Sí, ya sé, otro libro de alpinismo. Más abajo expliqué mi relación con este deporte y cómo mi interés por él es puramente platónico. De hecho, si tendría que considerar detenidamente mis intereses, no podría obviar, a fuerza de ser sincero, que mi interés radica en la épica que envuelve a este deporte. Lo mismo me ocurre con el ciclismo, otro de mis deportes favoritos aunque este si que llegué a practicarlo con evidentes carencias prácticas pero indudables ensoñaciones heroicas. En todo caso es curioso como siendo honesto uno puede llegar a evaluarse partiendo de las carencias que en uno evidencian sus lecturas.
Pero dejando a un lado el psicoanálisis (o autopsicoanálisis) de patacón que me sugieren las dos cervezas que me he tomado esta tarde (Red Vintage, por supuesto), centrémonos en el librito en cuestión. En primer lugar se trata de una historia sin demasiadas sorpresas. Cualquier aficionado al alpinismo o cualquier usuario de Google sabe que Julie Tullis, la compañera de escalada del autor, murió en el K2 en 1986. Siendo así, y puesto que Diemberger escribe el libro, todos podemos imaginarnos el tema del mismo: la ardua, titánica y heroica lucha contra la montaña que, al final, se lleva lo más querido para el escritor; su compañera de cordada. No pienses, Camilo, que estoy siendo irónico, en cierta medida hablan las cervezas y no tu yo del pasado, es verdad que la historia está bien contada, intentado transportarte a las alturas del Karakorum para que puedas llegar a entender tanto las pulsiones como los imponderables que determinan la vida y la muerte. Nada suena a excesiva escusa, nada es demasiado evidentemente un examen de conciencia que pretende evitar la asunción de los pecados (aunque algo de esto hay). Creo sinceramente que el autor nos muestra los desgraciados acontecimientos que tuvieron lugar en el K2 en el verano de 1986 y como ante esa lucha salvaje con la montaña lo normal era sucumbir.
No me gusta el excesivo sentimentalismo con el cual se contempla el enfrentamiento con la montaña, al fin y al cabo Julie y Diembierger formaban parte de una cordara cinematográfica. Además, el determinismo que en ocasiones se sugiere (todo a toro pasado) tampoco me agrada. No obstante, el texto es dinámico y sorprendente, permite al aficionado de salón (mea culpa) imaginar aunque sea levemente lo que sucede en la montaña a esas alturas. Su lectura engancha y es imposible no imaginarse (o buscar en Internet) en el espolón de lo Abruzzos o en la Pirámide negra o en el campamento IV a 8000 metros de altura capeando el temporal.
Bueno, ciertamente algo de examen de conciencia exculpatorio sí que hay, por que nos vamos a engañar.