Entre las características más importantes del Romanticismo ya hemos apuntado en otro lugar el
historicismo, el irracionalismo y el individualismo. No obstante,
creemos que existen algunas otras características y temas que
merecen un tratamiento más detallado. No obstante, debemos advertir que la
taxonomía aquí propuesta no pretende ser ni completa ni exhaustiva,
se conforma con plantear aquellas características y temas más
relevantes del movimiento del modo más claro posible.
Alejamiento temporal y espacial.
Debemos
a Alberto de Paz, La revolución romántica: poéticas, estéticas,
ideologías, la consideración del alejamiento temporal y
espacial como una de las características primordiales del
Romanticismo. Los autores románticos emprenderán una ficticia
“huída” que les llevará a un tiempo pretérito, habitualmente a
la Edad Media, donde además de encontrar las raíces de sus
naciones, hallarán el marco idóneo en el cual una serie de héroes alegóricos representarán sus alegóricas hazañas con el objeto de elevar al estadio de mito las angustias y anhelos
contemporáneos.
Es
importante señalar que, si bien es cierto que todo Romanticismo
practica este alejamiento temporal, su significado será distinto en
cada uno de los dos subtipos indicados con anterioridad. Para los
partidarios del Romanticismo histórico, la Edad Media
representará la nostalgia de la edad heroica en que dominaban los
principios caballerescos y cristianos. Por su parte, para los
románticos liberales este mismo periodo representará un
amplio escenario irreal en el cual los protagonistas de sus obras,
totalmente al margen de las limitaciones contemporáneas, librarán
la batalla por un destino libre y feliz.
En lo
espacial, predominará la huída hacia lugares exóticos,
destacando como destino predilecto Oriente. Como en el caso del
desplazamiento temporal, los países lejanos les servirán a los
autores románticos de adecuado escenario en el cual dar solución
a aquellos conflictos que experimentan en su realidad cotidiana.
El paisaje como reflejo de la intimidad del autor
El
paisaje, ya sea el exótico imaginado o el cotidiano idealizado, es
adaptado por el creador romántico de modo que le permita evocar su
propia sensibilidad. En este sentido, la melancolía,
producto de la conflictiva realidad social y de las frustraciones
personales, se recrea en ambientes lúgubres y tristes, sintiendo
especial fascinación por los monumentos en ruinas.
La angustia existencial.
Para
Fernando Garrido Pallardó, Los orígenes del romanticismo,
esta angustia no es otra cosa que miedo. Este miedo surgirá
de la necesidad de responsabilizarse de la propia existencia, de
elegir y, consecuente, de poder equivocarse. El romántico, en aras
de la tan traída y llevada libertad, tanto existencial como, en una
esfera mucho menos trascendente, creativa, ha prescindido de reglas,
modelos y, en última instancia, de dioses. No obstante, y he aquí
la tragedia, el individuo no puede controlar todos aquellos
parámetros que configuran el entorno y determinan su ser y existir.
De este desarreglo entre el querer y el poder, de esa incapacidad
ontológica, es de donde surge la citada angustia. El escritor
romántico, desesperado, en muchas ocasiones no logrará ver más
solución que el suicidio.
La estética del terror.
Una
consecuencia evidente del tema de la angustia existencial, en
cuanto exponente del fracaso de las aspiraciones más profundas del
ejemplar romántico, será la plasmación de esta por medio
de una novedosa estética del horror.
De
este modo, lo lúgubre, escenificado en cementerios, monumentos en
ruinas y catedrales llenas de gárgolas, tomará, se diría que al
asalto, las creaciones literarias.
Exaltación religiosa.
Junto
a esta estética del terror, la exaltación religiosa funcionará
como lenitivo de la mencionada angustia. El artista romántico
echará mano de una religiosidad exaltada, ya se corresponda esta con
el más ortodoxo catolicismo o, en sus antípodas, con un satanismo
iconoclasta consecuencia directa de una realidad sentida como
caótica, para intentar atenuar ese miedo apuntado por Pallardó.
Rasgos formales.
En lo
formal, el Romanticismo rompe en pedazos los ideales
clásicos heredados de la Ilustración. Se acabará con el
pretendido decoro neoclásico, llegándose a fomentar –Víctor
Hugo, “Prefacio” a Cromwell-, la mezcla de lo
grotesco y lo sublime. El artista, más que en la técnica, confiará
en el genio y la inspiración.
En el
teatro se desterrarán las reglas seudoarístotélicas; se
confunden y fusionan los géneros tradicionales y se utiliza de
manera indistinta el verso y la prosa.
En no
pocas ocasiones el artista, subyugado al capricho de las musas,
solamente nos ofrecerá fragmentos inacabados de sus obras.
No
obstante, todos estos recursos no serán empleados de manera
gratuita. El autor procura alcanzar con estas medidas una novedosa
expresividad. Se busca una comunicación más viva
con el destinatario al tiempo que se le ofrece una visión más
acabada de la realidad que se siente como proteica.
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