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miércoles, 30 de diciembre de 2020

El nudo infinito de Kurt Diemberger

 Sí, ya sé, otro libro de alpinismo. Más abajo expliqué mi relación con este deporte y cómo mi interés por él es puramente platónico. De hecho, si tendría que considerar detenidamente mis intereses, no podría obviar, a fuerza de ser sincero, que mi interés radica en la épica que envuelve a este deporte. Lo mismo me ocurre con el ciclismo, otro de mis deportes favoritos aunque este si que llegué a practicarlo con evidentes carencias prácticas pero indudables ensoñaciones heroicas. En todo caso es curioso como siendo honesto uno puede llegar a evaluarse partiendo de las carencias que en uno evidencian sus lecturas.

Pero dejando a un lado el psicoanálisis (o autopsicoanálisis) de patacón que me sugieren las dos cervezas que me he tomado esta tarde (Red Vintage, por supuesto), centrémonos en el librito en cuestión. En primer lugar se trata de una historia sin demasiadas sorpresas. Cualquier aficionado al alpinismo o cualquier usuario de Google sabe que Julie Tullis, la compañera de escalada del autor, murió en el K2 en 1986. Siendo así, y puesto que Diemberger escribe el libro, todos podemos imaginarnos el tema del mismo: la ardua, titánica y heroica lucha contra la montaña que, al final, se lleva lo más querido para el escritor; su compañera de cordada. No pienses, Camilo, que estoy siendo irónico, en cierta medida hablan las cervezas y no tu yo del pasado, es verdad que la historia está bien contada, intentado transportarte a las alturas del Karakorum para que puedas llegar a entender tanto las pulsiones como los imponderables que determinan la vida y la muerte. Nada suena a excesiva escusa, nada es demasiado evidentemente un examen de conciencia que pretende evitar la asunción de los pecados (aunque algo de esto hay). Creo sinceramente que el autor nos muestra los desgraciados acontecimientos que tuvieron lugar en el K2 en el verano de 1986 y como ante esa lucha salvaje con la montaña lo normal era sucumbir. 

No me gusta el excesivo sentimentalismo con el cual se contempla el enfrentamiento con la montaña, al fin y al cabo Julie y Diembierger formaban parte de una cordara cinematográfica. Además, el determinismo que en ocasiones se sugiere (todo a toro pasado) tampoco me agrada. No obstante, el texto es dinámico y sorprendente, permite al aficionado de salón (mea culpa) imaginar aunque sea levemente lo que sucede en la montaña a esas alturas. Su lectura engancha y es imposible no imaginarse (o buscar en Internet) en el espolón de lo Abruzzos o en la Pirámide negra o en el campamento IV a 8000 metros de altura capeando el temporal. 

Bueno, ciertamente algo de examen de conciencia exculpatorio sí que hay, por que nos vamos a engañar.

lunes, 28 de diciembre de 2020

Mi vida al límite, Thomas Hüetlin y Reinhold Messner

No sé cuantos años tendría, no más de trece, cuando leí el libro de Peter Habeler Victoria en solitario. Aquel libro me marcó profundamente y determinó de manera definitiva mi amor hacia el alpinismo. Cierto es que desde entonces lo más alto que he ascendido fue al Monte Teide, y nunca pasé de la plataforma para turistas en la cual se detiene el periférico, subir el cono del volcán me parecía una impertinencia y un abuso de energías que no llevaba a ninguna parte, ciertamente. Lo que pretendo decir es que, en realidad, la lectura del libro de Habeler, en el cual se narra la primera ascensión sin oxígeno al Everest en 1978, determinó mi amor platónico hacia el alpinismo, si bien este nunca aspiró a algo que no fuera la contemplación plácida de Al filo de lo imposible desde la confortabilidad del salón de mis padres (lo de Calleja ya es otra cosa).

Todo esto guarda relación con el libro que nos ocupa porque Messner, el protagonista de este texto, era precisamente el compañero de cordada de Habeler en la expedición de 1978. Supe de Messner por una película alemana que cuenta la odisea protagonizada por este tirolés del sur en el Nanga Parbat en 1970. Sin duda la historia es apasionante y está cargada de épica y polémica, no obstante, este no es el tema principal del presente libro. La obra consiste en una entrevista realizada por Hüetlin a Messner en los primeros años del siglo actual (el libro se publicó en español en 2004). Nos encontramos así ante el repaso de una trayectoria deportiva y vital sorprendente y nos enfrentamos con una personalidad sumamente compleja, egocéntrica y en hasta cierto punto odiosa. Leyendo estas páginas uno no puede obviar los logros del deportista pero se enfrenta a un personaje en exceso complaciente consigo mismo y de una personalidad arrolladora. Sin embargo, después de considerar su trayectoria y evaluar sus logros y fracasos, uno se pregunta si realmente estos no justifiquen o, al menos expliquen, esa manera de contemplar el mundo. Cuando alguien se ha enfrentado en tantas ocasiones a la muerte y pagado en sus carnes el peaje creo que contempla la vida de otro modo. No es que este hecho le proporcione ningún tipo de prerrogativa moral que lo eleve por encima de la comunidad. A fin de cuentas sus logros no exceden la esfera de lo personal por más épicos que nos resulten y, en todo caso, ese carácter épico se le ha abonado suficientemente ya sea con fama ya sea con dinero. La cuestión es que, en tanto personales, esas acciones y sus efectos han de moldear una personalidad en la misma medida en que lo puesto en juego era íntimamente valioso. En este sentido se puede entender su egoísmo, su individualismo, su fanfarronería y sus arrebatos de ira. 

En cuanto al entrevistador, Hüeltlin no duda en ser mordaz y atacar aquellos aspectos más polémicos de a personalidad y trayectoria deportiva y política de Messner poniéndole en no pocas ocasiones ante sus propias contradicciones.

Sapiens de Yuval Noah Harari

Llegué a este libro siguiendo una recomendación. No una de esas recomendaciones esclarecedoras con las que los amigos solían favorecerme cuando las dosis de alcohol y confianza eran las suficientes. El tiempo y el acomodo de la vida ha domesticado hasta mis interacciones literarias. La recomendación me llegó por los burgueses cauces de la crítica literaria, supeditada hoy a las modas de lo culturalmente oportuno y encuadrada en los medios de comunicación de masas que de un modo u otro replican la general algarabía de las redes sociales. Debí sospechar. 
Lo cierto es que el libro es de amena y fácil lectura, sin duda un requisito indispensable para triunfar en los tiempos que corren, pero esto impide que se desarrollen con un mínimo de complejidad y rigor las ideas que apenas se esbozan. En su conjunto se pretende dibujar el itinerario que el Homo Sapiens ha ido recorriendo a lo largo de su existencia, pero el dibujo apenas queda en esbozo. Si bien algunas propuestas o datos resultan curiosos, el texto en su conjunto no sobrepasa el ámbito del gabinete de curiosidades con el cual todo bien pensante ciudadano puede irradiar cierto barniz de conocimiento más allá de la sabiduría twitera (no alcanza desde luego el nivel de Wikipedia). 
No obstante, puede que esté siendo extremadamente duro. Una cosa son mis expectativas y otra el verdadero sentido de la obra. Está claro que su pretensión no es otra que la de divulgar de forma amena una serie de conocimientos antropológicos más o menos (menos que más) hilvanados. Esto lo consigue plenamente y el señor Yuval emplea una prosa accesible que hasta cierto punto nos engancha con la promesa de una nueva audacia a la vuelta de cada hoja. Es una lástima que esta promesa se desvanezca con tanta facilidad y que a medida que avanzamos en el tiempo se caiga sin ningún sonrojo en los tópicos más manidos de nuestra sociedad postmoderna. 
Bajo mi punto de vista el señor Yuval se posiciona de manera equidistante en la ya vieja polémica entre apocalípticos e integrados. Simpáticamente se muestra apocalíptico en los estadios primitivos de la evolución del Sapiens para lanzar una tenue luz de esperanza en nuestra actual época. Curiosa forma de nadar entre dos aguas. 

domingo, 8 de noviembre de 2020

La estructura de "La Celestina"

Muchos han sido los críticos que se han ocupado de esta obra y en buena consonancia múltiples han sido las interpretaciones de la misma. Idéntico crisol de opiniones es el que ha generado el talento crítico a la hora de analizar su estructura, no dejando de resultar curioso que siendo uno el cadáver la disección sea múltiple, como si esta dependiera por entero del bisturí que la ejecute. En todo caso, consideremos aquello de que el texto literario es pulifuncional y multisignificativo, apotegma grandioso que me enseñaron en mi tierna juventud y que viene a ser algo así como un salvoconducto al universo del relativismo académico. 

No obstante, paciente lector, no he de caer yo en esta comedia de la confusión y a riesgo de ser simplista, lo cual no sería más que lealtad a mi naturaleza, le propongo una única posibilidad (Y no lo hago sino en aras de la pedagogía, ese otro salvoconducto que nos salvaguarda de la mediocridad).

Debemos a Russell, autor de Temas de "la Celestina" y otros ensayos una división digamos que argumental de la obra que, a los fines que persiguen estas palabras, resultará satisfactoria. 

De este modo, en la obra encontraríamos un prólogo, que se correspondería con el primer encuentro entro los amantes. En este primer momento se encontraría planteado en esencia el conflicto de la obra. La primera parte procuraría resolver este conflicto, es decir, el encuentro de los amantes mediante la participación de Celestina y los criados. Esta primera parte finalizaría con la muerte de todos ellos, lo cual, obviamente abre, en potencia, un nuevo conflicto. Este se resolverá en la segunda parte de la obra, donde las "amigas" de los criados buscarán venganza. Esta segunda parte concluirá en los tres últimos actos con el fatídico final que todos conocemos. Este final o conclusión no solo cierra el conflicto planteado en la segunda parte sino que, al mismo tiempo, concluye con el conflicto planteado en el prólogo que había apuntado Russell.


Fuentes de "La Celestina"

Toda obra literaria guarda deudas con las que le precedieron. Esto podría hacernos plantearnos el concepto de originalidad pero, al menos como lo entendemos, eso de la originalidad es un invento de los yeyes románticos que inundaron el mundo con sus buenas dosis de egocentrismo infantil. 

Pero dejemos a un lado nuestras opiniones, las cuales al menos en mi caso se basan en tan peregrinos conocimientos como los que proporciona una universidad de provincias. Si nos centramos en lo que nos importa, es decir, las fuentes en las que beben los autores de la Tragicomedia de Calisto y Melibea, debemos concluir que estas son importantes al menos por dos motivos. En primer lugar porque en buena medida configuran lo que ante nuestros ojos se nos presenta negro sobre blanco y, en segundo lugar, porque reflejan la realidad cultural en la cual la obra se inscribe y colaboran de manera eficiente a su correcta comprensión. 

En primer lugar destacará la influencia de Terencio, autor latino al que la obra debe bastantes recursos técnicos, la categoría de los personajes e incluso frases concretas del texto. 

Por lo que respecta al primer acto las deudas con Séneca son innumerables. Este hecho no solamente evidencia que el autor de este primer acto es distinto de Fernando de Rojas, sino que también pone de manifiesto como la llegada del humanismo abandona progresivamente la mal entendida tradición griega (Aristóteles) centrándose en los autores de la llamada edad de plata latina. Además Séneca ya se sabe, un tanto pesimista en sus planteamientos...

El resto de la obra, es decir, aquella parte que no se debe al autor desconocido y escrita por Fernando de Rojas, toma no pocas ideas del Petrarca latino. El poeta de Arezzo no solo será capital para el desarrollo de la lírica renacentista sino que además influirá decididamente en el desarrollo y triunfo del humanismo. Recordemos que el siglo XIV conforma un prerrenacimiento desde el punto de vista cultural y artístico y en este sentido el influjo de las obras más decididamente humanistas del poeta italiano serán cruciales. 

Sin duda es posible rastrear otras muchas influencias en la obra que nos ocupa. De radical importancia sería el De amore, de Andrea Capellanus, o incluso nuestra Cárcel de amor. No obstante, no pretendo agotar la paciencia del bien amado lector que bien por la obligación o por la devoción (cuestión esta altísimamente improbable) ha caído en estas páginas. 

El género de "La Celestina"

 La aparición de la Tragicomedia de Calisto y Melibea supuso una novedad en el panorama literario de la época pero aún resultó más novedosa, y por ende más confusa, para los críticos que a lo largo de la Historia se han visto obligados a definirla. 

Por lo tanto, resulta conveniente buscar la segura senda que nos proporciona el propio texto para poder adscribir el mismo a uno de los diferentes géneros literarios por todos conocidos. En primer lugar debemos anotar que se trata de un texto dialogado, ya que en todo él no encontramos la figura de un narrador que nos conduzca por el universo urbano que se dibuja en los parlamentos de los diferentes personajes. Por otro lado, en los versos finales de Proaza, este nos advierte de que no se trata de una representación, sino de una lectura dramatizada, es decir, una lectura en la cual el lector o lectores deberá realizar aquellas inflexiones tonales que mejor convengan a la situación que se está planteando en el texto. 

Vistos estos datos cabría preguntarnos si esta manera de proceder, es decir, leer en voz alta una obra ante un auditorio más o menos numeroso, encaja con los usos de consumo literario propios de la época. La respuesta a esta incógnita deberá ser un rotundo sí. El conocimiento de los niveles de alfabetización del periodo (sumamente bajos) unidos al conocimiento que la población en general tenía de los héroes y personajes literarios nos sugieren que este modo de proceder, es decir, la lectura en voz alta, debió ser un más que habitual procedimiento en el acercamiento al pasatiempo literario. 

Consecuentemente, La Celestina sería una obra pensada para su lectura en voz alta, algo que encaja a la perfección en el género denominado Comedia humanística. Este tipo de obra, propia del ámbito académico (recordemos que Fernando de Rojas era en el momento de escribir la obra estudiante en Salamanca), gozará de relativo éxito durante el siglo XV. Este tipo de composiciones solían tener un argumento sencillo, empleaba con frecuencia citas clásicas y mostraba especial querencia por los personajes de baja condición. Si ahora comparamos estas características con las de nuestra obra comprobaremos que coinciden punto por punto. 

Así pues, podemos concluir que la Tragicomedia de Calisto y Melibea es una comedia humanística, un género literario que forma parte de una larga tradición que partiendo en la comedia elegiaca pasa a la comedia romana de Terencio y Plauto. 

miércoles, 21 de octubre de 2020

Ediciones y fechas de "La Celestina"

 La utilización del Index de adagios latinos de Petrarca, publicado por primera vez en Basilea en el año 1496, nos indica que La Celestina se tuvo que escribir en una fecha posterior a la indicada. Unamos a esto que la primera edición conservada parece ser la salida de los talleres del impresor Fabrique el alemán en el año 1499. Esta versión de la obra cuenta con dieciséis actos y el argumento de todos ellos. La edición conservada ha perdido la primera página y esto nos impide saber si contaba con el título y con el argumento general de toda la obra. Por otro lado, recientes estudios ponen en duda la fecha de esta primera edición al demostrar que Fadrique empleó el mismo emblema (grabado en el cual se indica la fecha de 1499) en otras obras impresas por él durante los años 1500, 1501 e incluso durante el año 1502.

Un documento importante a la hora de rastrear la génesis de esta obra es el denominado Manuscrito de Palacio. Este documento fue encontrado en 1989 por Faulhaber en la Biblioteca del Palacio Real en Madrid. Se trata de una copia parcial del primer acto, que cuenta con el título de la obra y el argumento general de la misma. No obstante, las diferencias encontradas entre las distintas versiones de este texto demuestran que no es la versión empleada por Rojas para continuar la obra y tampoco se puede asegurar que se trata de la versión original de este primer acto que se debería al autor desconocido mencionado al hablar del autor. 

Del año 1500 conservamos una edición toledana de la Comedia de Calisto y Melibea. Esta obra ya posee los textos preliminares, tanto la "Carta del autor a un amigo" como los "Versos apócrifos" en los que Rojas nos da información sobre su nombre, procedencia y ocupación. También contiene el argumento general de la obra y su título. También se incluye en esta edición los denominados textos finales, compuestos por unos versos de Alonso Proaza, amigo del autor, y unos versos del propio Fernando de Rojas.

En el año 1507, en Zaragoza, aparecerá otra versión de la obra que, en esta ocasión, cambiará su título por el de Tragicomedia de Calisto y Melibea. Esta versión incluye cinco actos nuevos que se incluyen entre el acto XIV y el XV de la primera versión. Estos cinco actos, que reciben el nombre de "Tratado de Centurio", hace que la obra alcance los 21 actos. 

Los cambios introducidos en la obra serán explicados por el propio autor en el prólogo de la obra indicando que los lectores de la misma le hicieron saber su desacuerdo con el título original de la obra "Comedia...", dado el final de la obra en su conjunto. De igual modo, decidió ampliar la obra a demanda de su público. 

Finalmente, el título por el cual conocemos la obra hoy, La Celestina, aparecerá por primera vez en la edición de Alcalá de Henares que publicada en 1569. Este cambio, debido exclusivamente a los editores, hace referencia a la importancia de este personaje en la obra y la importancia con la cual sería percibido por el público.


domingo, 18 de octubre de 2020

El autor de "La Celestina". Fernando de Rojas

Hoy en día la crítica se muestra unánime a la hora de aceptar la sinceridad de la declaración de autoría que se nos ofrece en los versos acrósticos situados al comienzo de la obra y también de las afirmaciones realizadas en la "Carta a un su amigo", texto también incluido en la obra original. 

Según la información aportada en estos textos Fernando de Rojas concluiría la obra después de haber encontrado el primer acto de la misma sin que pueda decirnos quién era el autor de este. Por sus palabras sabemos su nombre, su lugar de nacimiento, Puebla de Montalván; su ocupación, estudiante de leyes en Salamanca y, tangencialmente, podemos intuir su fecha de nacimiento aproximada: 1470.

No obstante, el estudio de otros  documentos nos ha permitido conocer otros datos de Fernando Rojas. Por ejemplo; sabemos que se casó con Leonor Álvarez, que se trasladó en 1507 a Puebla de Talavera, localidad de la cual terminaría siendo su alcalde, y que se murió en 1547. 

Poco más podemos saber de este autor a ciencia cierta. Diferentes teorías especulan sobre la ascendencia conversa de Fernando de Rojas sin que este dato se pueda demostrar de manera inequívoca.

En todo caso, un hecho es cierto e indudable. Esta obra, la Tragicomedia de Calisto y Melibea, es la única obra que conservamos de este autor. Esto no deja de resultar llamativo pues en la obra que conservamos Fernando de Rojas da evidencias de un asombroso dominio del lenguaje literario.  


Contexto histórico-literario de "La Celestina"

La Celestina verá la luz por primera vez a finales del siglo XV, concretamente se propone como fecha de su primera edición la de 1499, en el límite, al menos cronológico, entre las dos centurias. No obstante, en muchos aspectos, la obra es un producto sumamente representativo del periodo histórico que finaliza con la llegada del siglo XVI, el denominado Prerrenacimiento. 

Tal y como señalan Felipe B. Pedraza y Milagros Rodríguez Cáceres, Las épocas de la literatura española, el siglo XV desempeña un papel capital en el tránsito de la Edad Media al Renacimiento. Según el punto de vista de estos autores, durante este siglo asistiremos a la maduración de las manifestaciones culturales e ideológicas que darán como solución, al menos en lo cultural, a formas extravagantes no exentas de cierta pomposidad bárbara. Estas serán el resultado de una imaginación agotada y de la incapacidad de llevar a la práctica una ideología que las circunstancias han demostrado inoperante. 

Veamos esto de manera práctica en la literatura. Así, los ideales caballerescos que durante siglos han dominado la creación literaria y que tenían una relativa eficiencia en la práctica, serán retomados con renovada energía durante este periodo, retorciendo los estereotipos, figuras y códigos que habían funcionado en el pasado. Este manierismo prerrenacentista se evidencia en el éxito de las novelas de caballerías o en la perpetuación y rehabilitación de los ideales propios del amor cortés que encontramos en las composiciones de cancionero. Incluso se da la posibilidad, sin duda excéntrica, de intentar llevar a la realidad estos ideales sin duda trasnochados, como refleja Suero de Quiñones en su Libro del paso honroso.

Pero al mismo tiempo que en esta época se produce esa maduración definitiva y la deformación de las expresiones culturales tardo medievales, en la Península también se producirá la progresiva asimilación de los nuevos conceptos culturales del naciente humanismo italiano. Las traducciones de obras clásicas como el De Inventione, o la Rethorica ad Herenium son una buena muestra del interés creciente por la investigación filológica y, consecuentemente, el retorno a las fuentes clásicas. También en esta época surgirán destacadas figuras como Arias Barbosa, Nebrija o Hernán Núñez que desde sus cátedras sentarán las bases de unos "studia humanitatis" que pretenden concluir con los males de una Escolástica agonizante, inspiradora de un conjunto doctrinal inútil, practicante de una lógica que más bien es logomaquia y veneradora hasta límites absurdos de un Aristóteles mal entendido y peor explicado en un latín totalmente deturpado. 

Si nos centramos ahora en lo político, el siglo XV peninsular sufrirá en sus primeros setenta años las consecuencias de un desastroso siglo XIV. Las luchas internas en los diferentes reinos cristianos marcaron las políticas de sus monarcas que pondrían en juego diferentes estrategias para consolidar su poder frente a una nobleza cada vez más levantisca. 

No obstante, al finalizar el siglo, el matrimonio entre los herederos de las coronas de Castilla y Aragón posibilitaría una política de concentración basada en el poder absoluto del monarca. De este modo los Reyes Católicos no solo llevaron a la práctica una unificación política de los reinos peninsulares, también, como consecuencia ineludible de esta, propiciaron la unificación religiosa de los mismos e incluso su unificación lingüística.  

sábado, 3 de octubre de 2020

Los actos de habla

El concepto de acto de habla presupone, desde la filosofía del lenguaje, que al comunicarnos, además de formular proposiciones verbales, ponemos en marcha diferentes acciones. Estas acciones serán diversas y si bien pueden influir en las elecciones lingüísticas no serán determinantes. 

Trataré de explicarme utilizando, al menos en parte, el ejemplo que emplea la Nueva Gramática de la Lengua Española.

Pongamos por caso que yo emito el siguiente enunciado: "Está lloviendo". Este enunciado, si me fijo en su modalidad oracional, constituirá una oración enunciativa, ya que si realmente está lloviendo yo estoy simplemente informando de una condición meteorológica.

Ahora bien, no nos será muy difícil considerar alguna situación en la cual el empleo de ese mismo enunciado no pretenda simplemente informar de la situación atmosférica. Imaginemos que mi hija preadolescente se dispone a salir de casa. Yo, como buen y amante padre, velo por la salud de mi hija y me preocupa que, como siempre, salga a la calle sin paraguas. En esta situación, en este contexto extralingüístico, la emisión del mismo enunciado desencadenará una acción y posiblemente un resultado distinto al que hemos visto más arriba. Efectivamente podremos seguir considerando que la modalidad oracional seguirá siendo enunciativa, tampoco hemos alterado gramaticalmente la oración, no obstante, mi acción verbal no pretende informar, pretende mandar (soy un padre tiránico) al destinatario que salga a la calle con el paraguas. 

Como vemos, en buena medida son las circunstancias (consideradas en un sentido muy amplio), las que determinan las acciones que realizamos al comunicarnos.

Con todo, la teoría de los actos de habla distingue diferentes momentos o acciones que se ponen en juego al comunicarnos. 

Al emitir un enunciado, independientemente de la intención que tenga, estamos realizando un acto locutivo, en nuestro ejemplo la oración enunciada: "Está lloviendo". Por su parte, la finalidad que se busca con ese enunciado constituirá el acto ilocutivo, en nuestro caso "informar" o "mandar", depende. Por último, existirá un efecto, es decir, la satisfacción de nuestra acto ilocutivo, lo que se denomina acto perlocutivo, en nuestro caso, mi obediente hija sale con el paraguas a la calle. Claro que siempre pudiera ser que mi hija no me hiciera maldito caso y saliera al mundo sin ningún tipo de protección contra las inclemencias. En ese supuesto mi hija se constipará y el acto de habla será fallido, no habrá existido comunicación. Esto habrá sucedido, probablemente, porque mi hija no habrá tenido en consideración el principio de cooperación y tampoco el de relevancia. El mal de todos los padres.