Podemos definir el ensayo como una composición literaria en la que el autor nos muestra, por lo general de forma breve y didáctica, su particular punto de vista sobre una cuestión concreta.
De manera habitual este tipo de obras carece de trama y suele emplear un estilo argumentativo con el que pretende clarificar y defender la postura mantenida por su autor.
Resulta ya tradicional situar el origen del género en el siglo XVI, cuando Montaigne escribe sus Essairs (1580). No obstante, esta obra, consecuencia del auge del antropocentrismo renacentista y consecuentemente de la introspección como fuente de autoconocimiento, guarda evidentes deudas con obras pertenecientes a la Antigüedad Clásica. De este modo, no son pocos los autores que atribuyen la paternidad del género a autores clásicos como Cicerón, Séneca o Plutarco.
También en nuestras letras contamos con célebres antecedentes que si bien no respondían a los presupuestos programáticos de este género -dado que no existía como tal- sí que tanto en sus pretensiones como en su organización parecen comportarse como precursores del mismo. Este es el caso, por ejemplo, de las Cartas de Alfonso de Cartagena o el Camino de perfección de Santa Teresa.
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