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miércoles, 28 de noviembre de 2012

La crisis de fin de siglo en el ámbito hispánico. Una aproximación al Modernismo





Apuntes extraídos del libro de Pedraza y Rodríguez Cáceres Las épocas de la literatura española.



El concepto de Modernismo

La renovación estética y cultural que supone la crisis de fin de siglo recibió en los países de habla hispana la denominación de Modernismo. Se trata de un movimiento de carácter sincrético que reúne en sí buena parte de los rasgos propios de las escuelas y tendencias surgidas en Europa y América en este periodo. Son tres las posturas teóricas que la crítica ha mantenido con respecto al mismo.
Una parte de la crítica, a la cabeza de la cual cabría situar a Marinello (Sobre el modernismo. Polémica y definición), supone que se trata de una corriente de renovación formal efímera y extranjerizante. Se caracterizaría por surgir en países hispanos que adoptan los clichés parnasianos y decadentes. Consiste en un arte evasivo que siente predilección por el lenguaje suntuario y lujoso, que emplea nuevos metros y técnicas brillantes y sorprendentes. En última instancia, supondría la mezcla del idealismo prerrafaelista con la bohemia parisina.
Para otro sector de la crítica el Modernismo constituiría un movimiento amplio que evolucionó desde el mero esteticismo hacia la preocupación sincera y honda por las cuestiones humanas. Solo una serie de autores menores quedarán anclados en los clichés juveniles de la primera época. Será Henríquez Ureña (Breve historia del modernismo) quien plantee la existencia de dos etapas claramente diferenciadas.
Durante la primera etapa del Modernismo se generalizará el culto preciosista de la forma, lo cual favorecerá una voluntad de estilo que caerá fácilmente en el refinamiento artístico y en el amaneramiento.
Superada esta fase, los autores modernistas, sin abandonar del todo la voluntad de estilo que caracterizó la etapa anterior, pasarán a ocuparse de aquellos núcleos temáticos más relacionados con la existencia humana.
Esta propuesta teórica resulta especialmente atractiva pues explica convenientemente la evolución que es posible detectar en algunos autores de la época, además de establecer conexiones claras entre las dos etapas propuestas.
Una última concepción del Modernismo supone que este constituye más bien un concepto de época. En él tendrían cabida todas las manifestaciones artísticas del momento. Debemos a Federico de Onís (prólogo de su Antología de la poesía española e hispanoamericana) la consideración del Modernismo como la expresión hispánica de la crisis de fin de siglo, idea que ha resultado especialmente fecunda y que, entre otras, inspira la concepción que de este movimiento proponen Pedraza y Rodríguez en su obra Las épocas de la literatura española. Dirá Onís:
El modernismo es la forma hispánica de la crisis universal de las letras y del espíritu que inicia hacia 1883 la disolución del siglo XIX y que se había manifestado en el arte, la ciencia, la religión, la política y gradualmente en los demás aspectos de la vida entera, con todos los caracteres, por lo tanto, de un hondo cambio histórico, cuyo proceso continúa hoy. 
En todo caso, el Modernismo debe ser entendido al margen de los principios artísticos por el propuesto. Es decir, se hace necesario contemplarlo desde una perspectiva mucho más amplia, asumiendo que el ímpetu innovador y la reacción contra los patrones imperantes no afectan únicamente al arte, sino a todos los aspectos de la vida.

El concepto de Generación del 98

Con tal denominación se viene haciendo referencia a un grupo de escritores españoles que llevaron a cabo a finales del siglo XIX una renovación estética e intelectual de las letras españolas. Común a todos  será un sentimiento de honda preocupación por el porvenir de España. Esta inquietud está íntimamente relacionada con las ideas regeneracionista que con anterioridad al Desastre estaban ya presentes en la intelectualidad española. Se hace necesario denunciar todos aquellos males patrios que explican la penosa situación de la España contemporánea. Resulta preciso, al menos desde su punto de vista, buscar la auténtica raíz de lo español, lo que Unamuno denominará su "intrahistoria". Una vez descubierto será posible comenzar a edificar sobre el poderoso substrato de lo hispano una España totalmente nueva, moderna y próspera. Con este propósito en miente se echan a los caminos de la patria. Recorrerán pueblos, aldeas, ciudades, para terminar todos coincidiendo en Castilla, ese centro con tanto ya entonces de periférico que, en virtud de su paisaje y su paisanaje, se convierte en la metáfora perfecta de lo ensencialmente hispano.  
Paralelamente a estas inquietudes, experimentarán estos autores el peso de la angustia existencial. No serán pocos los que se cuestionarán el destino del hombre y su relación con dios. Entiendo que en esto se comportan, al igual que todos los miembros de su generación, como buenos hijos de su tiempo. La crisis que como vemos afecta a las artes y al espíritu, y de la cual ya tanto hemos ido diciendo, no puede dejar de influir en estos escritores. Cuestionarse el papel del hombre en el mundo es un modo de reaccionar bastante lógico cuando el mundo mismo está en cuestión.
En la medida en que todas estas preocupaciones iban ganando importancia, los escritores comienzan a desatender los aspectos formales de sus composiciones. Prefieren la sencillez expresiva, aunque esto no les haga renunciar a los avances formales del impresionismo o el simbolismo.

Pero, ¿existió realmente la Generación del 98?

Hoy en día la crítica parece unánime al considerar que la Generación del 98 como tal no existió nunca. La división tajante establecida por Diaz-Plaja (Modernismo frente a Noventa y ocho) entre el Modernismo y la Generación del 98 fue convenientemente refutada por Juan Ramón Jiménez en su conferencia El Modernismo y por Ricardo Gullón en La invención del 98 y otros ensayos. El mismo Pedro Salinas, que es el primero en distinguir los dos movimientos, se corregiría a sí mismo con el paso de los años.
Se considera hoy que los miembros de la pretendida generación forman parte del llamado Modernismo, si bien cuentan con ciertos rasgos que nos permite hablar, con Dámaso Alonso, de una actitud noventayochista. Otros autores, entre los que cabría incluir a Pedraza y Rodríguez (op. cit.), prefieren hablar de una amplia Generación de fin de siglo en la cual tendrían cabida tanto los autores modernistas como los miembros del 98.
En todo caso, lo que sí parece fuera de toda duda, es que el concepto de Generación del 98 fue una invención de la crítica. Este es el motivo por el cual presenta múltiples debilidades y las bondades pedagógicas que cabría suponerle desaparecen cuando solo nos encontramos contradicciones (hay autores  que son modernistas para unos señores mientras que otros los consideran noventayochistas, uno de los más acabados representante del grupo no puede formar parte del mismo por criterios de edad, la inmensa mayoría de los escritores que se incluyen en el grupo niegan su existencia...). Resulta por lo tanto estéril perder más tiempo considerando la cuestión.

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