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martes, 8 de enero de 2019

La palabra como unidad. 1

Pudiera resultar, al menos a estas alturas, absurdo plantear la naturaleza lingüística de una entidad (no me atrevo a usar el término unidad) tan comúnmente aceptada como sería la palabra. 
No obstante, un antiguo profesor, al cual le debo en buena medida el mismo espíritu crítico que me lleva a cuestionar sus enseñanzas, me hizo reflexionar sobre la no poca complejidad que se encierra sobre un concepto a priori tan simple.

En primer lugar, no resulta sencillo estudiar la palabra. Se hace necesario adoptar un punto de visto y restringir el campo de juego en el cual habremos de movernos (aunque esto último, lo hago con más fe que convicción, pues tales eran las premisas básicas de las cuales partía mi antiguo profesor).

Por lo que se refiere al punto de vista es claro que podemos optar por estudiar la palabra desde una perspectiva diacrónica o desde un perspectiva sincrónica. 

Desde el primer posicionamiento deberíamos atender a la evolución tanto semántica como morfológica experimentada por la palabra, atendiendo, además, a los complejos procesos analítico-sintéticos a los cuales se ha visto sometida la lengua. 

Obviamente (al menos a mí me lo parece), este punto de vista resulta excesivo si tenemos en cuenta mis limitadas pretensiones (y luces). Consecuentemente, dejaremos esta tarea de dioses (mi profesor decía pancrónica -cosa que cuando menos mete respeto-) para mejores y más capacitados cerebros (Emiliano.... Hay queda el guante)

Más sensato resulta por lo tanto afrontar el problema desde una perspectiva sincrónica (la única interesante según el bueno de Ferdinand) y propongámonos hacerlo desde una perspectiva eminentemente morfológica. Esto implicará desechar, al menos hasta no agotar la capacidad explicativa de la morfología, explicaciones semánticas (que ya sabemos que no es gramática) o sintácticas (que aunque es gramática no es morfología -obvio-).

Visto esto, lo primero será intentar definir el término en cuestión. Claro está que no aceptaremos definiciones semánticas como la propuesta por Aristóteles : "la etiqueta de las cosas" (he puesto las comillas por aparentar pero dudo mucho que pueda considerar esto una cita textual). Ahora, pasados más de dos milenios, es fácil hacer guasa a cuenta del pobre estagirita. Pero no hace demasiado que Hernando Cuadrado consideraba a las palabras como una unidad de contenido que constituía una sentido al agrupar de manera solidaria e intencional (véase intención comunicativa) diferentes unidades significativas.

Así, dicho como lo acabo de decir, parecería que Cuadrado tiene más razón que un santo (que seguro que la tiene porque seguro lo dice de otra manera y no como esta simplificación falsaria que yo propongo, pero claro, como lo escribo yo voy arrimando el ascua a mi sardina así, de a poquitos). No obstante, este planteamiento resulta válido cuando hablamos de complejos morfológicos (palabras) que cuentan con un referente en extralingüístico. No obstante la cuestión se complica cuando nos referimos con el mismo término a unidades complejas susceptibles de ser analizadas en unidades sincréticas dotadas con valor categorial. (Qué, Cuadrado, ¿cómo se te ha quedado el cuerpo?)

Por lo tanto es obvio que no podemos fiarnos de una definición de carácter semántico. Además, ya habíamos dicho que nada de Semántica. 

Otra posibilidad de definir el concepto "palabra" es desde un punto de vista fonético: va entre pausas (bueno, esto sería más bien una cuestión ortográfica porque en el discurso no siempre es cierto), tiene acento y se realizan en un solo golpe de voz (no sé yo por qué pero lo de golpe de voz me hace gracia).

Todo esto está muy bien pero no es posible obviar las fuerzas de análisis y síntesis que de manera connatural se ejercen sobre el sistema lingüístico. Ya sé que el punto de vista adoptado era el sincrónico pero es que además de que las citadas fuerzas se han dejado sentir en el pasado (Hay están el futuro simple para dar testimonio) también es posible contemplarla en el presente. 

Fijémonos si no en los casos de verbos soporte "Hacer el tonto" o de perífrasis verbales "tener que ir" o de locuciones "caer en la cuenta". En estas construcciones sincrónicas del sistema comprobamos como se está produciendo una lexicalización, gramaticalización o ambas. Desde un punto de vista fonético cada uno de los elementos de estas construcciones cumplen con los rasgos propios atribuidos a la palabra, sin embargo ni semántica ni funcionalmente podríamos considerarlas palabras.