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martes, 25 de abril de 2023

A ratos perdidos

Que dice Marta Sanz que a lo mejor la moralidad es un problema psiquiátrico, que eso de querer que el mundo sea de otra manera no es más que una inadaptación y que de ahí a lo patológico a lo mejor no hay nada. En una novela de Chirbes se puede leer algo parecido; se pregunta un narrador de qué sirvió querer que el mundo fuese como él quería que fuese.

Como el comentario de Marta Sanz lo hacía ella tratando los diarios de Chirbes, y como las novelas de Chirbes buscan desvelar tantos males que en el mundo son, ¿cabrá la posibilidad de tomarse esas novelas como tratamiento homeopático? Puede ser; si no alivian, al menos despiertan su poco de rabia.

Pero este texto, o este memo, o este post, no va sobre las novelas de Chirbes, sino sobre esos diarios que prologa Marta Sanz. No están los tiempos como para leer sesudos estudios ni novelas, sino que sólo se hace posible leer fragmentos, capítulos cortos, memos, posts o similares. Es decir, a ratos perdidos. Quizás por eso haya sido posible leer esas mil páginas en dos volúmenes.

Muchas de ellas (de las páginas) quedan olvidadas a los pocos minutos de leídas. Quizás ya se pierdan al pasar a otra cosa, a otro párrafo o a cualquier ocupación doméstica. Otras dejan un tono, un fondo de queja del autor por esa inadaptación, que también él sufría. A veces la queja viene por la inadaptación al paso del tiempo, es decir, por el dolor y el miedo que juntos anuncian la vejez y la muerte, que también parecen venir juntas o ser una sola. Otras por cómo es el mundo o, quizá, por ser el mundo.

Otras veces, otras páginas, se muestran divertidas, alegres, con mala leche, y lo que es mejor, acertadas. Como cuando critica con criterio algunas muestras de la cultura triunfante (o lo que se vende como cultura y triunfa), como un pasaje de una novela de Pérez-Reverte, por ejemplo. En esos casos se muestra Chirbes como un buen lector, como una persona que percibe, identifica y clasifica trucos o trampas de los productos culturales, de eso que es más industria que cultura. Esas obras y, sobre todo, textos en los que encontramos algo extraño pero no sabemos bien qué es, pero que no encaja. 

La formación cultural de Chirbes, aunque él mismo la cuestiona, la critica y ve enormes carencias, se aprecia lúcidamenta fundamentada al lado de tanta propaganda de suplemento cultural que se ve hoy en día. La cultura como propaganda, como instrumento para imponer una ideología, aparece retratada con una claridad que asusta, que deja en ridículo la falta de agudeza en la mayoría de los incautos lectores (avergüénzome, obvio). En este desenmascaramiento coinciden los textos de Chirbes con otros de Martz Sanz, y será por eso que mantenían contacto y aceptaban sus críticas. También ahí, y esto ya es menos obvio, coincidían con Carmen Martín Gaite, autora a la que habría que revisar a fondo, empezando, por supuesto, por El cuento de nunca acabar.

En esa parte de los diarios, en su visión como crítico o teórico, se encuentra lo más valioso. Lo que queda marcado en estos volúmenes que uso son sus análisis, fugaces y parciales, de hechos tan generales e influyentes como puedan ser el Barroco, la proximidad entre Cervantes y Galdós, la visión clásica o la importancia del narrador y del punto de vista (y sus relaciones, si las hubiere).

miércoles, 8 de marzo de 2023

 Jerusalem. La biografía, de Simon Serag Montefiore


Antes de nada querría aclarar que escribo esto por diferentes motivos. En primer lugar, porque mi memoria es frágil y estúpida. En segundo lugar, porque me apetece. En tercer lugar, porque este blog no deja de ser una botella de náufrago (esa aspiración ingenua de ser un querido y remoto muchacho) en la que de algún modo se encapsula una amistad. 

Dicho esto, el libro. Si dijera que disfruté leyendo este considerable mamotreto cargado de erudición y partidismo sionista por igual, sin duda mentiría. El repaso que se da a la historia de esta ciudad es considerable y diría, desde la más profunda ignorancia, que parece ser exhaustivo. Lógicamente mi conocimiento sobre la complejidad histórica de esta ciudad es de tal insoportable aridez que cualquier mínima gota puede hacer brotar un inesperado verdor en ese desierto. No obstante, es posible seguir con cierta coherencia el relato que Simon va construyendo sobre esta ciudad con relativa fluidez y no poca amenidad. Algo se vislumbrar entre las nubes de esa intrincada biografía que nos permita entender en parte la situación en la que se encuentra el Oriente Medio. En mi caso he de confesar que la información aportada en este libro ha colaborado a aclarar conceptos y a ponderar con justicia ciertos acontecimientos de la historia más reciente. 

En mi caso, debo confesarlo, los nombres de los protagonistas del pasado más reciente de esta geografía, formaban parte de un imaginario mal construido en los telediarios y los documentales sobre la cuestión palestina. Ahora, leída la obra, este imaginario ha ido adquiriendo cierta dimensión y profundidad. 

Debes acordarte (al que escribe le hablo) de la relación existente entre las diferentes religiones asentadas en Jerusalem. De como las fuerzas coloniales (especialmente Inglaterra y Francia -además de obviamente Estados Unidos-) jugaron en la construcción/destrucción de esa región. Acuérdate además de cómo se te explica en este libro de cómo se fue construyendo el Estado de Israel y de cómo tuvo que enfrentarse con su entorno por asegurarse su propia supervivencia. Recuerda, especialmente, el poco sentido que tiene toda esta confrontación y de cómo todos los protagonistas que contribuyeron a esta orgía de confusión tenían particulares intereses personales. 

 TIERRA, de Eloy Moreno

El primer problema que tengo con esta novela no está en la trama, o en la utilización de modo repetitivo de la técnica folletinesca para mantener el suspense, tan siquiera con el uso y abuso de una moralina seudoecológica y postmoderna que nos advierte de los males de las nuevas (o no tan nuevas) tecnologías de la información y, diría, del entretenimiento. Mi problema tiene que ver con el estilo. 

Considero que últimamente, y el problema no es absoluto imputable únicamente a este autor, asistimos en la literatura de consumo a una simplificación y estandarización del estilo. Los autores renuncian conscientemente a enfrentarse de manera abierta a cualquier juego retórico o audacia estilística; sospecho que buscando agradar al mayor número de posibles consumidores. Esto les lleva a emplear de manera pertinaz un estilo sencillo, claro, diáfano, que escapa de cualquier complejidad. No es que considere que la utilización de un estilo complejo sea por definición garantía de calidad. Ejemplos existen de autores que de manera muy simple han expresado ideas muy profundas. Lo problemático está en emplear un estilo plano, estandarizado, tan apegado a la literatura comercial de estos tiempos que carece de toda personalidad. Un estilo que, diría, están infantilizando a la población lectora -o apto para la población lectora infantilizada-.

Será sin duda problema mío, o tal vez del pobre Antonio Machado que nos enseño a pararnos para distinguir las voces de los ecos. El asunto es que en este caso no escucho la voz personal del autor, la historia ni me convence ni me conmueve y los efectos narrativos me resultan molestos. 

Cuando era  joven y consecuente con mi naturaleza, he aquí la estupidez nostálgica, me fui acercando de manera por momentos obsesiva a diferentes autores de la narrativa internacional. Ahora me leía las obras que encontraba de Hemingway, mañana las de Dostoievsky, pasado las de Vargas Llosa... 

El caso es que por entonces yo tenía mis pretensiones (ya saben... era joven y consecuente) y algunas noches, cuando el alcohol u otras sustancias despertaban mi ego, jugaba a garabatear cuartillas con la íntima esperanza de ser el próximo premio Nobel de Literatura. Obviamente, nunca llegué a terminar un mal cuento y lo que realmente me agradaba era la impostura tardoadolescente que alimentaba mi inconmensurable juventud. No obstante, y esto puede que sea lo relevante, cuando leía aquellos abortos de cualquier cosa era Hemingway, o el traductor de Hemingway, o la sombra del eco del traductor de Hemingway lo que escuchaba. 

Bien puede ser que aquel eco mío fuera la mayor afrenta que pudiera hacérsele a las letras -además de a la imaginación-, pero tenía al menos un mal retrogusto a algo. 

Realmente, puede que hoy estemos incluso peor que nunca (por contribuir modestamente a la cons-paranoia milienarista -grande Arrabal-). Ya no existen tan siquiera los ecos. Todo semeja un discurso mecánico, vacuo, estandarizado y simplista (Deberán disculparme. Estoy releyendo 1984).

miércoles, 30 de diciembre de 2020

El nudo infinito de Kurt Diemberger

 Sí, ya sé, otro libro de alpinismo. Más abajo expliqué mi relación con este deporte y cómo mi interés por él es puramente platónico. De hecho, si tendría que considerar detenidamente mis intereses, no podría obviar, a fuerza de ser sincero, que mi interés radica en la épica que envuelve a este deporte. Lo mismo me ocurre con el ciclismo, otro de mis deportes favoritos aunque este si que llegué a practicarlo con evidentes carencias prácticas pero indudables ensoñaciones heroicas. En todo caso es curioso como siendo honesto uno puede llegar a evaluarse partiendo de las carencias que en uno evidencian sus lecturas.

Pero dejando a un lado el psicoanálisis (o autopsicoanálisis) de patacón que me sugieren las dos cervezas que me he tomado esta tarde (Red Vintage, por supuesto), centrémonos en el librito en cuestión. En primer lugar se trata de una historia sin demasiadas sorpresas. Cualquier aficionado al alpinismo o cualquier usuario de Google sabe que Julie Tullis, la compañera de escalada del autor, murió en el K2 en 1986. Siendo así, y puesto que Diemberger escribe el libro, todos podemos imaginarnos el tema del mismo: la ardua, titánica y heroica lucha contra la montaña que, al final, se lleva lo más querido para el escritor; su compañera de cordada. No pienses, Camilo, que estoy siendo irónico, en cierta medida hablan las cervezas y no tu yo del pasado, es verdad que la historia está bien contada, intentado transportarte a las alturas del Karakorum para que puedas llegar a entender tanto las pulsiones como los imponderables que determinan la vida y la muerte. Nada suena a excesiva escusa, nada es demasiado evidentemente un examen de conciencia que pretende evitar la asunción de los pecados (aunque algo de esto hay). Creo sinceramente que el autor nos muestra los desgraciados acontecimientos que tuvieron lugar en el K2 en el verano de 1986 y como ante esa lucha salvaje con la montaña lo normal era sucumbir. 

No me gusta el excesivo sentimentalismo con el cual se contempla el enfrentamiento con la montaña, al fin y al cabo Julie y Diembierger formaban parte de una cordara cinematográfica. Además, el determinismo que en ocasiones se sugiere (todo a toro pasado) tampoco me agrada. No obstante, el texto es dinámico y sorprendente, permite al aficionado de salón (mea culpa) imaginar aunque sea levemente lo que sucede en la montaña a esas alturas. Su lectura engancha y es imposible no imaginarse (o buscar en Internet) en el espolón de lo Abruzzos o en la Pirámide negra o en el campamento IV a 8000 metros de altura capeando el temporal. 

Bueno, ciertamente algo de examen de conciencia exculpatorio sí que hay, por que nos vamos a engañar.

lunes, 28 de diciembre de 2020

Mi vida al límite, Thomas Hüetlin y Reinhold Messner

No sé cuantos años tendría, no más de trece, cuando leí el libro de Peter Habeler Victoria en solitario. Aquel libro me marcó profundamente y determinó de manera definitiva mi amor hacia el alpinismo. Cierto es que desde entonces lo más alto que he ascendido fue al Monte Teide, y nunca pasé de la plataforma para turistas en la cual se detiene el periférico, subir el cono del volcán me parecía una impertinencia y un abuso de energías que no llevaba a ninguna parte, ciertamente. Lo que pretendo decir es que, en realidad, la lectura del libro de Habeler, en el cual se narra la primera ascensión sin oxígeno al Everest en 1978, determinó mi amor platónico hacia el alpinismo, si bien este nunca aspiró a algo que no fuera la contemplación plácida de Al filo de lo imposible desde la confortabilidad del salón de mis padres (lo de Calleja ya es otra cosa).

Todo esto guarda relación con el libro que nos ocupa porque Messner, el protagonista de este texto, era precisamente el compañero de cordada de Habeler en la expedición de 1978. Supe de Messner por una película alemana que cuenta la odisea protagonizada por este tirolés del sur en el Nanga Parbat en 1970. Sin duda la historia es apasionante y está cargada de épica y polémica, no obstante, este no es el tema principal del presente libro. La obra consiste en una entrevista realizada por Hüetlin a Messner en los primeros años del siglo actual (el libro se publicó en español en 2004). Nos encontramos así ante el repaso de una trayectoria deportiva y vital sorprendente y nos enfrentamos con una personalidad sumamente compleja, egocéntrica y en hasta cierto punto odiosa. Leyendo estas páginas uno no puede obviar los logros del deportista pero se enfrenta a un personaje en exceso complaciente consigo mismo y de una personalidad arrolladora. Sin embargo, después de considerar su trayectoria y evaluar sus logros y fracasos, uno se pregunta si realmente estos no justifiquen o, al menos expliquen, esa manera de contemplar el mundo. Cuando alguien se ha enfrentado en tantas ocasiones a la muerte y pagado en sus carnes el peaje creo que contempla la vida de otro modo. No es que este hecho le proporcione ningún tipo de prerrogativa moral que lo eleve por encima de la comunidad. A fin de cuentas sus logros no exceden la esfera de lo personal por más épicos que nos resulten y, en todo caso, ese carácter épico se le ha abonado suficientemente ya sea con fama ya sea con dinero. La cuestión es que, en tanto personales, esas acciones y sus efectos han de moldear una personalidad en la misma medida en que lo puesto en juego era íntimamente valioso. En este sentido se puede entender su egoísmo, su individualismo, su fanfarronería y sus arrebatos de ira. 

En cuanto al entrevistador, Hüeltlin no duda en ser mordaz y atacar aquellos aspectos más polémicos de a personalidad y trayectoria deportiva y política de Messner poniéndole en no pocas ocasiones ante sus propias contradicciones.

Sapiens de Yuval Noah Harari

Llegué a este libro siguiendo una recomendación. No una de esas recomendaciones esclarecedoras con las que los amigos solían favorecerme cuando las dosis de alcohol y confianza eran las suficientes. El tiempo y el acomodo de la vida ha domesticado hasta mis interacciones literarias. La recomendación me llegó por los burgueses cauces de la crítica literaria, supeditada hoy a las modas de lo culturalmente oportuno y encuadrada en los medios de comunicación de masas que de un modo u otro replican la general algarabía de las redes sociales. Debí sospechar. 
Lo cierto es que el libro es de amena y fácil lectura, sin duda un requisito indispensable para triunfar en los tiempos que corren, pero esto impide que se desarrollen con un mínimo de complejidad y rigor las ideas que apenas se esbozan. En su conjunto se pretende dibujar el itinerario que el Homo Sapiens ha ido recorriendo a lo largo de su existencia, pero el dibujo apenas queda en esbozo. Si bien algunas propuestas o datos resultan curiosos, el texto en su conjunto no sobrepasa el ámbito del gabinete de curiosidades con el cual todo bien pensante ciudadano puede irradiar cierto barniz de conocimiento más allá de la sabiduría twitera (no alcanza desde luego el nivel de Wikipedia). 
No obstante, puede que esté siendo extremadamente duro. Una cosa son mis expectativas y otra el verdadero sentido de la obra. Está claro que su pretensión no es otra que la de divulgar de forma amena una serie de conocimientos antropológicos más o menos (menos que más) hilvanados. Esto lo consigue plenamente y el señor Yuval emplea una prosa accesible que hasta cierto punto nos engancha con la promesa de una nueva audacia a la vuelta de cada hoja. Es una lástima que esta promesa se desvanezca con tanta facilidad y que a medida que avanzamos en el tiempo se caiga sin ningún sonrojo en los tópicos más manidos de nuestra sociedad postmoderna. 
Bajo mi punto de vista el señor Yuval se posiciona de manera equidistante en la ya vieja polémica entre apocalípticos e integrados. Simpáticamente se muestra apocalíptico en los estadios primitivos de la evolución del Sapiens para lanzar una tenue luz de esperanza en nuestra actual época. Curiosa forma de nadar entre dos aguas. 

domingo, 8 de noviembre de 2020

La estructura de "La Celestina"

Muchos han sido los críticos que se han ocupado de esta obra y en buena consonancia múltiples han sido las interpretaciones de la misma. Idéntico crisol de opiniones es el que ha generado el talento crítico a la hora de analizar su estructura, no dejando de resultar curioso que siendo uno el cadáver la disección sea múltiple, como si esta dependiera por entero del bisturí que la ejecute. En todo caso, consideremos aquello de que el texto literario es pulifuncional y multisignificativo, apotegma grandioso que me enseñaron en mi tierna juventud y que viene a ser algo así como un salvoconducto al universo del relativismo académico. 

No obstante, paciente lector, no he de caer yo en esta comedia de la confusión y a riesgo de ser simplista, lo cual no sería más que lealtad a mi naturaleza, le propongo una única posibilidad (Y no lo hago sino en aras de la pedagogía, ese otro salvoconducto que nos salvaguarda de la mediocridad).

Debemos a Russell, autor de Temas de "la Celestina" y otros ensayos una división digamos que argumental de la obra que, a los fines que persiguen estas palabras, resultará satisfactoria. 

De este modo, en la obra encontraríamos un prólogo, que se correspondería con el primer encuentro entro los amantes. En este primer momento se encontraría planteado en esencia el conflicto de la obra. La primera parte procuraría resolver este conflicto, es decir, el encuentro de los amantes mediante la participación de Celestina y los criados. Esta primera parte finalizaría con la muerte de todos ellos, lo cual, obviamente abre, en potencia, un nuevo conflicto. Este se resolverá en la segunda parte de la obra, donde las "amigas" de los criados buscarán venganza. Esta segunda parte concluirá en los tres últimos actos con el fatídico final que todos conocemos. Este final o conclusión no solo cierra el conflicto planteado en la segunda parte sino que, al mismo tiempo, concluye con el conflicto planteado en el prólogo que había apuntado Russell.


Fuentes de "La Celestina"

Toda obra literaria guarda deudas con las que le precedieron. Esto podría hacernos plantearnos el concepto de originalidad pero, al menos como lo entendemos, eso de la originalidad es un invento de los yeyes románticos que inundaron el mundo con sus buenas dosis de egocentrismo infantil. 

Pero dejemos a un lado nuestras opiniones, las cuales al menos en mi caso se basan en tan peregrinos conocimientos como los que proporciona una universidad de provincias. Si nos centramos en lo que nos importa, es decir, las fuentes en las que beben los autores de la Tragicomedia de Calisto y Melibea, debemos concluir que estas son importantes al menos por dos motivos. En primer lugar porque en buena medida configuran lo que ante nuestros ojos se nos presenta negro sobre blanco y, en segundo lugar, porque reflejan la realidad cultural en la cual la obra se inscribe y colaboran de manera eficiente a su correcta comprensión. 

En primer lugar destacará la influencia de Terencio, autor latino al que la obra debe bastantes recursos técnicos, la categoría de los personajes e incluso frases concretas del texto. 

Por lo que respecta al primer acto las deudas con Séneca son innumerables. Este hecho no solamente evidencia que el autor de este primer acto es distinto de Fernando de Rojas, sino que también pone de manifiesto como la llegada del humanismo abandona progresivamente la mal entendida tradición griega (Aristóteles) centrándose en los autores de la llamada edad de plata latina. Además Séneca ya se sabe, un tanto pesimista en sus planteamientos...

El resto de la obra, es decir, aquella parte que no se debe al autor desconocido y escrita por Fernando de Rojas, toma no pocas ideas del Petrarca latino. El poeta de Arezzo no solo será capital para el desarrollo de la lírica renacentista sino que además influirá decididamente en el desarrollo y triunfo del humanismo. Recordemos que el siglo XIV conforma un prerrenacimiento desde el punto de vista cultural y artístico y en este sentido el influjo de las obras más decididamente humanistas del poeta italiano serán cruciales. 

Sin duda es posible rastrear otras muchas influencias en la obra que nos ocupa. De radical importancia sería el De amore, de Andrea Capellanus, o incluso nuestra Cárcel de amor. No obstante, no pretendo agotar la paciencia del bien amado lector que bien por la obligación o por la devoción (cuestión esta altísimamente improbable) ha caído en estas páginas. 

El género de "La Celestina"

 La aparición de la Tragicomedia de Calisto y Melibea supuso una novedad en el panorama literario de la época pero aún resultó más novedosa, y por ende más confusa, para los críticos que a lo largo de la Historia se han visto obligados a definirla. 

Por lo tanto, resulta conveniente buscar la segura senda que nos proporciona el propio texto para poder adscribir el mismo a uno de los diferentes géneros literarios por todos conocidos. En primer lugar debemos anotar que se trata de un texto dialogado, ya que en todo él no encontramos la figura de un narrador que nos conduzca por el universo urbano que se dibuja en los parlamentos de los diferentes personajes. Por otro lado, en los versos finales de Proaza, este nos advierte de que no se trata de una representación, sino de una lectura dramatizada, es decir, una lectura en la cual el lector o lectores deberá realizar aquellas inflexiones tonales que mejor convengan a la situación que se está planteando en el texto. 

Vistos estos datos cabría preguntarnos si esta manera de proceder, es decir, leer en voz alta una obra ante un auditorio más o menos numeroso, encaja con los usos de consumo literario propios de la época. La respuesta a esta incógnita deberá ser un rotundo sí. El conocimiento de los niveles de alfabetización del periodo (sumamente bajos) unidos al conocimiento que la población en general tenía de los héroes y personajes literarios nos sugieren que este modo de proceder, es decir, la lectura en voz alta, debió ser un más que habitual procedimiento en el acercamiento al pasatiempo literario. 

Consecuentemente, La Celestina sería una obra pensada para su lectura en voz alta, algo que encaja a la perfección en el género denominado Comedia humanística. Este tipo de obra, propia del ámbito académico (recordemos que Fernando de Rojas era en el momento de escribir la obra estudiante en Salamanca), gozará de relativo éxito durante el siglo XV. Este tipo de composiciones solían tener un argumento sencillo, empleaba con frecuencia citas clásicas y mostraba especial querencia por los personajes de baja condición. Si ahora comparamos estas características con las de nuestra obra comprobaremos que coinciden punto por punto. 

Así pues, podemos concluir que la Tragicomedia de Calisto y Melibea es una comedia humanística, un género literario que forma parte de una larga tradición que partiendo en la comedia elegiaca pasa a la comedia romana de Terencio y Plauto. 

miércoles, 21 de octubre de 2020

Ediciones y fechas de "La Celestina"

 La utilización del Index de adagios latinos de Petrarca, publicado por primera vez en Basilea en el año 1496, nos indica que La Celestina se tuvo que escribir en una fecha posterior a la indicada. Unamos a esto que la primera edición conservada parece ser la salida de los talleres del impresor Fabrique el alemán en el año 1499. Esta versión de la obra cuenta con dieciséis actos y el argumento de todos ellos. La edición conservada ha perdido la primera página y esto nos impide saber si contaba con el título y con el argumento general de toda la obra. Por otro lado, recientes estudios ponen en duda la fecha de esta primera edición al demostrar que Fadrique empleó el mismo emblema (grabado en el cual se indica la fecha de 1499) en otras obras impresas por él durante los años 1500, 1501 e incluso durante el año 1502.

Un documento importante a la hora de rastrear la génesis de esta obra es el denominado Manuscrito de Palacio. Este documento fue encontrado en 1989 por Faulhaber en la Biblioteca del Palacio Real en Madrid. Se trata de una copia parcial del primer acto, que cuenta con el título de la obra y el argumento general de la misma. No obstante, las diferencias encontradas entre las distintas versiones de este texto demuestran que no es la versión empleada por Rojas para continuar la obra y tampoco se puede asegurar que se trata de la versión original de este primer acto que se debería al autor desconocido mencionado al hablar del autor. 

Del año 1500 conservamos una edición toledana de la Comedia de Calisto y Melibea. Esta obra ya posee los textos preliminares, tanto la "Carta del autor a un amigo" como los "Versos apócrifos" en los que Rojas nos da información sobre su nombre, procedencia y ocupación. También contiene el argumento general de la obra y su título. También se incluye en esta edición los denominados textos finales, compuestos por unos versos de Alonso Proaza, amigo del autor, y unos versos del propio Fernando de Rojas.

En el año 1507, en Zaragoza, aparecerá otra versión de la obra que, en esta ocasión, cambiará su título por el de Tragicomedia de Calisto y Melibea. Esta versión incluye cinco actos nuevos que se incluyen entre el acto XIV y el XV de la primera versión. Estos cinco actos, que reciben el nombre de "Tratado de Centurio", hace que la obra alcance los 21 actos. 

Los cambios introducidos en la obra serán explicados por el propio autor en el prólogo de la obra indicando que los lectores de la misma le hicieron saber su desacuerdo con el título original de la obra "Comedia...", dado el final de la obra en su conjunto. De igual modo, decidió ampliar la obra a demanda de su público. 

Finalmente, el título por el cual conocemos la obra hoy, La Celestina, aparecerá por primera vez en la edición de Alcalá de Henares que publicada en 1569. Este cambio, debido exclusivamente a los editores, hace referencia a la importancia de este personaje en la obra y la importancia con la cual sería percibido por el público.