Escribir algo con sentido y pertinente es siempre una tarea compleja, pero esta se vuelve titánica y absurda si pretendemos hacerlo sobre una obra de Bauman. Sé (estúpido sería continuar engañándose a estas alturas) que mi capacidad es limitada y que lo que pueda llegar a comprender de las tesis de este buen hombre queda consecuentemente circunscrito a esa limitación. Apenas escucho el tañido de las campanas y no logro ubicarme pero, el tañido es tan ensordecedor...
Lo primero que me llama la atención de este libro (con los ecos de la lectura de Mundo consumo) es la facilidad con la que consigo trasladar las propuestas de sus páginas a la cotidianidad. Pongamos por caso la tesis de que los Estados-Nación han perdido el poder. No es necesario ser una lumbrera ni estrujarse demasiado las meninges para comprender que la actual situación por la que pasa nuestro país es un caso de manual de lo expuesto por Bauman. El Gobierno, con su falta de acción política, con la aceptación fatalista de las condiciones socio-económicas dictadas desde los marcos de poder global, no hace otra cosa que confirmar lo expuesto por el filósofo. En este sentido, creo que lo que los movimientos populares descentralizados que cada día se hacen oír más están pidiendo no es, en última instancia, que el Estado-Nación recupere esas cotas de poder. Esto se antoja imposible, pues los gobiernos han renunciado de facto y complacientemente a hacerlo, además no está en sus manos. Lo que esas masas piden, ya que el gobierno al renunciar a sus responsabilidades se vuelve ilegítimo, es su propio empoderamiento. La asunción de los principios de la sociedad red, de la que habla Castells, por parte de los mencionados movimientos sociales, no es otra cosa que la toma de conciencia colectiva, espontánea y natural de las nuevas condiciones que rigen el mundo (incluida la toma de decisiones políticas). A todo ello el Estado-Nación responde con el miedo, disparando a la base misma de la condición humana.
El lento pero demoledor adoctrinamiento impuesto por el capitalismo (y su sistema de valores) ha logrado dinamitar los principios de solidaridad innatos al ser humano. El hombre ha ido conquistando con su esfuerzo de hormiguita su cubículo capitalista (esos espacios seguros de los que también habla Bauman). En él tiene su ficción de libertad y si se esfuerza pasará un invierno tranquilo. Pero es una hormiga solitaria y, consecuentemente asustadiza. Tiene miedo de convertirse en cigarra, de que la devoren las termitas, de que se derrumbe su magnífico hormiguero adosado... y el miedo es tan fácil de propalar y las termitas tan fáciles de exterminar si se emplea la fuerza necesaria...
Bueno, para que seguir si todo ya es conocido.
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