Micka Bal, Teoría de la narratología, define a los
acontecimientos de un texto narrativo literario como la transición
de un estados de cosas o otro distinto. Pese a lo aparentemente
sencillo de esta definición, los acontecimientos resultan un
elemento crucial dentro del género narrativo constituyendo la base
del mismo. No es posible narrar sin acontecimientos.
Una de las preocupaciones esenciales de la narratología ha sido
establecer cómo se organizan los acontecimientos en el texto
literario. Aristóteles propondría que estos mantienen una relación
cronológica, unos suceden después de otros, y causal, unos
dependerán causalmente de otros. No obstante, la ciencia
narratológica agrupó los acontecimientos en motivos, una noción
semántica-literaria que los considera como una noción conceptual de
carácter central que parcela las diferentes esferas de la realidad.
Los motivos, que pueden llegar a anular la organización de carácter
cronológico o causal, establecen relaciones entre los diferentes
acontecimientos narrativos en función de su significación en el
conjunto de la obra.
Más productivo sería el concepto de función adoptado por Vladamir
Propp en su obra Morfología del cuento. La función sería
una constante, identificable en distintos textos literarios de
carácter narratológico (Propp sistematiza treinta y dos funciones
presentes en el cuento popular), que colabora a codificar la acción
de un personaje en función del papel que esa acción juega en el
desarrollo de la trama.
Las aportaciones realizadas por Propp llevó a los teóricos de la
literatura a intentar establecer modelos narrativos que respondieran
de manera sistemática y arquetípica a la organización de las
funciones en un texto. Así, surgirían los primeros intentos por
parte del estructuralismo literario francés. Greimas y Todorov
intentarían sin éxito una gramática narratológica que contaba con
una valiosa impronta descriptiva pero que resultó esteril al carecer
de valor poyectivo de validez universal.
Más afortunado resultó el esfuerzo de Claude Brémond y Roland
Barthes. Estos autores crearían un sistema lógico de carácter
binario que organizaba las funciones generando secuencias. Una
secuencia elemental estaría formado por una primera función que
inaugura un proceso dando origen a dos posibilidades. Una segunda
función resolvería la virtualidad anterior desencadenando una
acción. Por último, una última función resolvería la acción.
Obviamente estas secuencias elementales se podrían complicar
generando secuencias complejas.
El sistema organizativo planteado por Brémond y Barthes cuenta con
indudables ventajas a la hora de establecer la estructura de los
acontecimientos. No obstante, al basarse en presupuestos de carácter
lógico, el sistema resulta inoperante cuando se pretende aplicar a
textos que no responden a la lógica.
Esto llevó a Barthes a replantear su teoría en “Introducción al
análisis estructural del relato”. En este artículo planteará una
organización jerárquica de los acontecimientos en función del
papel que juegan en el desarrollo de la trama. De este modo
distinguirá entre funciones nucleares, cruciales en el desarrollo de
la intriga y catalisis, sin relevancia en el desarrollo de la
intriga.
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