El tercer capítulo de Adolescencia, aprendizaje y personalidad corre a cargo de Mercè García-Milà y de Eduard Martí, profesora de la Universidad de Barcelona y profesor de la Universidad de Valencia respectivamente. Bajo el título de "Cómo aprenden", se repasa brevemente en él los mecanismos cognitivos que influyen en el modo de aprender de los adolescentes.
Parten estos autores de los estudios realizados por Piaget e Inhelder (1955, De la lógica del niño a la lógica del adolescente: ensayo sobre la construcción de las estructuras operacionales formales) para concluir que la mente adolescente varía con respecto a la mente del niño. Los adolescentes son capaces de realizar hipótesis (lo que Piaget denominará pensamiento científico), analizan las posibles soluciones a un problema y ya pueden llevar a cabo pensamientos abstractos. Estas tres características constituirán lo que se conoce como pensamiento formal. No obstante, como apuntan García-Milà y Martí, esto no resulta suficiente para comprender como funciona la mente adolescente. La eficacia con la que funcionan los adolescentes (y cualquier otra persona) a la hora de resolver un problema también depende, en gran medida, de la experiencia con que se cuenta en la resolución de problemas similares.
Esto nos lleva a considerar detenidamente el concepto mismo de inteligencia. Después de considerar las deficiencias derivadas de los sistemas de medición de inteligencia tradicionales (CI), ya clásicos desde los estudios realizados al respecto por H. Gardner, los autores se detienen a analizar la propuesta realizada por el mismo Gardner sobre los diferentes tipos de inteligencia (IM: cienético-corporal, musical, lingüística, matemático-lógica, naturalista, interpersonal, intrapersonal y espacial) para concluir que este modelo resulta mucho más adecuado para analizar y llegar a comprender (y por lo tanto actuar) las diferencias de aprendizaje que nos encontramos dentro del aula.
Ahora bien, no bastará con saber que la inteligencia es en realidad diferentes capacidades que nos permiten enfrentarnos con eficacia a diferentes tipos de problemas o generar herramientas relevantes para una sociedad dada. Resulta necesario conocer cómo se despliegan esas capacidades.
Clarificador en este punto resultará el estudio, ya clásico, realizado por Sternberg (1987-1989. Inteligencia humana). Para este autor existen tres factores clave que determinan el funcionamiento de la inteligencia.
En primer lugar está la relación de la persona con el mundo exterior. Uno será más o menos inteligente en la medida en que sea capaz de adaptarse a las exigencias del contexto en el cual debe de llevar a cabo su actuación inteligente.
En segundo lugar, la mente, actuando de una manera inteligente, pone en funcionamiento una serie de componentes: los encargados de controlar y planificar la acción, los encargados de la adquisición y la retención de la información (que estudiaremos en breve) y los encargados de poner en marcha la acción.
El último factor que resultará clave en la inteligencia es la experiencia. Esto, que ya habíamos visto más arriba, nos lleva a considerar ciertas de las ideas postuladas por el constructivismo significativo de Ausubel, Novak y Hanesian (1983. Psicología educativa: Un punto de vista cognoscitivo).
Esto nos lleva a considerar detenidamente el concepto mismo de inteligencia. Después de considerar las deficiencias derivadas de los sistemas de medición de inteligencia tradicionales (CI), ya clásicos desde los estudios realizados al respecto por H. Gardner, los autores se detienen a analizar la propuesta realizada por el mismo Gardner sobre los diferentes tipos de inteligencia (IM: cienético-corporal, musical, lingüística, matemático-lógica, naturalista, interpersonal, intrapersonal y espacial) para concluir que este modelo resulta mucho más adecuado para analizar y llegar a comprender (y por lo tanto actuar) las diferencias de aprendizaje que nos encontramos dentro del aula.
Ahora bien, no bastará con saber que la inteligencia es en realidad diferentes capacidades que nos permiten enfrentarnos con eficacia a diferentes tipos de problemas o generar herramientas relevantes para una sociedad dada. Resulta necesario conocer cómo se despliegan esas capacidades.
Clarificador en este punto resultará el estudio, ya clásico, realizado por Sternberg (1987-1989. Inteligencia humana). Para este autor existen tres factores clave que determinan el funcionamiento de la inteligencia.
En primer lugar está la relación de la persona con el mundo exterior. Uno será más o menos inteligente en la medida en que sea capaz de adaptarse a las exigencias del contexto en el cual debe de llevar a cabo su actuación inteligente.
En segundo lugar, la mente, actuando de una manera inteligente, pone en funcionamiento una serie de componentes: los encargados de controlar y planificar la acción, los encargados de la adquisición y la retención de la información (que estudiaremos en breve) y los encargados de poner en marcha la acción.
El último factor que resultará clave en la inteligencia es la experiencia. Esto, que ya habíamos visto más arriba, nos lleva a considerar ciertas de las ideas postuladas por el constructivismo significativo de Ausubel, Novak y Hanesian (1983. Psicología educativa: Un punto de vista cognoscitivo).
Señala precisamente Ausubel que "el factor más importante que influye en el aprendizaje es lo que el alumno ya sabe. Averígüese esto y enséñese en consecuencia". En esta afirmación se resume la base teórica tras la cual se encuentra toda la propuesta del aprendizaje significativo. Pero para que este se produzca es importante que se den, además, una serie de condiciones:
- Disposición de conocimientos nuevos pertinentes.
- Organización lógica y coherente del material a aprender.
- Disposición favorable del alumno.
Resulta evidente que el docente tiene mucho que hacer en este campo y que en cada una de las condiciones expuestas puede y debe actuar para llevar a cabo un aprendizaje de este tipo. Mantenerse en un tipo de aprendizaje basado en la repetición es un error pedagógico de primer orden que no podemos seguir cometiendo.
Pero, esto no bastará. De las afirmaciones realizadas hasta ahora surgen, inevitablemente, nuevas preguntas. Es necesario saber cómo se organiza y representa la información en la mente del alumno si realmente queremos poner en contacto los conocimientos ya adquiridos con los conocimientos nuevos. También debemos ser conscientes de los procesos cognitivos implicados en el aprendizaje y, por último, debemos saber como funciona la motivación en nuestros alumnos.
Por lo que respecta a la organización y representación de la información, todavía es poco lo que se sabe sobre la memoria. En este capítulo los autores se limitan a proponer un modelo modal (memoria sensorial/memoria a corto plazo/memoria a largo plazo) de la misma que yo amplío con estos breves apuntes del libro Psicología cognitiva e instrucción (apuntes todavía en construcción).
Una vez que la información queda almacenada en la memoria a largo plazo, esta se organiza en esquemas de conocimientos. El aprendizaje se produce cuando se modifican estos esquemas que, por otro lado, se convierten en una herramienta imprescindible para poder aprender.
Por último nos queda hablar un poco sobre la motivación. Conseguir que el alumno tenga una buena disposición hacia el aprendizaje es un factor importantísimo a la hora de pretender llevar a cabo un aprendizaje de tipo significativo. Normalmente este aspecto es poco trabajado y el docente se encuentra en el aula simplemente con alumnos con un enfoque profundo del aprendizaje, aquellos que se encuentran suficientemente motivados, o alumnos con un enfoque superficial del mismo. La cuestión es que es también labor del docente motivar a sus alumnos y no conformarse con las actitudes que estos, por decirlo de algún modo, traen de sus casas. Pero para poder motivar es importante saber cómo funciona la motivación.
El siguiente esquema puede que nos ayude.
Por último nos queda hablar un poco sobre la motivación. Conseguir que el alumno tenga una buena disposición hacia el aprendizaje es un factor importantísimo a la hora de pretender llevar a cabo un aprendizaje de tipo significativo. Normalmente este aspecto es poco trabajado y el docente se encuentra en el aula simplemente con alumnos con un enfoque profundo del aprendizaje, aquellos que se encuentran suficientemente motivados, o alumnos con un enfoque superficial del mismo. La cuestión es que es también labor del docente motivar a sus alumnos y no conformarse con las actitudes que estos, por decirlo de algún modo, traen de sus casas. Pero para poder motivar es importante saber cómo funciona la motivación.
El siguiente esquema puede que nos ayude.
Un enfoque estratégico de la motivación nos informará de que esta depende de tres factores: el valor que el resultado tiene para nosotros, las expectativas que tenemos de lograrlo y el hábito que tenemos de lograrlo. Consecuentemente será necesario trabajar cada uno de estos puntos si pretendemos motivar a nuestros alumnos.
En primer lugar, debemos procurar que el aprendizaje que se plantee tenga un valor intrínseco. Esto supone conectar con los intereses del alumnado de modo que el aprendizaje tenga interés de por sí para ellos.
Igualmente, debemos mejorar las expectativas que los alumnos tengan de lograr el aprendizaje. Esto guarda relación con mejorar el autoconcepto que cada uno tenga de sí mismo. Al hacerlo aumenta su autoestima y esta la motivación. Para ello debemos valorar suficientemente los progresos llevados a cabo por los alumnos, alabando aquellos que sean pertinentes. Igualmente, será útil fomentar su autonomía, ya que siempre resulta satisfactorio comprobar que somos capaces de aprender solos.
Por último, el hábito de lograr nuestros logros guarda relación con la atribución que hagamos de estos así como de nuestros fracasos. Para mejorar este punto debemos trabajar aquellos aspectos relacionados con la metacognición. Hacer a nuestros alumnos conscientes de sus procesos cognitivos y dotarlos de las herramientas necesarias para modificarlos de ser necesario, es el primer paso para que sean, cada vez más, capaces de lograr los aprendizajes a los que se enfrentan, lo cual repercutirá en su motivación iniciando de este modo un círculo virtuoso más que deseable.
En primer lugar, debemos procurar que el aprendizaje que se plantee tenga un valor intrínseco. Esto supone conectar con los intereses del alumnado de modo que el aprendizaje tenga interés de por sí para ellos.
Igualmente, debemos mejorar las expectativas que los alumnos tengan de lograr el aprendizaje. Esto guarda relación con mejorar el autoconcepto que cada uno tenga de sí mismo. Al hacerlo aumenta su autoestima y esta la motivación. Para ello debemos valorar suficientemente los progresos llevados a cabo por los alumnos, alabando aquellos que sean pertinentes. Igualmente, será útil fomentar su autonomía, ya que siempre resulta satisfactorio comprobar que somos capaces de aprender solos.
Por último, el hábito de lograr nuestros logros guarda relación con la atribución que hagamos de estos así como de nuestros fracasos. Para mejorar este punto debemos trabajar aquellos aspectos relacionados con la metacognición. Hacer a nuestros alumnos conscientes de sus procesos cognitivos y dotarlos de las herramientas necesarias para modificarlos de ser necesario, es el primer paso para que sean, cada vez más, capaces de lograr los aprendizajes a los que se enfrentan, lo cual repercutirá en su motivación iniciando de este modo un círculo virtuoso más que deseable.
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