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jueves, 26 de septiembre de 2013

Características y temas del Romanticismo



Entre las características más importantes del Romanticismo ya hemos apuntado en otro lugar el historicismo, el irracionalismo y el individualismo. No obstante, creemos que existen algunas otras características y temas que merecen un tratamiento más detallado. No obstante, debemos advertir que la taxonomía aquí propuesta no pretende ser ni completa ni exhaustiva, se conforma con plantear aquellas características y temas más relevantes del movimiento del modo más claro posible.

Alejamiento temporal y espacial.
Debemos a Alberto de Paz, La revolución romántica: poéticas, estéticas, ideologías, la consideración del alejamiento temporal y espacial como una de las características primordiales del Romanticismo. Los autores románticos emprenderán una ficticia “huída” que les llevará a un tiempo pretérito, habitualmente a la Edad Media, donde además de encontrar las raíces de sus naciones, hallarán el marco idóneo en el cual una serie de héroes alegóricos representarán sus alegóricas hazañas con el objeto de elevar al estadio de mito las angustias y anhelos contemporáneos.
Es importante señalar que, si bien es cierto que todo Romanticismo practica este alejamiento temporal, su significado será distinto en cada uno de los dos subtipos indicados con anterioridad. Para los partidarios del Romanticismo histórico, la Edad Media representará la nostalgia de la edad heroica en que dominaban los principios caballerescos y cristianos. Por su parte, para los románticos liberales este mismo periodo representará un amplio escenario irreal en el cual los protagonistas de sus obras, totalmente al margen de las limitaciones contemporáneas, librarán la batalla por un destino libre y feliz.
En lo espacial, predominará la huída hacia lugares exóticos, destacando como destino predilecto Oriente. Como en el caso del desplazamiento temporal, los países lejanos les servirán a los autores románticos de adecuado escenario en el cual dar solución a aquellos conflictos que experimentan en su realidad cotidiana.

El paisaje como reflejo de la intimidad del autor
El paisaje, ya sea el exótico imaginado o el cotidiano idealizado, es adaptado por el creador romántico de modo que le permita evocar su propia sensibilidad. En este sentido, la melancolía, producto de la conflictiva realidad social y de las frustraciones personales, se recrea en ambientes lúgubres y tristes, sintiendo especial fascinación por los monumentos en ruinas.

La angustia existencial.
Para Fernando Garrido Pallardó, Los orígenes del romanticismo, esta angustia no es otra cosa que miedo. Este miedo surgirá de la necesidad de responsabilizarse de la propia existencia, de elegir y, consecuente, de poder equivocarse. El romántico, en aras de la tan traída y llevada libertad, tanto existencial como, en una esfera mucho menos trascendente, creativa, ha prescindido de reglas, modelos y, en última instancia, de dioses. No obstante, y he aquí la tragedia, el individuo no puede controlar todos aquellos parámetros que configuran el entorno y determinan su ser y existir. De este desarreglo entre el querer y el poder, de esa incapacidad ontológica, es de donde surge la citada angustia. El escritor romántico, desesperado, en muchas ocasiones no logrará ver más solución que el suicidio.

La estética del terror.
Una consecuencia evidente del tema de la angustia existencial, en cuanto exponente del fracaso de las aspiraciones más profundas del ejemplar romántico, será la plasmación de esta por medio de una novedosa estética del horror.
De este modo, lo lúgubre, escenificado en cementerios, monumentos en ruinas y catedrales llenas de gárgolas, tomará, se diría que al asalto, las creaciones literarias.

Exaltación religiosa.
Junto a esta estética del terror, la exaltación religiosa funcionará como lenitivo de la mencionada angustia. El artista romántico echará mano de una religiosidad exaltada, ya se corresponda esta con el más ortodoxo catolicismo o, en sus antípodas, con un satanismo iconoclasta consecuencia directa de una realidad sentida como caótica, para intentar atenuar ese miedo apuntado por Pallardó.

Rasgos formales.
En lo formal, el Romanticismo rompe en pedazos los ideales clásicos heredados de la Ilustración. Se acabará con el pretendido decoro neoclásico, llegándose a fomentar –Víctor Hugo, “Prefacio” a Cromwell-, la mezcla de lo grotesco y lo sublime. El artista, más que en la técnica, confiará en el genio y la inspiración.
En el teatro se desterrarán las reglas seudoarístotélicas; se confunden y fusionan los géneros tradicionales y se utiliza de manera indistinta el verso y la prosa.
En no pocas ocasiones el artista, subyugado al capricho de las musas, solamente nos ofrecerá fragmentos inacabados de sus obras.
No obstante, todos estos recursos no serán empleados de manera gratuita. El autor procura alcanzar con estas medidas una novedosa expresividad. Se busca una comunicación más viva con el destinatario al tiempo que se le ofrece una visión más acabada de la realidad que se siente como proteica.

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