Que dice Marta Sanz que a lo mejor la moralidad es un problema psiquiátrico, que eso de querer que el mundo sea de otra manera no es más que una inadaptación y que de ahí a lo patológico a lo mejor no hay nada. En una novela de Chirbes se puede leer algo parecido; se pregunta un narrador de qué sirvió querer que el mundo fuese como él quería que fuese.
Como el comentario de Marta Sanz lo hacía ella tratando los diarios de Chirbes, y como las novelas de Chirbes buscan desvelar tantos males que en el mundo son, ¿cabrá la posibilidad de tomarse esas novelas como tratamiento homeopático? Puede ser; si no alivian, al menos despiertan su poco de rabia.
Pero este texto, o este memo, o este post, no va sobre las novelas de Chirbes, sino sobre esos diarios que prologa Marta Sanz. No están los tiempos como para leer sesudos estudios ni novelas, sino que sólo se hace posible leer fragmentos, capítulos cortos, memos, posts o similares. Es decir, a ratos perdidos. Quizás por eso haya sido posible leer esas mil páginas en dos volúmenes.
Muchas de ellas (de las páginas) quedan olvidadas a los pocos minutos de leídas. Quizás ya se pierdan al pasar a otra cosa, a otro párrafo o a cualquier ocupación doméstica. Otras dejan un tono, un fondo de queja del autor por esa inadaptación, que también él sufría. A veces la queja viene por la inadaptación al paso del tiempo, es decir, por el dolor y el miedo que juntos anuncian la vejez y la muerte, que también parecen venir juntas o ser una sola. Otras por cómo es el mundo o, quizá, por ser el mundo.
Otras veces, otras páginas, se muestran divertidas, alegres, con mala leche, y lo que es mejor, acertadas. Como cuando critica con criterio algunas muestras de la cultura triunfante (o lo que se vende como cultura y triunfa), como un pasaje de una novela de Pérez-Reverte, por ejemplo. En esos casos se muestra Chirbes como un buen lector, como una persona que percibe, identifica y clasifica trucos o trampas de los productos culturales, de eso que es más industria que cultura. Esas obras y, sobre todo, textos en los que encontramos algo extraño pero no sabemos bien qué es, pero que no encaja.
La formación cultural de Chirbes, aunque él mismo la cuestiona, la critica y ve enormes carencias, se aprecia lúcidamenta fundamentada al lado de tanta propaganda de suplemento cultural que se ve hoy en día. La cultura como propaganda, como instrumento para imponer una ideología, aparece retratada con una claridad que asusta, que deja en ridículo la falta de agudeza en la mayoría de los incautos lectores (avergüénzome, obvio). En este desenmascaramiento coinciden los textos de Chirbes con otros de Martz Sanz, y será por eso que mantenían contacto y aceptaban sus críticas. También ahí, y esto ya es menos obvio, coincidían con Carmen Martín Gaite, autora a la que habría que revisar a fondo, empezando, por supuesto, por El cuento de nunca acabar.
En esa parte de los diarios, en su visión como crítico o teórico, se encuentra lo más valioso. Lo que queda marcado en estos volúmenes que uso son sus análisis, fugaces y parciales, de hechos tan generales e influyentes como puedan ser el Barroco, la proximidad entre Cervantes y Galdós, la visión clásica o la importancia del narrador y del punto de vista (y sus relaciones, si las hubiere).
1 comentario:
Chirbes, ese autor que en parte me atrae y en la misma medida me resulta insoportable. Apenas logro respirar en sus atmósferas asfixiantes, o al menos no las soporté en su tiempo, puede que a causa de que mi vida resultara suficientemente asfixiante por entonces. Con todo, aunque las páginas de su diario, según afirma, me parezcan un exceso onanístico, he de confesar que me atrae la sugerente manera con la que usted evidencia su visión sobre la cultura. No obstante, me pregunto, también partiendo de la propia reflexión de usted, querido autor, si esa visión de la cultura no será tan caduca como el concepto de cultura misma. Los tiempos que corren, sobre los cuales ha dejado su propia reflexión, autor, presuponen un cambio de paradigma. Cierto es que este cambio se produce a tal velocidad, a razón de uno por cada mil twits, que incluso se desvirtúa el concepto mismo de paradigma. Sinceramente creo que no podemos buscar la cultura solo en el dominical, tampoco, por supuesto, en Pérez-Reverte. Creo que o bien lo buscamos en todo (Gran Hermano y La Isla de la tentaciones por poner dos ejemplos) o reconsideramos el concepto en sí mismo. Al cabo, la cultura es un constructo social, una interfaz generada por el ser humano para entenderse con el mundo. Considerar este interfaz al margen del mundo tal cual ha sido construido, aceptándolo en su complejidad y repugnancia (permítame ser explicito) es un acto de ingenuidad solo homologable al concepto espurio de "alta cultura". Renunciar (o mofarnos) de las referencias culturales que dominan el imaginario social actual es un acto de enrocamiento anacrónico que nos condena (como nos está condenando) a la aceptación de un estado de cosas que, siendo censurable, progresa a costa de aquellos que, pudiendo, andas a otras cosas. Véase, Pérez-Reverte.
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