Ideas extraídas del libro de Mª Victoria Escandell Vidal, La Comunicación
María Victoria Escandell
en su libro La Comunicación,
plantea una visión novedosa de este fenómeno. Con una vocación
funcional y desde una posición teórica que se dirige directamente
hacia la práctica docente, Escandell comienza por reflexionar sobre
el papel de la comunicación en los currículos de la enseñanza de
las lenguas.
Resulta
evidente que este contenido ocupa, por méritos propios, un papel
destacado en los estudios de las lenguas. No obstante, la reflexión
teórica sobre la misma se muestra habitualmente desligada de las
reflexiones posteriores que se hacen sobre la lengua concreta sobre
la que se trabaja, como si comunicación y lengua fueran conceptos
totalmente desligados. No es necesario estrujarse demasiado las
meninges para caer en la cuenta de que esta postura no solo resulta
negligente, sino que al mismo tiempo impide la plena comprensión de
otros conceptos que se irán trabajando a lo largo del curso
(tipología textual, cohesión textual, adecuación comunicativa,
elaboración de textos...). Ahora bien, ¿por qué se produce esta
importante disociación?. Para María Victoria Escandell el problema
se encuentra en el modelo comunicativo que se ofrece a los alumnos.
El modelo tradicional obvia nociones fundamentales que caracterizan
muchos de los tipos de comunicación que el alumno debe dominar si
queremos que resulte comunicativamente competente. Para evitar esto
resulta necesario reconsiderar qué entendemos por comunicación
dando entrada en el modelo a conceptos propios de la Pragmática.
Crítica
al sistema clásico
El
sistema que se plantea tradicionalmente para la comunicación resulta
insuficiente si pretendemos dar una visión completa de la misma. Se
trata de un esquema excesivamente rígido, en el cual tanto se
desvirtúan ciertos aspectos importantes como se obvian otros.
En
el modelo tradicional se da una importancia excesiva al código,
focalizando la naturaleza de todo el proceso en los mecanismos que
permiten codificar y descodificar información mediante el mismo. No
obstante, con estar presente en muchas comunicaciones, el código no
es un elemento imprescindible. Pensemos en una situación en la que
se produzca comunicación, entendida como la transmisión de
información de un modo intencional, sin que medie un código
(convención preestablecida) de carácter público o privado.
Escandell nos sugiere el siguiente caso. Usted se encuentra en su
automóvil parado en un semáforo de su barrio. En ese momento ve a
su esposa que desde el paso de peatones le muestra un manojo de
llaves. De ser yo el sujeto de este ejemplo, seguramente mi mujer me
estaría comunicando que ha encontrado las llaves que yo había
perdido. Obviamente, en este caso se ha producido comunicación pero,
sin embargo, no ha mediado ningún tipo de convención
preestablecida, ni pública ni privada. En realidad, nada establece
que agitar unas llaves en un paso de peatones signifique que se han
encontrado las llaves perdidas. De hecho, esta misma situación
comunicativa podría indicar muchas otras cosas. Por ejemplo, que la
esposa ha encontrado sus propias llaves o que, tal vez, por fin le
han devuelto el coche que estaba en el taller.
Unido
a esto último debemos considerar que el conocimiento del código por
sí solo tampoco asegura el éxito de la comunicación. Pensemos en
los enunciados irónicos o con segundas intenciones. En estos casos
para que la comunicación resulte exitosa es necesario “completar”
la información con elementos extralingüísticos.
Si
nos fijamos ahora en los actantes del acto comunicativo, el esquema
tradicional no da suficiente importancia a las circunstancias que
envuelven al emisor y al receptor. A la hora de comunicar tienen
especial relevancia ciertos parámetros que guardan relación directa
con los participantes en este acto. Pensamos en el grado de
conocimiento mutuo que se da entre ellos, o el tipo de relación que
mantienen. Estos factores determinarán la naturaleza misma del
proceso e influirán tanto en las decisiones comunicativas del emisor
como en el proceso interpretativo del receptor.
Por
su parte el concepto de “referente” se muestra claramente
insuficiente. En primer lugar porque no todo lo que comunicamos es
reflejo de la realidad. Comunicamos sentimientos, anhelos, miedos,
sensaciones... Parece mucho más correcto hablar de representaciones
internas, entendidas estas como “una imagen mental, personal y
privada, de una entidad o un estado de cosas, ya sea este de
naturaleza externa o interna.
Por
último, el concepto de contexto se muestra especialmente rígido y
estático. La comunicación no se produce realmente en estas
circunstancias, sino que estas van cambiando, alterándose en la
medida que la comunicación avanza. En realidad, cada acto
comunicativo altera el contexto en el cual se produce esa
comunicación.
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