El influjo que tendrá el Romanticismo en la literatura española será desigual en relación al género literario al que prestemos atención. En lo que sigue se repasarán las obras más destacadas del periodo en cada género así como las influencias más relevantes.
Teatro
En teatro el subgénero que resultará prototípico del movimiento romántico será el drama histórico, el cual tendrá su origen en las obras de este surgidas en el seno de la literatura alemana.
En general, su desarrollo en la Península será lento aunque, de manera gradual, se asimilarán tanto los temas como las técnicas, especialmente en lo concerniente a la ruptura con las reglas neoclásicas de tiempo,acción y espacio.
Anunciará la tendencia romántica la obra de Mariano José de Larra Macías. Aunque mantiene la fidelidad a las reglas la obra de Larra presenta ciertas novedades que entroncan con la vena romántica. Así, se abandona la tradicional división en tres jornadas optándose por cuatro. Igualmente, el número de personajes sobre las tablas se incrementa notablemente respecto a sus predecesoras y la trama resulta mucho más compleja y no exenta de tintes violentos y un ambiente tétrico.
No obstante, el triunfo pleno del drama romántico hispano llegará de la mano del duque de Rivas. Don Ángel de Saavedra empleará en su Don Álvaro o la fuerza del sino todo el arsenal técnico, retórico y temático del Romanticismo. La distribución del argumento en cinco jornadas, la absoluta ruptura con la reglas neoclasicistas, la mezcla de géneros así como la utilización de prosa y verso concuerdan a la perfección con el argumento general de la obra, donde el fatum al cual debe enfrentarse el héroe alcanza tintes trágicos.
Junto al mencionado duque de Rivas cabría citar aún a algunos autores, como Juan Eugenio Hartzembusch quien en obras como La jura de Santa Gadea o Los amantes de Teruel combina la temática romántica con los recursos técnicos señalados.
Representante tardío del Romanticismo en España será la figura de José Zorrilla. Este autor, magnífico dominador del tiempo y el espacio escénico, construirá obras de indudable perfección formal dotadas de una organización estructural redonda. Entre las obras de este autor podemos citar Don Juan Tenorio o Traidor, inconfeso y mártir.
Lírica
Será de nuevo el duque de Rivas el encargado de inaugurar la vena romántica en nuestra lírica. Con su obra El moro expósito retoma un tema épico regresando así a ese pasado idealizado del que hemos hablado. En lo formal romperá con el neoclásico decoro al mezclar diferentes estilos, tanto el vulgar como el sublime.
Idéntica mezcla, añadiendo un ambiente tétrico y tendiendo incluso a la confusión entre los diferentes géneros, es la que realizará Miguel de Espronceda en su obra El estudiante de Salamanca. La calidad del texto, junto al conjunto de sus canciones, protagonizadas de manera general por seres marginales o inadaptados, lo sitúan en un lugar preeminente dentro la lírica romántica hispana.
Como en el caso del teatro nuestra lírica también contará con magníficos frutos tardíos. Tanto Gustavo Adolfo Bécquer con sus Rimas como Rosalía de Castro con A orillas del Sar, crearán una poesía de poderosa impronta subjetiva que de manera breve y empleando un lenguaje sencillo trasladará al verso la íntima y personalísima voz de sus autores.
Narrativa
La narrativa romántica en España se basará en tres pilares fundamentales: la huida a un pasado mítico, en este caso vuelve a ser la Edad Media; la utilización del componente nacionalista con una clara intencionalidad política y el influjo directo de las obras narrativas de Walter Scott. El resultado de tales influjos se concretará en la obra narrativa más destacada de la literatura romántica hispana: El señor de Bembibre de Enrique Gil Carrasco. Se trata esta de una novela histórica situada en el Bierzo. En ella se nos refieren los últimos momentos de la orden templaria. De la lectura de esta obra es dado extraer concomitancias con la situación política que atravesaba el país al tiempo de ser escrita. Igualmente, la leyenda cimentada sobre los caballeros templarios dota al conjunto de un ambiente sugestivo y telúrico.
Opinan Pedraza y Rodríguez, Las épocas de la literatura española, que el cuadro de costumbres, de breve extensión, carácter descriptivo y distribución periódica por medio de la prensa, es un ejemplo más de la narrativa romántica. Estos pequeños retazos del convivir hispano, cuya autor más destacado es Mario José de Larra, quien publicaría sus artículos bajo el seudónimo de Duende o El pobrecito hablador, se centraban en la crítica, a veces sangrante, de aquellos aspectos negativos que conformaban la escena social y política hispana.
Para finalizar, no podemos dar por concluido este breve repaso a la narrativa romántica hispana sin aludir a la obras en prosa de Gustavo Adolfo Bécquer. Sus Leyendas, aunque tardías, son una acabada muestra del Romanticismo. En estas breves estampas Bécquer mezcla realidad y fantasía al tiempo que muestra un especial gusto por los elementos sobrenaturales, los ambientes tétricos, los personajes prototípicos y los grandes temas románticos: el amor absoluto, el arte y la religión.
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