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viernes, 29 de diciembre de 2017

El ensayo literario en España durante el siglo XVIII




Al finalizar el siglo XVII los caminos de la prosa narrativa estaban prácticamente agotados. La llegada del neoclasicismo, con su obsesión preceptista y didáctica, vendría a finiquitar definitivamente la evolución de la ficción narrativa pura.

En contraposición, los mismos presupuestos apuntados hicieron del ensayo el género predilecto de la literatura neoclásica. Las características propias del género lo convertían en un instrumento ideal para la instrucción de las masas al tiempo que se amoldaba de manera satisfactoria a las exigencias de los nuevos mecanismos de difusión de información: la prensa periódica.

En consonancia con la misma finalidad de estos textos la preceptiva neoclásica propondrá la utilización de una prosa clara, directa y precisa, que provoque la reflexión sin convertirse en motivo de reflexión ella misma. Como en otros muchos aspectos de la época, se trata de alcanzar el punto medio. En este caso entre la disertación científica y la conversación cotidiana.

Como hemos apuntado la aparición de la prensa creará el habitat idóneo para el desarrollo del ensayo literario. Esta se convertirá en un vehículo privilegiado para la difusión de las nuevas ideas que traerá consigo el siglo XVIII y en sus páginas la prosa ágil y ligera del ensayo neoclásico encontrará su espacio natural. 

Entre las publicaciones periódicas de este periodo en las que el ensayo tendrá mayor protagonismo podemos citar a El Censor, el Diario de los eruditos de España o El pensador.

Apuntan Felipe B. Pedraza y Milagros Rodríquez Cáceres, Las épocas de la literatura española, que el denominado cuadro de costumbres, obra breve de impronta costumbrista, se encuentra en sus planteamientos teóricos muy próximo al ensayo. Estas obras, de frecuente aparición en prensa, presentaban un tono crítico que los acerca al carácter didáctico de los ensayos literarios. Así, tanto la producción de Ignacio Erbada, Los fantasmas de la corte y estafernos de Madrid, como la de Juan Cristobal Romea y Tapia, El escritor sin título, se convertirían, en opinión de los dos estudiosos citados, en acabados ejemplos del ensayo neoclásico.

Benito Jerónimo Feijoo

Recaerá en el benedictino la responsabilidad de convertirse en uno de los ensayistas más destacados de este periodo. Con una prosa clara y sencilla, siempre al servicio de la erudición y la sagacidad, pretenderá desterrar mediante sus ensayos la superstición de la sociedad hispana fomentando una visión crítica de la realidad cimentada en la razón y el empirismo. 

Entre sus producciones más celebradas podemos citar Cartas eruditas y curiosas o Teatro crítico universal.

José Caldalso

La figura de José Cadalso resultará crucial a la hora de comprender la maduración y evolución del género ensayístico en la literatura hispana. En sus obras, Cartas marruecas o Eruditos a la violeta, partirá del ideario ilustrado para desarrollar un discurso coherente de carácter reformista. Así, se ocupará tanto del atraso que sufre la sociedad hispana aplicando, desde un punto de vista externo, una leve carga crítica o, tal y como hiciera Leandro Fernández de Moratín en La derrota de los pedantes, se encargará de vilipendiar aspectos concretos de la República literaria de la época.

Gaspar Melchor de Jovellanos

Será el asturiano el campeón del ensayo utilitario y reformador. En sus obras se propondrán respuestas concretas y prácticas encaminadas a la reforma técnica y política de España. En esta dirección se encaminan tanto su Informe en el expediente de la Ley agraria o la Memoria sobre la policía de los espectáculos y diversiones públicas.

Hacia una breve definición del ensayo literario




Podemos definir el ensayo como una composición literaria en la que el autor nos muestra, por lo general de forma breve y didáctica, su particular punto de vista sobre una cuestión concreta.

De manera habitual este tipo de obras carece de trama y suele emplear un estilo argumentativo con el que pretende clarificar y defender la postura mantenida por su autor.

Resulta ya tradicional situar el origen del género en el siglo XVI, cuando Montaigne escribe sus Essairs (1580). No obstante, esta obra, consecuencia del auge del antropocentrismo renacentista y consecuentemente de la introspección como fuente de autoconocimiento, guarda evidentes deudas con obras pertenecientes a la Antigüedad Clásica. De este modo, no son pocos los autores que atribuyen la paternidad del género a autores clásicos como Cicerón, Séneca o Plutarco.

También en nuestras letras contamos con célebres antecedentes que si bien no respondían a los presupuestos programáticos de este género -dado que no existía como tal- sí que tanto en sus pretensiones como en su organización parecen comportarse como precursores del mismo. Este es el caso, por ejemplo, de las Cartas de Alfonso de Cartagena o el Camino de perfección de Santa Teresa.

jueves, 28 de diciembre de 2017

Influjo del Romanticismo en los diferente géneros literarios hispanos




El influjo que tendrá el Romanticismo en la literatura española será desigual en relación al género literario al que prestemos atención. En lo que sigue se repasarán las obras más destacadas del periodo en cada género así como las influencias más relevantes.

Teatro

En teatro el subgénero que resultará prototípico del movimiento romántico será el drama histórico,  el cual tendrá su origen en las obras de este surgidas en el seno de la literatura alemana.

En general, su desarrollo en la Península será lento aunque, de manera gradual, se asimilarán tanto los temas como las técnicas, especialmente en lo concerniente a la ruptura con las reglas neoclásicas de tiempo,acción y espacio.

Anunciará la tendencia romántica la obra de Mariano José de Larra Macías. Aunque mantiene la fidelidad a las reglas la obra de Larra presenta ciertas novedades que entroncan con la vena romántica. Así, se abandona la tradicional división en tres jornadas optándose por cuatro. Igualmente, el número de personajes sobre las tablas se incrementa notablemente respecto a sus predecesoras y la trama resulta mucho más compleja y no exenta de tintes violentos y un ambiente tétrico.

No obstante, el triunfo pleno del drama romántico hispano llegará de la mano del duque de Rivas. Don Ángel de Saavedra empleará en su Don Álvaro o la fuerza del sino todo el arsenal técnico, retórico y temático del Romanticismo. La distribución del argumento en cinco jornadas, la absoluta ruptura con la reglas neoclasicistas, la mezcla de géneros así como la utilización de prosa y verso concuerdan a la perfección con el argumento general de la obra, donde el fatum al cual debe enfrentarse el héroe alcanza tintes trágicos. 

Junto al mencionado duque de Rivas cabría citar aún a algunos autores, como Juan Eugenio Hartzembusch quien en obras como La jura de Santa Gadea o Los amantes de Teruel combina la temática romántica con los recursos técnicos señalados.

Representante tardío del Romanticismo en España será la figura de José Zorrilla. Este autor, magnífico dominador del tiempo y el espacio escénico, construirá obras de indudable perfección formal dotadas de una organización estructural redonda. Entre las obras de este autor podemos citar Don Juan Tenorio o Traidor, inconfeso y mártir.

Lírica

Será de nuevo el duque de Rivas el encargado de inaugurar la vena romántica en nuestra lírica. Con su obra El moro expósito retoma un tema épico regresando así a ese pasado idealizado del que hemos hablado. En lo formal romperá con el neoclásico decoro al mezclar diferentes estilos, tanto el vulgar como el sublime.

Idéntica mezcla, añadiendo un ambiente tétrico y tendiendo incluso a la confusión entre los diferentes géneros, es la que realizará Miguel de Espronceda en su obra El estudiante de Salamanca. La calidad del texto, junto al conjunto de sus canciones, protagonizadas de manera general por seres marginales o inadaptados, lo sitúan en un lugar preeminente dentro la lírica romántica hispana.

Como en el caso del teatro nuestra lírica también contará con magníficos frutos tardíos. Tanto Gustavo Adolfo Bécquer con sus Rimas como Rosalía de Castro con A orillas del Sar, crearán una poesía de poderosa impronta subjetiva que de manera breve y empleando un lenguaje sencillo trasladará al verso la íntima y personalísima voz de sus autores.

Narrativa

La narrativa romántica en España se basará en tres pilares fundamentales: la huida a un pasado mítico, en este caso vuelve a ser la Edad Media; la utilización del componente nacionalista con una clara intencionalidad política y el influjo directo de las obras narrativas de Walter Scott. El resultado de tales influjos se concretará en la obra narrativa más destacada de la literatura romántica hispana: El señor de Bembibre de Enrique Gil Carrasco. Se trata esta de una novela histórica situada en el Bierzo. En ella se nos refieren los últimos momentos de la orden templaria. De la lectura de esta obra es dado extraer concomitancias con la situación política que atravesaba el país al tiempo de ser escrita. Igualmente, la leyenda cimentada sobre los caballeros templarios dota al conjunto de un ambiente sugestivo y telúrico.

Opinan Pedraza y Rodríguez, Las épocas de la literatura española, que el cuadro de costumbres, de breve extensión, carácter descriptivo y distribución periódica por medio de la prensa, es un ejemplo más de la narrativa romántica. Estos pequeños retazos del convivir hispano, cuya autor más destacado es Mario José de Larra, quien publicaría sus artículos bajo el seudónimo de Duende o El pobrecito hablador, se centraban en la crítica, a veces sangrante, de aquellos aspectos negativos que conformaban la escena social y política hispana. 

Para finalizar, no podemos dar por concluido este breve repaso a la narrativa romántica hispana sin aludir a la obras en prosa de Gustavo Adolfo Bécquer. Sus Leyendas, aunque tardías, son una acabada muestra del Romanticismo. En estas breves estampas Bécquer mezcla realidad y fantasía al tiempo que muestra un especial gusto por los elementos sobrenaturales, los ambientes tétricos, los personajes prototípicos y los grandes temas románticos: el amor absoluto, el arte y la religión.

Influjo del contexto histórico en el desarrollo del Romanticismo hispano



Tras la expulsión de las tropas napoleónicas ocupará el trono Fernando VII en 1814, restaurando el antiguo régimen absolutista. Se dará de este modo comienzo a un periodo sumamente complejo para los intelectuales hispanos que, salvo en el trienio liberal (1820-1823) verán francamente mermadas sus libertades y como la España fernandina se cerraba a cal y canto a cualquier influjo europeo.

La situación se volverá insoportable durante la denominada década ominosa (1823-1833). Durante estos diez años muchos de nuestros intelectuales se verán obligados a exiliarse lo cual, por otro lado, les permitirá entrar en contacto con las corrientes literarias imperantes en el resto de Europa. 

A la muerte de Fernando VII en 1833 dará comienzo la guerra sucesoria entre los partidarios de Carlos, hermano de Fernando, y los de Isabel, hija del monarca. Durante los diez primeros años del reinado de Isabel II los sectores progresistas ocuparon el gobierno, lo cual facilitó el retorno de muchos de los exiliados. Desde 1843 hasta 1853 el gobierno será ocupado por los miembros más moderados de la arena política. 

Si analizamos los datos de carácter histórico podremos entender que fueron estas circunstancias las que determinaron la aparición, profundidad y pervivencia del movimiento romántico en España.

Así, salvo la aparición de puntuales precursores románticos como la publicación periódica de El europeo en Barcelona entre 1823-1824 o la aparición de La defensa de la Comedia española de Agustín Durán en 1828, las primeras muestras de literatura romántica coincidirán con el regreso, a partir de 1833, de los intelectuales exiliados. 

De igual manera, coincidiendo con la llamada Década moderada (1843-1853) el embrionario Romanticismo hispano certificará su defunción. De nuevo las circunstancias políticas no son las más idóneas. A esto habría que añadir por un lado la moderación sufrida por muchos de nuestros literatos que, de un modo natural, irán conformando las filas del Realismo. A esto unamos la muerte física, en nada metafórica, de otros muchos.