clasifican juntos. Además de los argumentos lógicos, los que serían defendibles en un texto científico, basado en la razón y bajo condiciones de verdad, existen varios tipos de argumentos en los que apoyarse.

Tipos de argumentos y falacias:
  • ad personam: argumentación que trata de invalidar otra desacreditando a la persona que la sostiene. No se discute el contenido, sino al argumentador.
  • ad hominem: se basa en el universo del hablante, que usa ejemplos de su experiencia o su visión particular y los extiende a categoría general.
  • ad verecundiam: es el argumento de autoridad. Se basa en la autoridad de una fuente o de alguien prestigioso que haya usado el mismo argumento. Entre expertos (o en un texto científico) no tiene cabida. La autoridad puede ser una persona, un medio o una comunidad.
  • ad logicam: se crea una posición fácil de refutar basada en una caricatura del oponente y en la simplificación de sus argumentos.
  • ad baculum: convencer con amenazas. Cada amenaza sería un argumento. Una variante de este tipo puede ser la que propone Lausberg, que consiste en proponer dos alternativas desagradables aunque una de ellas un poco menos.
  • ad misericordiam: no demuestra ni lo intenta, sino que pide que se le crea por compromiso.
  • ad populum: también llamado "sofisma populista". Consiste en dar ventaja de un argumento frente a otro por estar defendido por más gente.
  • ad consequentiam: confía su valor a las posibles consecuencias, positivas o negativas, de la tesis.
  • ad ignorantiam: defiende la veracidad o falsedad de lo dicho porque no se puede demostrar lo contrario.
  • Petitio principii: se presenta como ya demostrado lo que se quiere demostrar. Se sitúa como información conocida en una estructura en la que sirve de apoyo a información nueva (para que sea sobre ésta sobre la única que pueda caber discusión).
  • Ignoratio elenchi: hablar de otras cosas del oponente para defender lo dicho, descuidando los razonamientos del propio oponente. 
  • Post hoc ergo propter hoc: aplicación de la lógica del tiempo. Se identifica causa y efecto en dos hechos independientes sólo por su relación temporal.
  • Non sequitur: argumento sin relación con la conclusión que defiende. Falta de topos.
  • Secundum quid: generalización de datos parciales. Los argumentos ad hominem son un caso de este tipo.
  • Falacia del entimema: se suprime alguna premisa del razonamiento por ser obvia o por ser contraria a los intereses de la conclusión que se defiende.

Aunque el texto argumentativo no adquiere significado, no se aprecia como tal, hasta que no se enmarca en un hecho comunicativo, también es cierto que presenta ciertas características gramaticales. Aun no siendo elementos privativos de este tipo de texto, sí pueden ayudar a su definición.

Ya es sabido que la argumentación y la exposición, por su cercanía con la lógica y sus procesos, necesitan más relacionantes entre oraciones que otros tipos de texto. Aparecen con frecuencia tanto conectores (aun así, por eso, no obstante...) como expresiones conectivas (a pesar de, si bien...). También cobran mayor relieve sus valores por el interés del hablante en marcar argumentos fuertes frente a argumentos débiles, haciendo que los textos argumentativos sean una buena fuente en la que explicar los distintos valores de los marcadores.

Los nexos, además, marcan la evolución del texto, la progresión temática y los límites entre argumentos. Facilitan la comprensión y colaboran en la persuasión.

Dentro de la gramática oracional cobra importancia la repetición, tanto de estructuras sintácticas como de sintagmas. Sirven para favorecer la cohesión y para tematizar conceptos clave. La reiteración semántica funciona en el mismo sentido. Todo para transmitir ideas y valores de la forma más clara posible.

Ésta quizás pueda ser la principal característica gramatical del texto argumentativo, la que lo diferencie de otras secuencias textuales: que la estructura de sus secuencias es más compleja.

jueves, 11 de septiembre de 2014

Elementos de la argumentación.

Como ya sabemos, el texto argumentativo es un texto con una clara función pragmática. Su finalidad no es la corrección lingüística ni la rigidez formal de un soneto, pero para conseguir su finalidad, para que funcione, es necesario que cumpla unas condiciones, que incluya (en unos casos explícitamente en otros casos sólo como una corriente de fondo) ciertos elementos. De ellos vamos a ocuparnos hoy aquí.
  1. Tesis. Es uno de los puntos de vista posibles sobre la polémica sobre la que se desarrollará la argumentación. Puede ser tanto un punto de partida que se reformulará a lo largo de la argumentación como la misma conclusión a la que se llega (o se quiere llegar desde el principio). La conclusión puede estar o no explícita en el texto, pero la tesis, si va a ser reformulada o negada, no puede dejar de expresarse para que opere con los argumentos.
  2. Marco argumentativo. La argumentación, como acto pragmático, necesita un contexto en el que interactúen emisor y receptor, sea éste conocido o supuesto. Este contexto es el que causa que un enunciado o un conjunto de enunciados se interprete como un argumento o como conclusión, aunque el mismo enunciado en otro contexto se interpretase como un comentario, una anécdota, una amenaza... 
  3. Topos (o garante argumentativo). Según definición de Catalina Fuentes y Esperanza R. Alcaide "es la conexión entre hechos y conceptos que la comunidad ha socializado y que permite la relación entre los argumentos para llegar a una conclusión." Es un estado anterior a la argumentación, que permite que ésta exista al crear entre los argumentos relaciones lógicas o suposiciones compartidas por el emisor y el receptor. No es de naturaleza lingüística. Para un lector que no comparta ese conocimiento habrá un salto lógico y la argumentación deja de funcionar. Este conocimiento compartido estaría formado por "reglas generales", que es como llaman Carolina Figueras y Marisa Santiago a cada una de esas relaciones lógicas que permiten el avance de la argumentación.
  4. Base argumentativa. Es una formulación explícita de una parte o de todo el garante argumentativo. Es una parte del discurso que expone, o incluso crea, el contexto de la argumentación y los topoi que el receptor habrá de tener en cuenta. Ante la falta de conocimiento compartido, el emisor incluye un nuevo conjunto de hechos y saberes que dan coherencia a su argumentación.
  5. Fuente. Es el fundamento y origen de una información. Se corresponde al "quién" de un argumento de autoridad y se nombra esperando de esa autoridad la validez y la responsabilidad de la argumentación. En el caso de los topoi compartidos la fuente es la comunidad a la que pertenecen el emisor y el receptor.
  6. Conclusión. El resultado de operar los argumentos con la lógica y el saber comunes llevan a una conclusión. Puede ser idéntica a la tesis inicial o una reformulación o negación de ella.
  7. Reserva. A veces un argumento puede llevar a más de una conclusión. La reserva es la conclusión no planteada, a la que no se quiere llevar al receptor. También puede utilizarse en la argumentación, para reforzar la conclusión deseada contraargumentando contra la reserva.
  8. Argumentos. Sean de la naturaleza que sean. Sean falsos o inocentes, objetivos o subjetivos, indiscutibles o inútiles, antiorientados o coorientados con la tesis, todos los enunciados que pretenden justificar una conclusión son los argumentos.

Estos elementos no son la guía de cómo argumentar. Ni siquiera tienen que intervenir todos en una argumentación. A veces una tesis adecuada para un receptor adecuado puede conseguir persuadirlo de lo que no sabrían cien argumentos admirables respaldados por autoridades admiradas.

La argumentación es una dimensión textual que puede ser expresada por cualquier mecanismo de la lengua.

lunes, 8 de septiembre de 2014

Bases de la argumentación. Teoría del texto argumentativo.

Los tipos de texto son herencias culturales que facilitan las necesidades expresivas y comunicativas. Para su funcionamiento, le imponen restricciones al hablante en la codificación y sirven de guía al oyente para su interpretación. Todo texto tiene una finalidad, es decir, es un hecho pragmático.

El estudio de la tipología textual sirve para lograr una expresión escrita correcta en situaciones diferentes. Es una parte de las técnicas de uso del lenguaje como herramienta.

El texto argumentativo

Así como el texto narrativo se puede identificar por sus características morfológicas (flexión verbal) o el descriptivo por las sintácticas (modificación de sustantivos, es decir, adjetivación), el texto argumentativo se define por su función pragmática. La argumentación es un acto perlocutivo, es decir que busca intervenir sobre la actuación del oyente o receptor. Por esto se puede definir la argumentación (Christian Plantin, La argumentación) como "la operación por la cual un enunciador busca transformar por medios lingüísticos el sistema de creencias y representaciones de su interlocutor".

Sea real o figurado, el receptor toma la mayor importancia en este tipo de textos. Tanto es así que la secuencia argumentativa siempre incluye, implícita o explícitamente, referencia a posiciones contrarias. A diferencia del texto expositivo, que debe ceñirse a las verdades y formas de la ciencia a la que se refiere, la argumentación es posible en cualquier registro o nivel de la lengua. Usará el que mejor se adapte al receptor, se expresará en el que ofrezca mayor posibilidad de persuadirlo.

Ese otro al que hay que convencer puede ser el lector, pero también puede ser un receptor que figure en el texto, o incluso intervenir creando un diálogo. Puede estar de acuerdo o en desacuerdo con la tesis, o también puede iniciarse en la cuestión con ese mismo texto.

Hasta aquí hemos visto que para que se dé la argumentación son necesarios:

- una cuestión que admita varias posibilidades,
- un emisor que defiende una de ellas,
- un antagonista (real o figurado, activo o pasivo) al que persuadir
- y el proceso de convencer que forma el texto argumentativo.

Sus características comunicativas, según Salvador Gutiérrez Ordóñez, son las siguientes:

  - El papel de la argumentación es ofrecer las razones que conducen a una conclusión determinada. (Aunque hay argumentos ilógicos, porque la argumentación no relaciona estados de cosas sino enunciados.)
  - La argumentación es relacional: relaciona argumentos con una conclusión.
  - Es indisociable de la polémica: la argumentación se hace necesaria por causa de un desacuerdo real, supuesta o posible.
  - Posee una finalidad perlocutiva: pretende conseguir que el receptor cambie.
  - No es forzosamente dialogal (el emisor puede refutarse a sí mismo, no hay un "otro").
  - Los límites de un argumento no coinciden necesariamente con los de un enunciado. (Un argumento puede estar formado por varios enunciados, incluso una narración o una exposición pueden ser argumento, y en un solo enunciado pueden aparecer justificación y refutación, argumento y contraargumento.)

Lo que diferencia una argumentación de una demostración (además de la finalidad: hacer actuar frente a hacer saber) es que la demostración trata de ser lógica, objetiva y definitiva, mientras que la conclusión de un texto argumentativo no pretende ser definitiva. La demostración trata de ser irrefutable, y para eso se somete a la verdad. Frente a esto, la finalidad de la argumentación de actuar sobre las personas le permite contar entre sus métodos con la manipulación o el uso de argumentos o conclusiones falsas. Su relación con la ética es un tema transversal, no lingüístico, y siempre estará sometida a los valores de la sociedad y la época.

Para convencer, la argumentación utiliza los principios de la dialéctica y de la lógica. Esto es: probabilidades (nunca certezas, pues sobre ellas sería innecesario argumentar) y silogismos en cuanto a la dialéctica, y noción de causalidad y encadenamiento de razones como hace la lógica.

Las características lingüísticas del texto argumentativo varían mucho según el registro, por eso es más fácil identificarlo por su función textual. De todas formas, en general, ya que se busca intervenir sobre el receptor, se intenta evitar cualquier ambigüedad (y para eso se proponen reformulaciones e incisos). También son comunes las oraciones subordinadas, como forma de destacar la relación entre ideas o hechos. Para el mismo fin, la presencia de conectores entre enunciados es más común que en otros tipos de textos, sobre todo los nexos consecutivos y finales, para dirigir al receptor hacia las conclusiones deseadas.

Para reforzar o aparentar objetividad predomina la modalidad enunciativa, y las interrogaciones retóricas como apelación al receptor. Esto remarca la importancia capital de su figura en el texto argumentativo.


Para identificarlos mejor es bueno saber en qué casos se utilizan, dónde podemos encontrar textos argumentativos. Así se identifican dos espacios principales: el personal y los medios de comunicación.

Los medios de comunicación no se limitan a informar. Siempre hablan desde un punto de vista, y en muchos casos, en acontecimientos de los que pueden surgir polémicas, toman partido e intentan convencer a sus lectores, o darles argumentos con los que defender una tesis. Además de informar, pretenden crear opinión. Para conseguirlo disponen de dos instrumentos principales: el artículo de opinión o de fondo y el editorial. En el primer caso el autor defiende una opinión personal y en el segundo se exponen las tesis que defiende la línea editorial del medio.

Otro caso de argumentación en los medios es la publicidad. En algunos casos intenta persuadir sin utilizar el lenguaje, pero en otros, en los que nos interesa, su contenido es una argumentación.

En cuanto a los textos argumentativos de carácter personal, hay que distinguir en primer lugar entre los orales y los escritos. Orales son el discurso y el debate, escritos la instancia y la reclamación (podrían incluírse ente estos las cartas al director en prensa, pero siguen el mismo esquema y finalidad que los artículos de opinión).

El discurso es la presentación de una argumentación ante un auditorio. El orador debe tener en cuenta la clase de público, la duración de la que dispone y la finalidad que pretende (manifestación del acto perlocutivo).

El debate consiste en el enfrentamiento de tesis diversas. En este caso se vuelve patente la contraargumentación y, aunque la finalidad es llegar a una conclusión común, no es extraño que haya debate sin ella.

La instancia es un documento que sirve para solicitar algo a un organismo (público o privado). Es un documento formal, lo que condiciona su registro y lleva a un mayor rigor en la selección y en la presentación de los argumentos.

La reclamación presenta una queja por un daño recibido. La argumentación aquí es doble, porque el reclamante necesita justificar el daño y a continuación demostrar la justicia de la reparación que solicita.