Este libro supone que la cultura pop sufre un proceso de continua mejora. Este se debería, básicamente, a la progresiva complejidad de estos productos culturales que genera, lo cual implicaría la activación de determinados procesos cognitivos, no necesariamente nocivos, que hasta la complicación de los citados productos no se venía produciendo. El resultado de este proceso sería la modificación de los cerebros de los consumidores de cultura pop, haciéndolos, consecuentemente, más inteligentes, al menos, en algunas de las concepciones que de la inteligencia se maneja hasta la fecha (así se explicaría en parte el denominado Efecto Flynn).
Por lo tanto, se trata de un texto que se opone de manera frontal a las teorías, tan en boga hoy en día, que suponen una degeneración continua de la cultura popular. Este proceso, según señalan estos "apocalípticos", no solo implica contenidos de dudoso valor moral o ético, sino también una simplificación de esos productos. Esta simplificación haría disminuir el esfuerzo cognitivo de los consumidores y consecuentemente, idiotizaría a las masas.
Johnson, para cimentar su propuesta, analiza la estructura de diferentes productos de la cultura de masas (video juegos, televisión, internet, cine). En todos los casos demuestra que existe una evolución hacia la complejidad, procurando en todos los casos comparar manzanas con manzanas, es decir, productos culturales pop que compartan unos similares niveles de calidad. Esto, particularmente, es lo que me resulta más interesante y, tal vez, lo que más fuerza da al razonamiento del autor. Trataré de explicarme.
Johnson no afirma en ningún momento que los productos de la cultura de masas sean hoy en día comparables con las grandes productos culturales de la historia de la humanidad. Esto, como es obvio, no implica tampoco que la cultura pop no pueda llegar a generar grandes obras culturales, pero esto no es lo que se discute. Cuando Johnson realiza sus comparaciones pretende hacerlas de manera objetiva. Comparando, como sugiere el propio autor, mierda con mierda si es el caso. Lo que pretende demostrar es que la mierda de hoy en día es más compleja que la que ayer se aventaba, por poner un caso, en televisión. No voy a repetir aquí todos los ejemplos y conclusiones a las que llega el autor, para eso está el libro, pero sí que podría citar la necesidad de realizar continuas inferencias en las series de televisión actuales (también la mayor complejidad narrativa), o la creciente utilización de la inteligencia interpersonal en la comprensión de los "reality".
Lo que menos me ha gustado de este libro es la conclusión que podemos extraer de todo este asunto. Entiendo que los productos culturales sean progresivamente más complejos, en esto no hay, bajo mi punto de vista, nada de sorprendente. Como bien apunta el autor hay factores económicos y tecnológicos que determinan esa complicación, es más, que determinan la complicación de la cultura de manera general, de hecho, lo extraño es que fuera de otro modo pues, desde que el hombre es hombre, en términos generales, la cultura ha sufrido un proceso de continua complicación. Ahora bien, esto es una cosa y otra muy distinta que este proceso tenga repercusiones en la estructura cognitiva del ser humano. La falta de pruebas empíricas (tanto en el caso de los "apocalípticos" como en el caso de Johnson, he de reconocérselo) hace que las declaraciones de este tipo, amen de los juicios de valor que propician, resulten ridículos. Es en este punto en el que Johnson se excede en sus pretensiones y es justamente por lo que sus fallos se vuelven más evidentes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario