El
lenguaje es el instrumento con el que el hombre da forma a su
pensamiento y a sus sentimientos, a su estado de ánimo, sus
aspiraciones, su querer y su actuar, el instrumento mediante el cual
ejerce y recibe influencias, el cimiento más firme y profundo de la
sociedad humana.
L.
Hjelmslev, Prolegómenos a una teoría del
lenguaje.
1.-
Lenguaje.
1.1.-
Origen del lenguaje.
No resulta exagerado afirmar que el hombre siempre ha sentido una
especial curiosidad sobre el origen del lenguaje. Es más que posible
que esta ancestral duda se derive del papel capital que el propio
lenguaje desempeña en su configuración íntima, como resultado de
lo que, en un principio, debió ser una intuición trascendente, el
ser humano se cuestionó sobre la procedencia de aquel atributo que,
por encima del resto de los animales, le convertía en hombre.
Las
primeras respuestas, en el tiempo de los mitos, consideraban
que el lenguaje había sido un regalo de los dioses. Baste
recordar como Adán es el encargado de nombrar a las cosas en el
libro del Génesis, o como Sarasvatî, en la tradición hindú,
dota de lenguaje a los mortales. Este tipo de teorías chocarán, ya
en el Romanticismo, con los postulados de ciertos filósofos,
entre ellos Herder y Rousseau, que concebían un origen
exclusivamente humano del lenguaje. El enfrentamiento llegaría a
ser tan enconado que, para evitar males mayores, la Societé
Linguistique de París prohibió, de manera expresa en sus estatutos
de 1866, cualquier discusión sobre los orígenes del lenguaje.
Otra hipótesis, bastante alejada de las anteriores, es aquella que
podemos denominar como la hipótesis de los sonidos naturales.
Según esta, las palabras primitivas podrían haber sido imitaciones
de los sonidos naturales que los hombres oían a su alrededor. La
existencia en todas las lenguas de onomatopeyas suele
considerarse, tradicionalmente, como un argumento bastante poderoso a
favor de esta teoría. No obstante, no debemos exagerar su
importancia. Muy probablemente, el origen de las palabras
onomatopéyicas sea ciertamente el que se ha apuntado, sin embargo,
su número no es lo suficientemente significativo como para pensar
que la totalidad del léxico de una lengua pueda tener este origen.Dejando a un lado el ámbito de la pura especulación, nos
encontraremos con las hipótesis que George Yule, El lenguaje,
engloba bajo la denominación general de glosogenética.
Este tipo de teorías se interesan, básicamente, por las bases
biológicas que han permitido la formación y el desarrollo del
lenguaje humano. Se trata de establecer, con el mayor rigor
posible, el momento en el cual surgen aquellas características
biológicas que capacitan al ser humano para emplear el habla,
entendiendo que en el desarrollo evolutivo de la especie humana hay
varias características físicas, o adaptaciones parciales, que
parecen ser relevantes con respecto a la misma. Debemos ser
conscientes de que muchos de estos rasgos, por sí solos, no hubieran
dado lugar a la producción de habla, pero hay buenos motivos para
creer que una criatura que los poseyera estaría capacitado para
comunicarse lingüísticamente.
De este modo, observando el desarrollo de los primates,
podremos constatar, en primer lugar, una divergencia entre los
primates no humanos más avanzados y la línea que lleva al Homo
sapiens hace aproximadamente seis millones de años.
Dentro de la línea evolutiva que conduce al hombre tal y como hoy lo
conocemos, es donde podremos ir constatando esa serie de hitos
evolutivos, eminentemente biológicos, que nos permitirán
establecer una fecha aproximada para el surgir del lenguaje.
En este sentido podemos constatar el
aumento progresivamente
significativo en el volumen del cerebro (figura 1), que pasa de
los 400-600 cm
3 de las distintas especies de
Austrolopithecus a los 1.400 cm
3 del
Homo
sapiens. Creemos obvia la relación del aumento de la capacidad
craneal con el desarrollo de habilidades superiores como el
perfeccionamiento en el uso de herramientas y, lógicamente, de la
más imprescindible herramienta de socialización de todas, el
lenguaje.
En relación directa con el proceso recién mencionado, es posible
constatar, gracias a los hallazgos arqueológicos, el empleo de
una técnica cada vez más compleja, lo cual repercutirá en
un creciente control sobre el medio.
Igualmente, en los restos que de los miembros de estas especies han
llegado hasta nosotros, se ha podido constatar el progresivo
aumento del tamaño de las marcas endocraneales que las
circunvalaciones del cerebro de aquellos pliegues del córtex
encargados del control del lenguaje –áreas de Broca y
Wernicke- , han dejado en la parte interior del cráneo.
Si todos estos hitos unimos el retroceso de los dientes, la
mayor flexibilidad de los labios, el descenso de la laringe
o la lateralización del cerebro, podemos aventurar que la
aparición de la especie Homo sapiens, hace aproximadamente
cien mil años, es rigurosamente coetánea a la aparición
del lenguaje.
1.2.-
Hacia una definición del lenguaje.
Afirma
Jesús Tusón en Lingüística: una introducción al estudio del
lenguaje, que una definición nunca debe ser un punto de partida
sino el resultado de una reflexión sistemática sobre el problema
que se pretende estudiar. Es por ello que hemos decidido partir de
las propiedades del lenguaje, diferenciando entre aquellas que
le son exclusivas y aquellas que comparte con otros sistemas de
comunicación.
Entendemos, con Jesús Tusón, Introducción al lenguaje, que
en sentido estricto cabe hablar del término lenguaje
para referirse exclusivamente al tipo de comunicación verbal
humana. Por lo que respecta a cualquier otra forma de
transmisión de informaciones, usamos el término comunicación.
1.2.1.-
Rasgos propios del lenguaje.
En
1958 el lingüista norteamericano Charles F. Hockett, Curso de
lingüística moderna, estableció una lista de características
propias del lenguaje que permitía establecer que rasgos compartía
el lenguaje con otros sistemas de comunicación. A continuación
establecemos aquellos rasgos que en nuestra opinión, y en la de
Jesús Tusón (Ibíd.), resultan más importantes.
Canal
vocal-auditivo. Las lenguas tienen como base fundamental el
sonido, el cual a su vez se fundamenta en el aparato vocal
del emisor, mientras que su destino es el sistema auditivo del
receptor. Pero esta característica no es exclusiva de los humanos.
Por ejemplo, el cercopiteco de cara negra realiza un grito parecido
al sonido castellano "rraup" para avisar a sus congéneres de
que se acerca una serpiente.
Transmisión
radial y recepción unidireccional. Derivada directamente de la
característica anterior supone que, dado que el sonido se
esparce en todas las direcciones del espacio, este se
convierte en un canal privilegiado a la hora de transmitir mensajes,
su transmisión es radial. No obstante, cada receptor
es impactado directamente por el sonido que sigue una línea
recta entre emisor y destinatario. Tampoco esta característica
es exclusiva del lenguaje, sino que es común a sistemas de
comunicación como el señalado más arriba.
Evanescencia.
Las emisiones sonoras se disipan una vez emitidas, es decir,
“a las palabras se las lleva el viento”. Esta característica es
común a todo sistema de comunicación basado en el canal auditivo,
pero, contra lo que podría pensarse, supone una enorme ventaja,
puesto que la emisión, una vez agotada, deja lugar a otras
emisiones, siendo posible, en todo caso, que si alguien no nos ha
comprendido en un primer intento, nos pida que repitamos el mensaje
para, de este modo, dar comienzo a un diálogo.
Semanticidad.
Las señales lingüísticas tienen una doble dimensión: por
un lado son realidades perceptibles sensorialmente, y
por el otro transmiten significados. En la medida que las
señales de los delfines o de los cercopitecos de cara negra
repercuten en la conducta de los otros miembros de la especie, hay
que decir que esta característica tampoco es exclusiva de las
lenguas naturales de los humanos.
Las seis características que presentamos a continuación son
exclusivas de las lenguas humanas y se dan de forma universal.
Arbitrariedad.
Las señales lingüísticas son independientes de la materialidad
de los objetos que designan. Ello significa que la vinculación
entre la realidades y las palabras que empleamos para designarlas
–problema que viene acuciando a la humanidad desde que Platón
dejara constancia del mismo en su diálogo Cratilo- es fruto
de un pacto arbitrario o convencional; cada grupo de hablantes
ha convenido unas formas verbales propias, en ningún caso surgidas
por obligación a partir de las características de los objetos
–excepto el caso de las onomatopeyas-.
Desplazamiento
o independencia temporal. Las abejas, que cuentan con su sofisticada
danza, no pueden referirse al néctar que irán a buscar mañana por
la mañana, ni los cercopitecos de cara negra pueden conversar sobre
el león que les amenazo la semana pasada. Sin embargo, una
característica de las lenguas del mundo es que en todas ellas es
posible superar los límites del momento presente; se puede
recordar el pasado y se puede prever el futuro.
Dualidad
o composicionalidad. Las lenguas humanas constan principalmente y de
manera universal de dos niveles estructurales, la doble
articulación del lenguaje que apuntara André Martinet en sus
Elementos de lingüística general. Así, “la primera
articulación del lenguaje es aquella con arreglo a la
cual todo hecho de experiencia que se vaya a transmitir […] se
analiza en una sucesión de unidades, dotadas
cada una de una forma vocal y un sentido”,
mientras que la segunda articulación supone que “cada
una de estas unidades de la primera articulación
presenta, como hemos visto, un sentido y una forma vocal. Pero no
puede ser analizada en unidades sucesivas más pequeñas dotadas de
sentido […] la forma vocal es analizable en una sucesión
de unidades”.
Esto significa que contaremos con signos como por ejemplo vaso
que transmite información [RECIPIENTE]. Estas son las unidades
básicas de la significación, pertenecientes a la primera
articulación. Pero estas piezas están construidas con elementos
menores pertenecientes al segundo nivel /b/ /a/ /s/ /o/.
Productividad.
La característica anterior, combinada con las posibilidades de las
estructuras sintácticas y de las construcciones textuales, tiene
como consecuencia que la cantidad de mensajes sea, en principio,
infinita. Como estableciera Wilhelm von Humboldt, si el
pensamiento humano no tiene límites, el instrumento con el que lo
expresamos, el lenguaje, también debe tener esta condición
ilimitada.
Disimulación
o falsificación. El lenguaje es el único sistema de comunicación
que permite la transmisión de información errónea o falsa,
siendo consciente plenamente de la calidad de dicha información el
emisor del mensaje. Esta característica está en la misma base de
los enunciados irónicos.
Reflexividad.
Las lenguas normalmente sirven para hablar de las personas, de los
objetos, de las situaciones y de los acontecimientos del mundo real.
Pero la potencia de las lenguas permite, sobre todo, que podamos
hablar de las propias lenguas. “Antonio” es un nombre
propio; “Hoy” es un adverbio.
Estas características constituyen una definición de los rasgos
esenciales lenguaje como facultad humana y también se aplican a
todas las lenguas del mundo en las cuales se concreta esta facultad.
1.2.3.-
Un intento de definición.
Creemos
que una vez establecidas las principales características del
lenguaje estamos capacitados para intentar un esbozo de definición
del lenguaje. De este modo, el lenguaje es un sistema de
comunicación y autoexpresión, de base vocal y auditiva, propio y
exclusivo de los seres humanos. Este sistema consta de un léxico
arbitrario o convencional y, además, de unas reglas combinatorias
que permiten la construcción de una cantidad de secuencias en
principio infinitas. El lenguaje, como facultad única y común de la
especie humana, se realiza en alguna de las, aproximadamente, seis
mil lenguas.
2.- Esquema