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jueves, 25 de septiembre de 2014

Elementos de uso para persuadir. Funciones argumentativas y argumentos.

Una argumentación consiste en una relación entre uno o varios argumentos y una conclusión. Es una construcción lingüística expresa (a diferencia de la persuasión, que puede prescindir de los argumentos). La forma más sencilla consiste en el enunciado de la tesis y, a continuación, la enumeración de argumentos que la corroboran. Después existe la variante en la que no se explicita la tesis, o en la que sólo se muestra al final, como conclusión. Pero hay otras estructuras posibles.

Estructuras argumentativas:

  1. De lo general a lo particular. Partir de una tesis que se plantea como conclusión y luego se demuestra con un argumento o una prueba (o más de uno). 
  2. Argumento - conclusión. La conclusión aparece al final, como cierre de la argumentación. Se acompaña al oyente en el razonamiento, así se da una apariencia de que la conclusión deriva naturalmente de unos hechos objetivos, de que no es el emisor quien impone la conclusión.
  3. Contraposición o contraargumentación. Se apoya en rechazar la postura contraria. Se anticipa a posibles objeciones y muestra que tiene en cuenta todas las posibilidades. Se basa en tres pasos: presentación del contraargumento, desarrollo de su refutación y refuerzo de la tesis.
  4. Presencia de un elemento de fuerza acompañando a los componentes básicos. Suele enfatizar un argumento o la propia conclusión, para reafirmarla. (Es una demostración clara de cómo en la argumentación no funcionan razonamientos lógicos, sino enunciados lingüísticos.)
  5. Presencia expresa de la base argumentativa. El encadenamiento de argumentos se presenta como lógico e indiscutible. Sólo se podría discutir negando esa base argumentativa, y con ella todo el texto.

En estas estructuras puede funcionar también la recursividad, es decir, que una estructura de "argumento - conclusión" funcione como argumento, como ejemplo o como base argumentativa de otra estructura argumentativa mayor. Pero, en todo caso, los límites de longitud son más restrictivos que en la narración por la dificultad de seguir el razonamiento.

Los enunciados, simples o complejos, que dan forma a la argumentación se van encadenando, van creando una progresión temática, de forma que se relacionan entre sí favoreciendo o negando el sentido de la tesis. Así pueden catalogarse según su función como coorientados o antiorientados, según argumenten a favor o contraargumenten.

Funciones coorientadas.
  • Justificación o prueba. Explica la razón del enunciado que le precede, justificando su presencia en la argumentación. Demuestra (según la lógica o el interés del emisor) que la conclusión expuesta es la correcta.
  • Asentimiento o confirmación. Acepta una tesis o una conclusión del receptor, o de un corpus común o una autoridad, que se utilizará como argumento o se añadirá a la base argumentativa.
  • Refuerzo de conclusión o argumento. Enunciados explicativos (introducidos por "es decir", "o sea"...), o también textos narrativos o descriptivos (tras un "por ejemplo", "como"...). 

Además de su función reformulativa, estos enunciados, al aclarar un contenido, tienen una función de refuerzo.
En este grupo también están los elementos valorativos de los argumentos (introducidos por "claro", "por supuesto", "desde luego"...). Ayudan a presentar como evidentes los argumentos y, de ahí, por lógica, la conclusión.

Funciones antiorientadas.
  • Objeción (o concesión - oposición). Enlaza, contraponiéndolos, argumentos o un argumento y una conclusión que no le corresponde. La objeción puede referirse a lo expresado, a lo sugerido (lo que se infiere) o a lo comunicado de forma implícita.
  • Concesión. El emisor se muestra momentaneamente de acuerdo con una tesis defendida por su interlocutor, pero abandona ese acuerdo contraargumentando. O parte de una posición común para negar la conclusión del interlocutor. Los argumentos de la otra parte se aceptan como válidos, pero no como los más importantes.
  • Rectificación. Es un mecanismo de reformulación que cambia la orientación argumentativa de un enunciado. Siempre hace referencia a lo dicho por otro.
  • Contestación o desacuerdo. Rechazo explícito de una conclusión o de un argumento.
  • Crítica, acusación y reproche. Suele consistir en la afirmación de que lo dicho es falso. Se acusa al interlocutor para despreciar su conclusión y sus argumentos. También puede aparecer como interrogación retórica sobre alguna circunstancia que desacredite su conclusión.

Vayan en la dirección que vayan, los argumentos, para su utilización a la hora de convencer al oyente o lector, se clasifican por su contenido o por su aplicación directa. Es decir, en la clasificación tradicional de los argumentos también se tiene en cuenta la pragmática. Su veracidad o falsedad no importan tampoco en este caso, por eso no se diferencian en su forma ni en su intención sean argumentos o falacias, y se clasifican juntos. Además de los argumentos lógicos, los que serían defendibles en un texto científico, basado en la razón y bajo condiciones de verdad, existen varios tipos de argumentos en los que apoyarse.

Tipos de argumentos y falacias:
  • ad personam: argumentación que trata de invalidar otra desacreditando a la persona que la sostiene. No se discute el contenido, sino al argumentador.
  • ad hominem: se basa en el universo del hablante, que usa ejemplos de su experiencia o su visión particular y los extiende a categoría general.
  • ad verecundiam: es el argumento de autoridad. Se basa en la autoridad de una fuente o de alguien prestigioso que haya usado el mismo argumento. Entre expertos (o en un texto científico) no tiene cabida. La autoridad puede ser una persona, un medio o una comunidad.
  • ad logicam: se crea una posición fácil de refutar basada en una caricatura del oponente y en la simplificación de sus argumentos.
  • ad baculum: convencer con amenazas. Cada amenaza sería un argumento. Una variante de este tipo puede ser la que propone Lausberg, que consiste en proponer dos alternativas desagradables aunque una de ellas un poco menos.
  • ad misericordiam: no demuestra ni lo intenta, sino que pide que se le crea por compromiso.
  • ad populum: también llamado "sofisma populista". Consiste en dar ventaja de un argumento frente a otro por estar defendido por más gente.
  • ad consequentiam: confía su valor a las posibles consecuencias, positivas o negativas, de la tesis.
  • ad ignorantiam: defiende la veracidad o falsedad de lo dicho porque no se puede demostrar lo contrario.
  • Petitio principii: se presenta como ya demostrado lo que se quiere demostrar. Se sitúa como información conocida en una estructura en la que sirve de apoyo a información nueva (para que sea sobre ésta sobre la única que pueda caber discusión).
  • Ignoratio elenchi: hablar de otras cosas del oponente para defender lo dicho, descuidando los razonamientos del propio oponente. 
  • Post hoc ergo propter hoc: aplicación de la lógica del tiempo. Se identifica causa y efecto en dos hechos independientes sólo por su relación temporal.
  • Non sequitur: argumento sin relación con la conclusión que defiende. Falta de topos.
  • Secundum quid: generalización de datos parciales. Los argumentos ad hominem son un caso de este tipo.
  • Falacia del entimema: se suprime alguna premisa del razonamiento por ser obvia o por ser contraria a los intereses de la conclusión que se defiende.

Aunque el texto argumentativo no adquiere significado, no se aprecia como tal, hasta que no se enmarca en un hecho comunicativo, también es cierto que presenta ciertas características gramaticales. Aun no siendo elementos privativos de este tipo de texto, sí pueden ayudar a su definición.

Ya es sabido que la argumentación y la exposición, por su cercanía con la lógica y sus procesos, necesitan más relacionantes entre oraciones que otros tipos de texto. Aparecen con frecuencia tanto conectores (aun así, por eso, no obstante...) como expresiones conectivas (a pesar de, si bien...). También cobran mayor relieve sus valores por el interés del hablante en marcar argumentos fuertes frente a argumentos débiles, haciendo que los textos argumentativos sean una buena fuente en la que explicar los distintos valores de los marcadores.

Los nexos, además, marcan la evolución del texto, la progresión temática y los límites entre argumentos. Facilitan la comprensión y colaboran en la persuasión.

Dentro de la gramática oracional cobra importancia la repetición, tanto de estructuras sintácticas como de sintagmas. Sirven para favorecer la cohesión y para tematizar conceptos clave. La reiteración semántica funciona en el mismo sentido. Todo para transmitir ideas y valores de la forma más clara posible.

Ésta quizás pueda ser la principal característica gramatical del texto argumentativo, la que lo diferencie de otras secuencias textuales: que la estructura de sus secuencias es más compleja.

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