El
interés por el texto es un problema relativamente reciente, surgida
con especial ímpetu en la década de los 60 del siglo XX; surge
porque la gramática, con sus rígidas estructuras sintácticas no es
capaz de explicar toda la riqueza expresiva de la lengua.
Inicialmente
la lingüística marginaba la verdadera comunicación, es decir, era
ajena al fondo comunicativo de los mensajes. Fiel a su objeto de
estudio, el lenguaje, y a los instrumentos fundamentalmente
lingüísticos, se desarrollaba como una disciplina con ciertas
carencias verdaderamente relevantes. Con el paso del tiempo, la
lingüística extendió sus fronteras y dejó paso a los verdaderos
usos de la lengua y con ello a la concepción del texto como unidad
comunicativa adecuada a cada contexto.
A mediados del siglo XX,
como decíamos, y tras la crisis del signo en la semiótica a cargo
de Hjemslev, momento en que se llega a la conclusión de que
los signos deben ser analizados en el interior de los textos, nacerán
nuevas disciplinas. Gracias a las obras de Austin, Cómo
hacemos cosas con palabra y Searle, Speech Acts,
recibidas con sumo interés por parte de la pragmática, así
como las de Hymes, Language in culture and society: A
reader in linguistics and antropology, que inaugura la etnografía
de la comunicación, o la de Labov, clave para la
sociolingüística, se observa un claro desplazamiento desde modelos
oracionales a modelos pragmáticos, psicológicos y sociales. El
texto deja de ser una mera secuencia de oraciones gramaticales y se
convierte en una unidad dotada de sentido propio. De hecho, las
unidades sintácticas que al tiempo son unidades comunicativas pasan
a recibir el nombre de enunciados, de forma que el enunciado es la
unidad mínima de comunicación.
Las anteriores unidades
se estructuran en dos partes: por un lado el MODUS (cómo se dice) y
por otro el DICTUM (lo dicho). Estas últimas, abarcables por
criterios gramaticales no presentarán problemas, pero con respecto a
las propias del MODUS habrá que solucionar las lagunas que se
presentan puesto que no son explicables desde una metodología
tradicional. Es por esto que nace la gramática del texto para
describir esas unidades y al mismo tiempo explicar las relaciones que
esas unidades mantienen entre sí y las reglas que gobiernan esa
interacción.
Así, la lingüística
del texto comienza a estudiar la lengua como medio de comunicación
social, es decir, como la unidad comunicativa básica.
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