No sé cuantos años tendría, no más de trece, cuando leí el libro de Peter Habeler Victoria en solitario. Aquel libro me marcó profundamente y determinó de manera definitiva mi amor hacia el alpinismo. Cierto es que desde entonces lo más alto que he ascendido fue al Monte Teide, y nunca pasé de la plataforma para turistas en la cual se detiene el periférico, subir el cono del volcán me parecía una impertinencia y un abuso de energías que no llevaba a ninguna parte, ciertamente. Lo que pretendo decir es que, en realidad, la lectura del libro de Habeler, en el cual se narra la primera ascensión sin oxígeno al Everest en 1978, determinó mi amor platónico hacia el alpinismo, si bien este nunca aspiró a algo que no fuera la contemplación plácida de Al filo de lo imposible desde la confortabilidad del salón de mis padres (lo de Calleja ya es otra cosa).
Todo esto guarda relación con el libro que nos ocupa porque Messner, el protagonista de este texto, era precisamente el compañero de cordada de Habeler en la expedición de 1978. Supe de Messner por una película alemana que cuenta la odisea protagonizada por este tirolés del sur en el Nanga Parbat en 1970. Sin duda la historia es apasionante y está cargada de épica y polémica, no obstante, este no es el tema principal del presente libro. La obra consiste en una entrevista realizada por Hüetlin a Messner en los primeros años del siglo actual (el libro se publicó en español en 2004). Nos encontramos así ante el repaso de una trayectoria deportiva y vital sorprendente y nos enfrentamos con una personalidad sumamente compleja, egocéntrica y en hasta cierto punto odiosa. Leyendo estas páginas uno no puede obviar los logros del deportista pero se enfrenta a un personaje en exceso complaciente consigo mismo y de una personalidad arrolladora. Sin embargo, después de considerar su trayectoria y evaluar sus logros y fracasos, uno se pregunta si realmente estos no justifiquen o, al menos expliquen, esa manera de contemplar el mundo. Cuando alguien se ha enfrentado en tantas ocasiones a la muerte y pagado en sus carnes el peaje creo que contempla la vida de otro modo. No es que este hecho le proporcione ningún tipo de prerrogativa moral que lo eleve por encima de la comunidad. A fin de cuentas sus logros no exceden la esfera de lo personal por más épicos que nos resulten y, en todo caso, ese carácter épico se le ha abonado suficientemente ya sea con fama ya sea con dinero. La cuestión es que, en tanto personales, esas acciones y sus efectos han de moldear una personalidad en la misma medida en que lo puesto en juego era íntimamente valioso. En este sentido se puede entender su egoísmo, su individualismo, su fanfarronería y sus arrebatos de ira.
En cuanto al entrevistador, Hüeltlin no duda en ser mordaz y atacar aquellos aspectos más polémicos de a personalidad y trayectoria deportiva y política de Messner poniéndole en no pocas ocasiones ante sus propias contradicciones.
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