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jueves, 26 de septiembre de 2013

El lenguaje








El lenguaje es el instrumento con el que el hombre da forma a su pensamiento y a sus sentimientos, a su estado de ánimo, sus aspiraciones, su querer y su actuar, el instrumento mediante el cual ejerce y recibe influencias, el cimiento más firme y profundo de la sociedad humana.

L. Hjelmslev, Prolegómenos a una teoría del lenguaje.
 
1.- Lenguaje.
1.1.- Origen del lenguaje.
No resulta exagerado afirmar que el hombre siempre ha sentido una especial curiosidad sobre el origen del lenguaje. Es más que posible que esta ancestral duda se derive del papel capital que el propio lenguaje desempeña en su configuración íntima, como resultado de lo que, en un principio, debió ser una intuición trascendente, el ser humano se cuestionó sobre la procedencia de aquel atributo que, por encima del resto de los animales, le convertía en hombre.
Las primeras respuestas, en el tiempo de los mitos, consideraban que el lenguaje había sido un regalo de los dioses. Baste recordar como Adán es el encargado de nombrar a las cosas en el libro del Génesis, o como Sarasvatî, en la tradición hindú, dota de lenguaje a los mortales. Este tipo de teorías chocarán, ya en el Romanticismo, con los postulados de ciertos filósofos, entre ellos Herder y Rousseau, que concebían un origen exclusivamente humano del lenguaje. El enfrentamiento llegaría a ser tan enconado que, para evitar males mayores, la Societé Linguistique de París prohibió, de manera expresa en sus estatutos de 1866, cualquier discusión sobre los orígenes del lenguaje.
Otra hipótesis, bastante alejada de las anteriores, es aquella que podemos denominar como la hipótesis de los sonidos naturales. Según esta, las palabras primitivas podrían haber sido imitaciones de los sonidos naturales que los hombres oían a su alrededor. La existencia en todas las lenguas de onomatopeyas suele considerarse, tradicionalmente, como un argumento bastante poderoso a favor de esta teoría. No obstante, no debemos exagerar su importancia. Muy probablemente, el origen de las palabras onomatopéyicas sea ciertamente el que se ha apuntado, sin embargo, su número no es lo suficientemente significativo como para pensar que la totalidad del léxico de una lengua pueda tener este origen.Dejando a un lado el ámbito de la pura especulación, nos encontraremos con las hipótesis que George Yule, El lenguaje, engloba bajo la denominación general de glosogenética.
Este tipo de teorías se interesan, básicamente, por las bases biológicas que han permitido la formación y el desarrollo del lenguaje humano. Se trata de establecer, con el mayor rigor posible, el momento en el cual surgen aquellas características biológicas que capacitan al ser humano para emplear el habla, entendiendo que en el desarrollo evolutivo de la especie humana hay varias características físicas, o adaptaciones parciales, que parecen ser relevantes con respecto a la misma. Debemos ser conscientes de que muchos de estos rasgos, por sí solos, no hubieran dado lugar a la producción de habla, pero hay buenos motivos para creer que una criatura que los poseyera estaría capacitado para comunicarse lingüísticamente.
De este modo, observando el desarrollo de los primates, podremos constatar, en primer lugar, una divergencia entre los primates no humanos más avanzados y la línea que lleva al Homo sapiens hace aproximadamente seis millones de años.
Dentro de la línea evolutiva que conduce al hombre tal y como hoy lo conocemos, es donde podremos ir constatando esa serie de hitos evolutivos, eminentemente biológicos, que nos permitirán establecer una fecha aproximada para el surgir del lenguaje.
En este sentido podemos constatar el aumento progresivamente significativo en el volumen del cerebro (figura 1), que pasa de los 400-600 cm3 de las distintas especies de Austrolopithecus a los 1.400 cm3 del Homo sapiens. Creemos obvia la relación del aumento de la capacidad craneal con el desarrollo de habilidades superiores como el perfeccionamiento en el uso de herramientas y, lógicamente, de la más imprescindible herramienta de socialización de todas, el lenguaje.
En relación directa con el proceso recién mencionado, es posible constatar, gracias a los hallazgos arqueológicos, el empleo de una técnica cada vez más compleja, lo cual repercutirá en un creciente control sobre el medio.
Igualmente, en los restos que de los miembros de estas especies han llegado hasta nosotros, se ha podido constatar el progresivo aumento del tamaño de las marcas endocraneales que las circunvalaciones del cerebro de aquellos pliegues del córtex encargados del control del lenguaje –áreas de Broca y Wernicke- , han dejado en la parte interior del cráneo.
Si todos estos hitos unimos el retroceso de los dientes, la mayor flexibilidad de los labios, el descenso de la laringe o la lateralización del cerebro, podemos aventurar que la aparición de la especie Homo sapiens, hace aproximadamente cien mil años, es rigurosamente coetánea a la aparición del lenguaje.

1.2.- Hacia una definición del lenguaje.
Afirma Jesús Tusón en Lingüística: una introducción al estudio del lenguaje, que una definición nunca debe ser un punto de partida sino el resultado de una reflexión sistemática sobre el problema que se pretende estudiar. Es por ello que hemos decidido partir de las propiedades del lenguaje, diferenciando entre aquellas que le son exclusivas y aquellas que comparte con otros sistemas de comunicación.
Entendemos, con Jesús Tusón, Introducción al lenguaje, que en sentido estricto cabe hablar del término lenguaje para referirse exclusivamente al tipo de comunicación verbal humana. Por lo que respecta a cualquier otra forma de transmisión de informaciones, usamos el término comunicación.

1.2.1.- Rasgos propios del lenguaje.
En 1958 el lingüista norteamericano Charles F. Hockett, Curso de lingüística moderna, estableció una lista de características propias del lenguaje que permitía establecer que rasgos compartía el lenguaje con otros sistemas de comunicación. A continuación establecemos aquellos rasgos que en nuestra opinión, y en la de Jesús Tusón (Ibíd.), resultan más importantes.
  • Canal vocal-auditivo. Las lenguas tienen como base fundamental el sonido, el cual a su vez se fundamenta en el aparato vocal del emisor, mientras que su destino es el sistema auditivo del receptor. Pero esta característica no es exclusiva de los humanos. Por ejemplo, el cercopiteco de cara negra realiza un grito parecido al sonido castellano "rraup" para avisar a sus congéneres de que se acerca una serpiente.
  • Transmisión radial y recepción unidireccional. Derivada directamente de la característica anterior supone que, dado que el sonido se esparce en todas las direcciones del espacio, este se convierte en un canal privilegiado a la hora de transmitir mensajes, su transmisión es radial. No obstante, cada receptor es impactado directamente por el sonido que sigue una línea recta entre emisor y destinatario. Tampoco esta característica es exclusiva del lenguaje, sino que es común a sistemas de comunicación como el señalado más arriba.
  • Evanescencia. Las emisiones sonoras se disipan una vez emitidas, es decir, “a las palabras se las lleva el viento”. Esta característica es común a todo sistema de comunicación basado en el canal auditivo, pero, contra lo que podría pensarse, supone una enorme ventaja, puesto que la emisión, una vez agotada, deja lugar a otras emisiones, siendo posible, en todo caso, que si alguien no nos ha comprendido en un primer intento, nos pida que repitamos el mensaje para, de este modo, dar comienzo a un diálogo.
  • Semanticidad. Las señales lingüísticas tienen una doble dimensión: por un lado son realidades perceptibles sensorialmente, y por el otro transmiten significados. En la medida que las señales de los delfines o de los cercopitecos de cara negra repercuten en la conducta de los otros miembros de la especie, hay que decir que esta característica tampoco es exclusiva de las lenguas naturales de los humanos.
Las seis características que presentamos a continuación son exclusivas de las lenguas humanas y se dan de forma universal.
  • Arbitrariedad. Las señales lingüísticas son independientes de la materialidad de los objetos que designan. Ello significa que la vinculación entre la realidades y las palabras que empleamos para designarlas –problema que viene acuciando a la humanidad desde que Platón dejara constancia del mismo en su diálogo Cratilo- es fruto de un pacto arbitrario o convencional; cada grupo de hablantes ha convenido unas formas verbales propias, en ningún caso surgidas por obligación a partir de las características de los objetos –excepto el caso de las onomatopeyas-.
  • Desplazamiento o independencia temporal. Las abejas, que cuentan con su sofisticada danza, no pueden referirse al néctar que irán a buscar mañana por la mañana, ni los cercopitecos de cara negra pueden conversar sobre el león que les amenazo la semana pasada. Sin embargo, una característica de las lenguas del mundo es que en todas ellas es posible superar los límites del momento presente; se puede recordar el pasado y se puede prever el futuro.
  • Dualidad o composicionalidad. Las lenguas humanas constan principalmente y de manera universal de dos niveles estructurales, la doble articulación del lenguaje que apuntara André Martinet en sus Elementos de lingüística general. Así, “la primera articulación del lenguaje es aquella con arreglo a la cual todo hecho de experiencia que se vaya a transmitir […] se analiza en una sucesión de unidades, dotadas cada una de una forma vocal y un sentido, mientras que la segunda articulación supone que “cada una de estas unidades de la primera articulación presenta, como hemos visto, un sentido y una forma vocal. Pero no puede ser analizada en unidades sucesivas más pequeñas dotadas de sentido […] la forma vocal es analizable en una sucesión de unidades.
Esto significa que contaremos con signos como por ejemplo vaso que transmite información [RECIPIENTE]. Estas son las unidades básicas de la significación, pertenecientes a la primera articulación. Pero estas piezas están construidas con elementos menores pertenecientes al segundo nivel /b/ /a/ /s/ /o/.
  • Productividad. La característica anterior, combinada con las posibilidades de las estructuras sintácticas y de las construcciones textuales, tiene como consecuencia que la cantidad de mensajes sea, en principio, infinita. Como estableciera Wilhelm von Humboldt, si el pensamiento humano no tiene límites, el instrumento con el que lo expresamos, el lenguaje, también debe tener esta condición ilimitada.
  • Disimulación o falsificación. El lenguaje es el único sistema de comunicación que permite la transmisión de información errónea o falsa, siendo consciente plenamente de la calidad de dicha información el emisor del mensaje. Esta característica está en la misma base de los enunciados irónicos.
  • Reflexividad. Las lenguas normalmente sirven para hablar de las personas, de los objetos, de las situaciones y de los acontecimientos del mundo real. Pero la potencia de las lenguas permite, sobre todo, que podamos hablar de las propias lenguas. “Antonio” es un nombre propio; “Hoy” es un adverbio.
Estas características constituyen una definición de los rasgos esenciales lenguaje como facultad humana y también se aplican a todas las lenguas del mundo en las cuales se concreta esta facultad.

1.2.3.- Un intento de definición.
Creemos que una vez establecidas las principales características del lenguaje estamos capacitados para intentar un esbozo de definición del lenguaje. De este modo, el lenguaje es un sistema de comunicación y autoexpresión, de base vocal y auditiva, propio y exclusivo de los seres humanos. Este sistema consta de un léxico arbitrario o convencional y, además, de unas reglas combinatorias que permiten la construcción de una cantidad de secuencias en principio infinitas. El lenguaje, como facultad única y común de la especie humana, se realiza en alguna de las, aproximadamente, seis mil lenguas.


2.- Esquema

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