El taller del pintor, Courbet, 1855. |
La novela realista no surgió de la nada. Existieron toda una serie de formas narrativas que de algún modo colaboraron a la construcción de esa nueva manera de novelar que representaba el Realismo. Entre estas, pese al desprecio con que parece contemplarlas don Benito Pérez Galdós, jugaron un papel capital tanto los folletines como las novelas por entregas. Este tipo de composiciones, cuyo autor más destacado sería Wenceslao Ayguals de Izco, exportador del género, precisaban describir con detalle los ambientes en los que se desarrollan sus narraciones. La vida urbana de la sociedad contemporánea, los interiores de las casas burguesas o la pobreza de los barrios marginales pasaron a ser pintados ante los ojos del lector con tintes vivos y verosímiles. El desarrollo en estas obras de las técnicas descriptivas serían, al menos en parte, asumidas por los escritores realistas del siglo XIX.
Wenceslao Ayguals de Izco |
Otro precedente de la novela realista lo encontramos en el cuadro de costumbres. El afán por escudriñar la realidad, por describir hábitos y usos sociales, influirá de manera decisiva en la nueva manera de novelar. No obstante, de la misma manera que los cuadros de costumbres sirvieron de acicate a una novela que tendría como premisa fundamental la observación de la realidad, funcionó también como fuerza centrífuga que impedía la consolidación del género. En los cuadros de costumbres la descripción se convierte en protagonista de la narración desplazando, y en no pocas ocasiones haciéndola desparecer, la trama. Esto, como es lógico, se enfrentaba directamente con las características de la novela que, por encima de todo, es suceso, acontecimiento, trama. De este modo, los cuadros de costumbres proporcionaban a la naciente novela tanto una serie de herramientas valiosas como un serio escollo que refrenaba su eclosión.
No podemos dar por concluido el presente epígrafe sin hacer mención de las denominadas novelas de sucesos contemporáneos. Este tipo de composiciones trataban asuntos de la historia cercana. Entre ellos parece existir una especial predilección por los acontecimientos de la Guerra de la Independencia, tal y como ejemplifica la obra de Juan de Ariza El dos de mayo. Igualmente, se tratarán problemáticas rigurosamente coetáneas, lo cual obligaba a sus creadores a tratar hechos y circunstancias concretas. Serán este tipo de composiciones las que, a juicio de Pedraza y Rodríguez (Las épocas de la literatura española), se convertirán en el más inmediato precedente de la novela realista.
Evolución de la novela realista
El desarrollo de la novela realista-naturalista pasará por distintas fases. En un principio los escritores comprendieron que el formato de la novela les permitía demorarse en las descripciones de todo aquello que rodeaba a la acción principal. Esto propició que las novelas de sucesos contemporáneos evolucionaron adquiriendo una mayor coherencia en sus argumentos y dotando a sus personajes de mayor profundidad. La fontana de oro, El audaz o La sombra, todas ellas de Galdós, son ejemplos representativos de este tipo de composiciones.
Juan Valera |
En estos primeros tiempos de la narrativa realista nos encontramos también con el llamado realismo idealizante de Juan Valera. Se trata de unas obras que, valga la paradoja, participan de postulados clasicistas en la misma medida que lo hacen de preceptos platónicos. En obras como Pepita Jiménez o Doña Luz, Valera profundiza en el análisis psicológico de sus personajes al tiempo que los sitúa en una naturaleza idílica.
La llamada novela de tesis, donde la trama se sitúa al servicio de las ideas morales o políticas de su autor, es igualmente un importante exponente de la novela realista todavía en ciernes. Benito Pérez Galdós escribiría obras como Doña Perfecta o Gloria que censurarían claramente la intransigencia religiosa.
Pedro Antonio de Alarcón |
Una postura diametralmente opuesta mantendría Pedro Antonio de Alarcón, quien en El escándalo o El niño de la bola, defendería posturas que bien podríamos considerar de ultracatólicas. Presupuestos antiliberales no exentos de sátira encontraremos en El buey suelto o Don Gonzalo, González de la Gonzalera, ambas de Pereda.
La publicación en 1881 de La desheredada de Galdós marcará el comienzo de lo que rigurosamente podemos considerar novela realista. La obra, que no fue muy bien recibida por el público, se basa en la observación libre de la realidad, renunciando a toda tesis pero recreándose en la descripción de los ambientes sórdidos por los que se mueve su protagonista. El decidido y entusiasta apoyo con que Leopoldo Alas y Giner de los Ríos acogieron la obra de Don Benito, fueron decisivos a la hora de fijar la determinación con la que nuestro escritor continuaría con la senda de la novela realista recién iniciada. Fruto de esta determinación sería la serie “Novelas contemporáneas”.
Por lo que se refiere al Naturalismo español la cuestión no deja de estar exenta de polémicas. Mientras Pedraza y Jiménez (op.cit.) consideran que se trataron algunos de los temas y se utilizaron buena parte de las técnicas naturalistas en obras como La cuestión palpitante de Emilia Pardo Bazán, autores como Beyrie en su artículo “A propósito del naturalismo: problemas terminológicos y perspectiva literaria en la segunda mitad del siglo XIX”, dudan seriamente sobre la existencia de un Naturalismo español, señalando que lo que otros críticos creen identificar como tal no es otra cosa que el influjo de las obras más significativas de este movimiento escritas al otro lado de nuestras fronteras.
Emilia Pardo Bazán |
Personalmente creemos que el Naturalismo, de haberse dado en nuestro país, no se caracterizó por la virulencia con que creció en otras literaturas. Nuestros escritores no llegaron a aceptar el determinismo promulgado por Zola. Tampoco sus obras resultaban tan morbosas, ni desagradables y obscenas. Se trataría pues de un Naturalismo matizado, en el que el patetismo nunca alcanzaría las cotas de Los Rougen-Macquart. Historia natural de una familia en el segundo Imperio.
La década comprendida entre 1880 y 1890 será la que aportará a la literatura nacional las piezas maestras del Realismo. Junto a la ya citada La desheredada, Galdós produciría, en estos años, obras tan significativas como Tormenta, Fortunata y Jacinta o Miau. Pereda daría a la imprenta Pedro Sánchez y Montálvez, además de una serie de obras donde utilizará la observación y las técnicas naturalistas, pero prescindiendo por completo de su temática, sustituida por la evocación de su patria chica, la montana cántabra. (El sabor de la terruca, Sutileza, Peñas arriba). Por estos mismos años Doña Emilia Pardo Bazán publicará La madre naturaleza, La Tribuna, y Los Pazos de Ulloa; Clarín La Regenta y completarán el panorama escritores como Octavio Picón, Armando Palacio y José Ortega Munilla.
Después de 1890 se producirá un paulatino proceso de interiorización en la novela. Las descripciones perderán protagonismo y los personajes estarán más desarrollados. Ejemplos de este tipo de composiciones serán Ángel Guerra y Misericordia de Benito Pérez Galdós o La quimera y La sirena negra de Emilio Pardo Bazán. Juan Valera, que había dejado de escribir en la época de mayor esplendor de la novela realista, volverá a publicar con su obra, de cariz idealizante, Juanita la larga.
Rasgos principales de la novela realista-naturalista
Podemos resumir en los siguientes rasgos las características más destacadas de este tipo de novela:
- Observación de la realidad desde un punto de vista eminentemente burgués, pero no por ello exento de crítica hacia esa clase social.
- Los ambientes que predominan en este tipo de composiciones son los urbanos, especialmente Madrid. Estos tienen una serie de connotaciones positivas frente a las negativas, en concreto el oscurantismo, de las que se suelen cargar los ambientes rurales.
- De forma general se suele dejar en un segundo plano a los sectores del proletariado. Esto respondía al miedo que comenzaba a experimentarse ante la progresiva organización del mismo.
- El personaje prototípico y protagonista será el burgués y será su problemática la que se destile en las páginas de estas novelas. Sus circunstancias, especialmente las económicas, serán las que se ventilarán en estas novelas.
- En ciertas ocasiones el interés naturalista puede propiciar que el objeto de la observación se desplace al mundo marginal.
- Se cumple una serie de rigurosas exigencias artísticas:
- Creación de un mundo autónomo.
- Presencia de un narrador omnisciente.
- Abundancia de descripciones.
- Presencia importante de diálogos lo cual proporciona al lector una sensación de mayor proximidad a lo narrado en la novela.
- Presencia del monólogo.
- Minuciosa caracterización de los personajes que se encuentran dotados de una compleja psicología que evoluciona en el tiempo narrativo.
- Utilización de aquellas variantes sociales y geográficas que colaboren a hacer más verosímil la narración.
- Búsqueda por encima de todo de la eficacia narrativa que se encuentre en consonancia con los presupuestos realistas en detrimento de los primores estilísticos.
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