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miércoles, 21 de octubre de 2020

Ediciones y fechas de "La Celestina"

 La utilización del Index de adagios latinos de Petrarca, publicado por primera vez en Basilea en el año 1496, nos indica que La Celestina se tuvo que escribir en una fecha posterior a la indicada. Unamos a esto que la primera edición conservada parece ser la salida de los talleres del impresor Fabrique el alemán en el año 1499. Esta versión de la obra cuenta con dieciséis actos y el argumento de todos ellos. La edición conservada ha perdido la primera página y esto nos impide saber si contaba con el título y con el argumento general de toda la obra. Por otro lado, recientes estudios ponen en duda la fecha de esta primera edición al demostrar que Fadrique empleó el mismo emblema (grabado en el cual se indica la fecha de 1499) en otras obras impresas por él durante los años 1500, 1501 e incluso durante el año 1502.

Un documento importante a la hora de rastrear la génesis de esta obra es el denominado Manuscrito de Palacio. Este documento fue encontrado en 1989 por Faulhaber en la Biblioteca del Palacio Real en Madrid. Se trata de una copia parcial del primer acto, que cuenta con el título de la obra y el argumento general de la misma. No obstante, las diferencias encontradas entre las distintas versiones de este texto demuestran que no es la versión empleada por Rojas para continuar la obra y tampoco se puede asegurar que se trata de la versión original de este primer acto que se debería al autor desconocido mencionado al hablar del autor. 

Del año 1500 conservamos una edición toledana de la Comedia de Calisto y Melibea. Esta obra ya posee los textos preliminares, tanto la "Carta del autor a un amigo" como los "Versos apócrifos" en los que Rojas nos da información sobre su nombre, procedencia y ocupación. También contiene el argumento general de la obra y su título. También se incluye en esta edición los denominados textos finales, compuestos por unos versos de Alonso Proaza, amigo del autor, y unos versos del propio Fernando de Rojas.

En el año 1507, en Zaragoza, aparecerá otra versión de la obra que, en esta ocasión, cambiará su título por el de Tragicomedia de Calisto y Melibea. Esta versión incluye cinco actos nuevos que se incluyen entre el acto XIV y el XV de la primera versión. Estos cinco actos, que reciben el nombre de "Tratado de Centurio", hace que la obra alcance los 21 actos. 

Los cambios introducidos en la obra serán explicados por el propio autor en el prólogo de la obra indicando que los lectores de la misma le hicieron saber su desacuerdo con el título original de la obra "Comedia...", dado el final de la obra en su conjunto. De igual modo, decidió ampliar la obra a demanda de su público. 

Finalmente, el título por el cual conocemos la obra hoy, La Celestina, aparecerá por primera vez en la edición de Alcalá de Henares que publicada en 1569. Este cambio, debido exclusivamente a los editores, hace referencia a la importancia de este personaje en la obra y la importancia con la cual sería percibido por el público.


domingo, 18 de octubre de 2020

El autor de "La Celestina". Fernando de Rojas

Hoy en día la crítica se muestra unánime a la hora de aceptar la sinceridad de la declaración de autoría que se nos ofrece en los versos acrósticos situados al comienzo de la obra y también de las afirmaciones realizadas en la "Carta a un su amigo", texto también incluido en la obra original. 

Según la información aportada en estos textos Fernando de Rojas concluiría la obra después de haber encontrado el primer acto de la misma sin que pueda decirnos quién era el autor de este. Por sus palabras sabemos su nombre, su lugar de nacimiento, Puebla de Montalván; su ocupación, estudiante de leyes en Salamanca y, tangencialmente, podemos intuir su fecha de nacimiento aproximada: 1470.

No obstante, el estudio de otros  documentos nos ha permitido conocer otros datos de Fernando Rojas. Por ejemplo; sabemos que se casó con Leonor Álvarez, que se trasladó en 1507 a Puebla de Talavera, localidad de la cual terminaría siendo su alcalde, y que se murió en 1547. 

Poco más podemos saber de este autor a ciencia cierta. Diferentes teorías especulan sobre la ascendencia conversa de Fernando de Rojas sin que este dato se pueda demostrar de manera inequívoca.

En todo caso, un hecho es cierto e indudable. Esta obra, la Tragicomedia de Calisto y Melibea, es la única obra que conservamos de este autor. Esto no deja de resultar llamativo pues en la obra que conservamos Fernando de Rojas da evidencias de un asombroso dominio del lenguaje literario.  


Contexto histórico-literario de "La Celestina"

La Celestina verá la luz por primera vez a finales del siglo XV, concretamente se propone como fecha de su primera edición la de 1499, en el límite, al menos cronológico, entre las dos centurias. No obstante, en muchos aspectos, la obra es un producto sumamente representativo del periodo histórico que finaliza con la llegada del siglo XVI, el denominado Prerrenacimiento. 

Tal y como señalan Felipe B. Pedraza y Milagros Rodríguez Cáceres, Las épocas de la literatura española, el siglo XV desempeña un papel capital en el tránsito de la Edad Media al Renacimiento. Según el punto de vista de estos autores, durante este siglo asistiremos a la maduración de las manifestaciones culturales e ideológicas que darán como solución, al menos en lo cultural, a formas extravagantes no exentas de cierta pomposidad bárbara. Estas serán el resultado de una imaginación agotada y de la incapacidad de llevar a la práctica una ideología que las circunstancias han demostrado inoperante. 

Veamos esto de manera práctica en la literatura. Así, los ideales caballerescos que durante siglos han dominado la creación literaria y que tenían una relativa eficiencia en la práctica, serán retomados con renovada energía durante este periodo, retorciendo los estereotipos, figuras y códigos que habían funcionado en el pasado. Este manierismo prerrenacentista se evidencia en el éxito de las novelas de caballerías o en la perpetuación y rehabilitación de los ideales propios del amor cortés que encontramos en las composiciones de cancionero. Incluso se da la posibilidad, sin duda excéntrica, de intentar llevar a la realidad estos ideales sin duda trasnochados, como refleja Suero de Quiñones en su Libro del paso honroso.

Pero al mismo tiempo que en esta época se produce esa maduración definitiva y la deformación de las expresiones culturales tardo medievales, en la Península también se producirá la progresiva asimilación de los nuevos conceptos culturales del naciente humanismo italiano. Las traducciones de obras clásicas como el De Inventione, o la Rethorica ad Herenium son una buena muestra del interés creciente por la investigación filológica y, consecuentemente, el retorno a las fuentes clásicas. También en esta época surgirán destacadas figuras como Arias Barbosa, Nebrija o Hernán Núñez que desde sus cátedras sentarán las bases de unos "studia humanitatis" que pretenden concluir con los males de una Escolástica agonizante, inspiradora de un conjunto doctrinal inútil, practicante de una lógica que más bien es logomaquia y veneradora hasta límites absurdos de un Aristóteles mal entendido y peor explicado en un latín totalmente deturpado. 

Si nos centramos ahora en lo político, el siglo XV peninsular sufrirá en sus primeros setenta años las consecuencias de un desastroso siglo XIV. Las luchas internas en los diferentes reinos cristianos marcaron las políticas de sus monarcas que pondrían en juego diferentes estrategias para consolidar su poder frente a una nobleza cada vez más levantisca. 

No obstante, al finalizar el siglo, el matrimonio entre los herederos de las coronas de Castilla y Aragón posibilitaría una política de concentración basada en el poder absoluto del monarca. De este modo los Reyes Católicos no solo llevaron a la práctica una unificación política de los reinos peninsulares, también, como consecuencia ineludible de esta, propiciaron la unificación religiosa de los mismos e incluso su unificación lingüística.  

sábado, 3 de octubre de 2020

Los actos de habla

El concepto de acto de habla presupone, desde la filosofía del lenguaje, que al comunicarnos, además de formular proposiciones verbales, ponemos en marcha diferentes acciones. Estas acciones serán diversas y si bien pueden influir en las elecciones lingüísticas no serán determinantes. 

Trataré de explicarme utilizando, al menos en parte, el ejemplo que emplea la Nueva Gramática de la Lengua Española.

Pongamos por caso que yo emito el siguiente enunciado: "Está lloviendo". Este enunciado, si me fijo en su modalidad oracional, constituirá una oración enunciativa, ya que si realmente está lloviendo yo estoy simplemente informando de una condición meteorológica.

Ahora bien, no nos será muy difícil considerar alguna situación en la cual el empleo de ese mismo enunciado no pretenda simplemente informar de la situación atmosférica. Imaginemos que mi hija preadolescente se dispone a salir de casa. Yo, como buen y amante padre, velo por la salud de mi hija y me preocupa que, como siempre, salga a la calle sin paraguas. En esta situación, en este contexto extralingüístico, la emisión del mismo enunciado desencadenará una acción y posiblemente un resultado distinto al que hemos visto más arriba. Efectivamente podremos seguir considerando que la modalidad oracional seguirá siendo enunciativa, tampoco hemos alterado gramaticalmente la oración, no obstante, mi acción verbal no pretende informar, pretende mandar (soy un padre tiránico) al destinatario que salga a la calle con el paraguas. 

Como vemos, en buena medida son las circunstancias (consideradas en un sentido muy amplio), las que determinan las acciones que realizamos al comunicarnos.

Con todo, la teoría de los actos de habla distingue diferentes momentos o acciones que se ponen en juego al comunicarnos. 

Al emitir un enunciado, independientemente de la intención que tenga, estamos realizando un acto locutivo, en nuestro ejemplo la oración enunciada: "Está lloviendo". Por su parte, la finalidad que se busca con ese enunciado constituirá el acto ilocutivo, en nuestro caso "informar" o "mandar", depende. Por último, existirá un efecto, es decir, la satisfacción de nuestra acto ilocutivo, lo que se denomina acto perlocutivo, en nuestro caso, mi obediente hija sale con el paraguas a la calle. Claro que siempre pudiera ser que mi hija no me hiciera maldito caso y saliera al mundo sin ningún tipo de protección contra las inclemencias. En ese supuesto mi hija se constipará y el acto de habla será fallido, no habrá existido comunicación. Esto habrá sucedido, probablemente, porque mi hija no habrá tenido en consideración el principio de cooperación y tampoco el de relevancia. El mal de todos los padres.