A lo largo de la Edad Media eclosionarán por toda Europa una serie de literaturas que utilizaban como lengua literaria aquellas nacientes lenguas romances resultantes de la evolución del latín.
Los primeros testimonios de los que tenemos noticias son las jarchas (3). Se trata de unas breves cancioncillas populares datadas en el siglo XI que están escritas en mozárabe y se incluían al final de composiciones cultas árabes denominadas moaxajas.
De finales del siglo XI, en esta ocasión perteneciente al área galorromana, conservamos el magnífico monumento literario de la Chanson de Roland. Pocos años después, en los primeros del siglo XII, verán la luz, en esta misma zona, los poemas de Guillermo de Aquitania.
Resultaría erróneo considerar que esta naciente literatura en lenguas romances era la única existente en la Europa de la época. Se seguía cultivando una literatura latina cuya importancia y trascendencia ha sigo suficientemente señalada por Robert Curtius en un estudio ya clásico (Literatura europea y Edad Media latina). Las obras literarias y filosóficas más representativas del periodo en el que Europa vería el alborar de sus lenguas nacionales, fueron, y durante buena parte de la Edad Media serán, escritas en latín.
Ramón Menéndez Pidal |
De lo antedicho podrá deducirse sin mayores dificultades la tercera de las características de estas obras. Resulta del todo lógico que si la literatura que estamos tratando era compuesta por el pueblo en sucesivas reelaboraciones, el pueblo tomará de sí mismo los temas a tratar. Así buena parte de las imágenes, los motivos y las situaciones que se desarrollan en estas composiciones provienen del acerbo cultural con el que, por el propio hecho de ser una colectividad de individuos, debe cargar todo pueblo.
Pero esto no es todo. Creo que ha llegado el momento plantear una pregunta a la cual el lector podrá dar ya cumplida respuesta. ¿Cuál es el fin de estas composiciones?
Efectivamente, todo apunta a que estas obras procuraban básicamente distraer al propio pueblo que las creó y, para ello, contaba con una serie de profesionales, llamados juglares, que harán de las recitaciones de esas obras un modo de ganarse la vida y el vino. No dudarán estos a la hora de utilizar elementos paradramáticos y musicales para acrecentar la atención del público que abarrota la plazuela del pueblo si con ello acrecientan en igual medida su bolsa. Apunta Rafael López Estrada en su obra Introducción a la literatura medieval española que la comunicación entre el “recreador”/recitador y su público se limitaba a cinco posibilidades: canción, recital salmódico, lectura en voz alta, lectura personal y representación teatral.
Efectivamente, todo apunta a que estas obras procuraban básicamente distraer al propio pueblo que las creó y, para ello, contaba con una serie de profesionales, llamados juglares, que harán de las recitaciones de esas obras un modo de ganarse la vida y el vino. No dudarán estos a la hora de utilizar elementos paradramáticos y musicales para acrecentar la atención del público que abarrota la plazuela del pueblo si con ello acrecientan en igual medida su bolsa. Apunta Rafael López Estrada en su obra Introducción a la literatura medieval española que la comunicación entre el “recreador”/recitador y su público se limitaba a cinco posibilidades: canción, recital salmódico, lectura en voz alta, lectura personal y representación teatral.
Cantar de Roncesvalles |
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