Nos ocuparemos aquí de un periodo corto pero intenso de la historia de España, el que transcurre entre 1890 y el comienzo de la guerra europea. Son algo más de veinte años en los que los acontecimientos políticos y sociales se sucederán a gran velocidad. La Restauración da sus últimas bocanadas y comienzan a esbozarse los movimientos socio-políticos que habrían de enfrentarse en nuestra guerra civil.
La última década del siglo XIX
Sagasta |
La restauración borbónica da, ciertamente, lugar a un régimen sumamente estable, pero que no deja de contar con importantes deficiencias. El sistema de alternancia pacífica promueve el fraude electoral, que se convertirá en el pan de cada día de una democracia que no pasa de ser nominal. Los votos están en manos de los caciques que los distribuirán de acuerdo a sus necesidades y apetencias. Se crea de este modo un sistema clientelar que solo favorece la corrupción y la perpetuación del "pucherazo".
No obstante, la cuestión más trascendente de este periodo, será sin lugar a dudas la guerra de Cuba y sus desastrosas consecuencias.
Cánovas |
Cuba venía siendo un problema desde 1868, cuando da comienzo la primera guerra colonial en la Isla. Sin embargo, tras un breve periodo de paz, la situación vuelve a enconarse en 1895 con el estallido de una sublevación independentista encabezada, entre otros, por el poeta José Martí. Sagasta, que se encontraba en el gobierno, dimitirá, sucediéndole Cánovas, presidente del partido conservador y partidario de resolver el problema de Cuba antes de entablar conversaciones con los insurrectos. Su asesinato en 1897 obligará a Sagasta a volver al gobierno. Una de las primeras decisiones de Sagasta será la de dotar a Cuba de una amplia autonomía. Su pretensión era la de pacificar la Isla y evitar de este modo una guerra abierta con los Estados Unidos. Fracasó.
El 15 de febrero de 1898 el acorazado norteamericano Maine se incendia y se hunde en el puerto de La Habana. El gobierno estadounidense responsabiliza a España del suceso y le declara la guerra. El gobierno español es empujado por los sectores ultranacionalistas del país a una guerra imposible de ganar. La derrota es aplastante y el diez de diciembre de ese mismo año se firmará en París un armisticio. Además de a las cuantiosas pérdidas humanas, España debía hacer frente a las indemnizaciones de guerra, perdía Cuba, Las Filipinas, Puerto Rico y Guam en las Islas Marianas.
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Después del Desastre
Tras la pérdida de las colonias nada cambió sustancialmente. Se continuó cumpliendo la alternancia pacífica en el gobierno y a Sagasta le sustituyó el presidente de la Unión Conservadora, Francisco Silvela. Este intentó modernizar el país, pero todos sus esfuerzos no fueron suficientes para acallar las voces críticas de las organizaciones regeneracionistas (16) de la Unión Nacional.
En este periodo cobrarán fuerza tanto los nacionalismos (catalán y vasco) como los movimientos obreros. Los representantes políticos de socialistas y republicanos serán capaces de conseguir actas de diputados pese al fraude electoral.
Francisco Ferrer |
En 1909 España comenzará la ocupación del Norte de África. Le mueve a esta trasnochada aventura colonial intereses económicos, pero junto a dinero y muertos, las arenas del desierto africano darán origen a no pocos conflictos en el territorio peninsular. El más trágicamente célebre de todos ellos será la "Semana trágica" de Barcelona. La movilización de reservistas para acudir a la guerra de Marruecos provocó las airadas protestas del pueblo barcelonés. Antonio Maura, a la sazón presidente del gobierno conservador, ordenó reprimir contundente los disturbios que se habían generalizado en las calles de la Ciudad Condal, manda detener a los cabecillas y fusila al pedagogo anarquista Francisco Ferrer y Guardia. La muerte de Ferrer provocaría las protestas de los grupos de izquierdas europeos y americanos, surgiendo también en España una fuerte oposición al gobierno de Maura. Finalmente, el rey retira su confianza a Maura llamando a Canalejas, el nuevo líder del partido liberal, para formar gobierno. Canalejas pondrá en marcha toda una serie de reformas sociales inspiradas en el liberalismo europeo, pero su asesinato en 1912 le impidió profundizar en estas políticas.
El estallido de la Primera Guerra Mundial dividió, pese a la neutralidad española, la sociedad del país en dos bandos. Por un lado estaban los simpatizantes de Alemania, en su mayoría de ideología conservadora, frente a ellos los partidarios de las izquierdas apoyaban a las fuerzas aliadas. Esta división acrecentará las tensiones, ya de por sí evidentes, que existían en la política española. En lo económico, al menos para las clases burguesas, la guerra supuso una época de expansión. Se vendía todo aquello que se producía y los beneficios de su exportación eran tales que llegó a desabastecerse, paradójicamente, el mercado interior.
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