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miércoles, 31 de enero de 2018

Los corrales de comedia

Desde mediados del siglo XVI se convertirán en espacios fijos destinados a la representación teatral. Su explotación correría a cargo de instituciones piadosos o los llamados hospitales benéficos, resultando muy difícil que esa explotación recayera en manos de un particular.

Se ha insistido a menudo de como la distribución del corral de comedias reflejaba la estratificación social de la época. Este reflejo, que efectivamente se producía tanto sobre las tablas como en el propio espacio físico del corral, suponía que cada clase social debía ocupar un lugar concreto dentro del corral.

Lo primero que se encontraba un espectador del siglo XVI y XVII nada más entrar en un corral de comedias era el escenario. Al fondo, en la pared que quedaba frente por frente de la entrada, sobre un escenario levantado con tablas, se realizaba la representación. La pared que quedaba tras este escenario era aprovechada para colgar en un principio elementales decorados. De igual modo, las ventanas o balcones del edificio eran aprovechados como útiles elementos esceneográficos. El escenario solía contar con un par de cortinas, una en cada lateral, que facilitaban la entrada o la salida de los personajes a la escena.

Inmediato al escenario, de cara a él, se situaban una serie de bancos reservados para la burguesía. Por su parte, los miembros más influyentes de la sociedad ocupaban los balcones o ventanas laterales.

Tras los bancos de la burguesía quedaba un espacio libre donde, de pie, se instalaban los mosqueteros, los representantes masculinos del pueblo llano. Sobre ellos, encima de la puerta, en un espacio acotado denominado cazuela, se instalaban las mujeres de su misma estración social.


Finalmente, las buhardillas de las casas de vecinos eran reservadas a los poetas y autores teatrales que, en amigable tertulia, solían comentar la obra que se representaba.

Antecedentes de la Comedia Nueva

A principios del siglo XVI irán madurando diferentes tipos de manifestaciones del arte escénico que colaborarán a preparar el camino para que, a finales de la centuria, se produzca la revolución teatral que ha dado en denominarse como Comendia nueva o Teatro nacional.

Así, al comenzar el siglo, tres serán las vetas que han de alimentar el género dramático. Por un lado, como continuación del teatro que venía realizándose durante las últimas centurias, encontraremos un teatro de carácter religioso. Este teatro, vinculado a las festividades religiosas, especialmente a la de Corpus, comenzó a realizarse en espacios públicos sobre las tablas de carromatos. Su éxito provocaría, como veremos, que surgieran todo un grupo de profesionales vinculados a estas representaciones y, consecuentemente, la necesidad de ampliar el margen temporal de estos espectáculos.

Por otro lado, surgirá un teatro universitario o escolar. Estas obras, que tan caras resultarían a los miembros de la Compañía de Jesús, solían representarse en latín y tenían una temática de carácter culto.

Finalmente, contaríamos con un teatro cortesano. Este tipo de representaciones, vinculadas a los salones palaciegos, comenzarían como momos o simples recitaciones con escaso desarrollo espectacular para ir acrecentando su carga dramática.

La evolución de todos estos caminos, en especial del primero de ellos, provocó que el teatro saliera de los salones palaciegos y universitarios al tiempo que descendía de los carros o, mejor dicho, sustituyese los carros por las tablas más o menos estables de los corrales de comedias. Las compañías encargadas de las representaciones religiosas se profesionalazarán y procurarán dotar de mayor regularidad sus representaciones. Capital en esta evolución será la aparición de importantes creadores teatrales como Torres Naharro, Juan de la Cueva o Lope de Rueda. A estos autores cabría añadir la llegada desde Italia de toda una serie de representantes que introducirán en nuestra tradición dramaturgia aspectos propios de la “comedia del arte”.


Por otro lado, las compañías procurarán disponer de espacios fijos que asegurarán la estabilidad de su trabajo. Al mismo tiempo, las instituciones piadosas y los hospitales benéficos vieron en la explotación de estas representaciones una prometedora fuente de ingresos. Surgirán así los denominados corrales de comedias: espacios teatrales de carácter permanente que se instalaron en las corralas de vecinos de las principales ciudades y cuya explotación corría a cargo de las instituciones anteriormente mencionadas.

Los géneros literarios en el positivismo, formalismo ruso y new criticism.

 La llegada del positivismo filosófico también influyó en el desarrollo de la concepción de los géneros literarios. Así, para Brunetiere, La evolución de los géneros en la historia de la literatura, los géneros se comportarán como organismos vivos. Esta visión, eminentemente deudora de la Teoría de la evolución de las especies de Ch. Darwin, implica que los géneros nacerán, se desarrollarán y terminarán desapareciendo, ya sea al ser sustituidos por otro nuevo género o por transformarse, al evolucionar, en otro nuevo género.

En el caso del denominado formalismo ruso, la cuestión de los géneros literarios será estudiada desde diferentes perspectivas. Sklovski considera que toda nueva forma literaria surgirá dentro de un género instituido de manera canónica por una tradición literaria determinada por las circunstancias socio-culturales.

Por su parte, Roman Jakobson aplicará a la clasificación de los géneros su teoría sobre las diferentes funciones del lenguaje, concluyendo que en cada uno de los géneros canónicos predomina, además de la función poética, una función determinada. Así, en la lírica predominará la función expresiva, la función apelativa en el teatral y la función representativa en la épica.

Finalmente, Boris Tomachevski considerará que los géneros constituyen un eficiente sistema clasificador basado en la identidad formal de las obras. Esto le llevará a concluir que en cada obra existen una serie de rasgos dominantes que son los que se encargan de abscribir esa obra a un género concreto. Por otro lado, en toda obra también es posible descubrir una serie de rasgos personales, propios de cada autor. Estos rasgos, en la medida en que resulten originales e innovadores, podrán ser imitados por otros autores y, si esta reiteración conduce a la institucionalización, pueden llegar a convertirse en rasgos dominantes de otro género.

Esta forma de entender los géneros llevará a Tomachevski a concluir que los géneros evolucionan en la medida en que una obra maestra triunfa y es imitada por otra segunda obra maestra que, reiterando los citados rasgos personales, permite a ese modelo institucionalizarse como género o subgénero literario.

En esta visión de los géneros jugará un papel crucial la dialéctica marxista. Los géneros tendrán una relación evidente con las circunstancias históricas y su evolución estará determinada por la lucha que los géneros centrales, aquellos aceptados como canónicos en un determinado momento histórico, entablan con los géneros periféricos, no incluidos en ese canon, que buscan convertirse en géneros centrales.

Dentro de la denominada new criticism Northrop Frye considera que lo interesante, antes de hablar de géneros literarios, es considerar el tipo de relación comunicativa que se entabla entre el emisor y el receptor de una obra literaria. Por este motivo Frye prefiere hablar de esferas de representación y no de géneros. Así distingue entre epos, en la que, como en la recitación, el autor y el receptor deben estar presentes; el drama, donde son los personajes los que se hacen presentes ante el público; la lírica, donde el autor se muestra directamente sin la necesidad de que el lector se muestre; y la ficción, donde el emisor se oculta completamente al receptor.


Inscritos en la misma corriente teórica podríamos incluir a Wellek y Warren. Para estos autores lo interesante de los géneros es aquella que se deriva de su estudio desde una perspectiva pragmática. Cuando el lector se enfrenta a una obra literaria encontrará placer en el acto lector cuando descubra una verdad y logra reconocer determinados patrones estilísticos. Estos patrones, conformados por los géneros, son los que debe manejar el autor para lograr el equilibrio entre el aburrimiento y la novedad intelegible.  

lunes, 29 de enero de 2018

Concepción de los géneros literarios desde la Edad Media al Romanticismo

Durante la Edad Media la reflexión sobre los géneros literarios fue indudablemente menor que durante el periodo anterior. Como consecuencia se tendió a un considerable hibridismo genérico con la consiguiente confusión entre los distintos subgéneros. Con todo, ciertos autores como Diomedes en el siglo IV, procuraron establecer una sistematización genérica con evidentes deudas aristotélicas. Así, según el autor arriba mencionado, era posible distinguir tres géneros: el genus imitativum, con las species tragica, cómica, satírica y mímica; el genus narrativum, angélica, histórica y didascálica; y el genus comune, lírica y heroica.

Durante el Renacimiento se renovaría el interés por la teoría de los géneros literarios. Se establecerán preceptivas y una serie de reglas de obligado cumplimiento para el literato que pretendían terminar con el hibridismo medieval. Los modelos a seguir serían tanto Horacio como Aristóteles aunque, pese a lo estipulado por este último, la producción literaria en lengua vulgar de Petrarca provocaría la necesidad de contemplar la existencia de un nuevo género: la lírica.

Minturno en L´Arte Poetica establecerá una distinción entre género dramático, en el que hablan directamente los personajes; el género épico, donde la voz de los personajes se entremezcla con la voz del poeta; y el género lírico, donde únicamente encontramos la voz del poeta.

Por lo que se refiere al Barroco, es necesario diferenciar el Barroco francés, donde se perpetuarán los principios que hubieron de regir la clasificación de los géneros durante la época anterior, del Barroco italiano y español. En estos territorios la cuestión de los géneros resultó mucho más controvertida. Frente al intento por parte de las nacientes Academias por mantenerse fieles a la división genérica planteada en el siglo XVI, algunos autores plantearon la necesidad de adentrarse por nuevos caminos genéricos tendiendo al hibridismo y a la creación genérica.

No obstante, la llegada del Neoclacismo terminó con estas pretensiones innovadoras. La acomodación del arte a la Razón, al buen gusto y a las reglas impidió el desarrollo pleno de los intentos barrocos retomando los principios organizativos clásicos.

Sin embargo, la Ilustración, con su relativismo, abriría el camino para la llegada de toda una revolución en lo que a la concepción genérica se refiere. Para el Romanticismo el autor, verdadero demiurgo, no podía ver limitado su espíritu creativo por las normas y las reglas. Como apuntara Schlegel, la literatura antigua era genérica y consecuentemente artificiosa. Frente a esta se erguía una literatura moderna, agenérica, absolutamente libre y encaminada a convertirse en literatura total.

Idéntica opinión expresaria Victor Hugo en su Prólogo a Crommwell. Para este autor la vida era esencialmente protéica y la literatura, su manifestación artística, no podía admitir el encorsatimiento de los principios genéricos.

Como podemos ver, el Romanticismo supuso un cambio radical en la concepción de los géneros. El acento que se puso en la libertad absoluta del genio creador provocaría el surgimiento de un desaforado afán de originalidad que, lógicamente, maniraba mal con el canon genérico imperante. El resultado fue el surgimiento de nuevos subgéneros, el hibridismo absoluto y la ruptura con el decoro poético.

No obstante, no faltarán en este momento voces que se ocupen en desarrollar una teoría sobre los géneros. Así, para Hegel, los géneros no serán meras estructuras clasificadoras. Desde su punto de vista los géneros objetivizan el espíritu absoluto y mantienen entre sí una relación de tipo dialéctico. De este modo, la épica equivaldría a la tesis, se trataría del primer género en aparecer y se encargaría de expresar la visión objetiva de un ser o un pueblo sobre la realidad. Por su parte la lírica, la síntesis de su sistema, resultaría propio de sociedades evolucionadas y contribuiría a la expresión de la subjetividad sentida por el hombre enfrentado a su entorno. Por último, el drama, síntesis, supondría la expresión tanto de la subjetividad como de la objetividad.

Los géneros literarios en la Antigüedad Clásica

Las primeras reflexiones que encontramos sobre la existencia de los géneros las encontramos en la Antigua Grecia. No obstante, ya desde este primer momento la cuestión parecía resultar compleja. Ya Platón en su República se muestra ambiguo al establecer una clasificación de los mismos en su libro tercero y negar su existencia en el libro décimo. Para este autor, la poesía, término empleado para referirse a la literatura, equivalía aproximadamente al concepto de narración. Bajo su punto de vista la poesía podía ser mimética, como la que se produce en el teatro; no mimética, como la que encontramos en la lírica o mixta, como la que se produce en la epopeya.

Sin embargo, será su discípulo Aristóteles el encargado de establecer, sin duda sin pretenderlo, la clasificación más productiva de los diferentes géneros literarios. Aristóteles en su Poética no se ocupará realmente de la clasificación de las diferentes obras literarias en distintos géneros. Su propósito real era descubrir cómo se articula en la literatura la imitación (mímesis) en función de los parámetros que la determinaban. Así, bajo su punto de vista, las obras literarias imitaban la realidad en función del objeto a imitar y del modo de imitar. Si el objeto eran personas de alta condición o dioses el resultado podía ser la tragedia o la epoya, dependiendo de si los personajes se mostraban directamente o su voz estaba mezclada con la del poeta. Si en cambio el objeto eran personas de baja estracción los resultados podían ser la comedia o el drama.

Por último, crucial en el desarrollo de los géneros literarios durante la Antigüedad Clásica sería la figura de Horacio. Su Epístola a los Pisones sistematizaría un sistema poético cuyas repercusiones serían cruciales durante los siglos XVI, XVII y XVIII. Para Horacio resultaría indispensable evitar el hibridismo y mantener el tono adecuado a cada composición, es decir, la correspondencia entre la forma externa y el contenido del texto. Bajo su punto de vista existirían una serie de géneros dramáticos: tragedia, comedia, drama, frente a unos géneros no dramáticos: epopeya, elegía, lírica y yambica.

Hacia una definición de los géneros literarios.

Podemos intentar definir la literatura desde una perspectiva maximalista afirmando que la literatura es una expresión verbal. Este planteamiento, que sin lugar a dudas podría resultar exagerado, es el adoptado por Benedetto Croce, Estética como ciencia de la expresión y lingüística general, para el cual toda expresión verbal es susceptible de ser considerada como literatura.

Más restrictivo se muestra en cambio Kurt Spang, Los géneros literarios, quien considera necesario establecer una serie de rasgos distintivos de la expresión verbal susceptible de transformarse en una obra literaria. Bajo su punto de vista, la expresión verbal literaria debe contar con una necesaria complejidad estructural y con suficiente densidad estilística. No obstante, tras considerar el problema con detenimiento, el propio Spang llega a la conclusión de que ambas características, que efectivamente se dan en los textos literarios, no resultan privativos de los mismos. Consecuentemente, se precisa una tercera característica que los distinga del resto de textos estructuralmente complejos y con una densidad estilística pareja. La respuesta la encuentra Spang en el carácter ficcional de los textos literarios. En su opinión este tipo de textos, pese a contar con un anclaje en el universo de lo real, ficcionalizarán la realidad creando una nueva solo existente en el universo de lo literario.

Resulta evidente que dependiendo del punto de vista adoptado con respecto a la literatura será diferente la consideración que se tenga respecto a los géneros literarios. Ya Adrián Marino, “Towards a definition of literary genes”, resalta la polémica que, especialmente desde el Romanticismo, se ha desatado sobre la pertinencia de este modelo clasificador.

Para algunos autores, entre ellos el citado Benedetto Croce, los géneros realmente no existen. Su uso no implica más que la utilización de eficientes y efectivos esquemas organizativos que no responden a más realidad que la operatividad metodológica de la teoría literaria.

No obstante, frente a esta postura, otros autores han defendido la existencia de los géneros. Así, partiendo de la clasificación aristotélica de los mismos, Tzveran Todorov considera que los géneros literarios son resultado de la misma naturaleza de las obras literarias. Así, serán los mismos acontecimientos en los que se enmarca el proceso creativo los que determinen el surgimiento de un género literario. Cuando este modelo se repite, siempre bajo unas circunstancias que resulten propicias, dará lugar a su institucionalización y, consecuentemente, surgirá el género literario.

Al respecto señalará Lázaro Carreter, Estilo barroco y personalidad creadora, que este proceso es igualmente válido para explicar el surgimiento de los subgéneros literarios. Es cierto, admite Carreter, que en un momento dado la invención de un determinado subgénero puede deberse a una personalidad genial pero, continúa Carreter, la genialidad radica en la intuición que permite interpretar las circunstancias históricas y estéticas de un momento e integrarlas en un modelo literario que, precisamente por ello, triunfa y se perpetúa.

Con todo, consideramos que el género literario existe y con Staiger, Conceptos fundamentales de poética, admitimos la existencia de tres formas literarias naturales: dramática, narrativa y lírica.

Finalmente, podremos definir a los géneros con Wellek y Warren, como la clasificación de las diferentes obras literarias en función de su forma externa e interna.

domingo, 28 de enero de 2018

Complemento Circunstancial



Se trata de un complemento circunstante no integrable en el grupo acentual del verbo que cuenta con una considerable movilidad dentro del grupo oracional. 

Las unidades que pueden desempeñar esta función son el sintagma adverbial, la construcción preposicional, el sintagma nominal o la oración. 

Tradicionalmente se ha establecido una clasificación semántica de los diferentes tipos de C.C. Obviamente, esta clasificación no será estudiada de manera exhaustiva al no responder a criterios exclusivamente sintácticos.

Clasificación semántica de los Complementos Circunstanciales:
  • De cantidad: La película no me gustó demasiado
  • De causa: Roban por necesidad
  • De compañía: El juez llegó con la policía
  • De finalidad: Te llamo para avisarte
  • De instrumento: Cortó el pan con la navaja
  • De manera: Lo saludó cortesmente
  • De materia: Construyó su casa con ladrillos
  • De medio: Tu invitación me llegó por correo
  • De lugar: Solía veranear en la playa
  • De tiempo: Él llegó esta mañana
  • De provecho: Lo compré para ella

El Atributo y el Predicativo



En la Nueva Gramática de la Lengua Castellana las Academias de la Lengua Castellana aportan una visión amplia de lo que debemos entender por Atributo. Así, el Atributo es un complemento verbal que denota propiedades o estados de cosas que se predican de algún segmento nominal u oracional.

Bajo esta perspectiva, el Atributo no funciona ni como un argumento ni como un circunstante, ya que, al menos en las construcciones copulativas, el verbo no selecciona argumentos sino que vincula unidades sintácticas añadiendo información relacionada con el tiempo, el aspecto, el modo y la concordancia.

De este modo, la Nueva Gramática establece una clasificación de los Atributos en función de la unidad sintáctica en la cual se integran, diferenciando entre aquellos que se insertan en construcciones verbales de aquellos que lo hacen en construcciones no verbales. Centrémonos en esta ocasión en los primeros. 

Dentro de las construcciones verbales en las que puede insertarse un Atributo debemos atender en primer lugar a aquellas formadas por verbos copulativos. En estas construcciones, en las que como hemos visto el verbo funciona unicamente como portador de las categorías de tiempo, modo y aspecto -”ser”, “estar”, “parecer”- el Atributo no puede eliminarse y es susceptible de integrarse, cuando se sustituye por un representante pronominal -”lo”-, en el esquema acentual del verbo. De igual modo, con estos verbos, el Atributo mantendrá una relación de concordancia con el grupo nominal del cual predica una cualidad.

Junto a las construcciones verbales con verbos copulativos nos encontramos con las construcciones con verbos semicopulativos. Estos verbos que se encuentran lexicalizados y consecuentemente no aportan su carga léxica a la construcción verbal, cumplen la misma función que los verbos copulativos. Como los atributos de los verbos copulativos estos elementos no son suprimibles y concuerdan cuando es posible con el SUJETO de la oración. En cambio, estos no pueden ser integrados en el grupo acentual del verbo aunque pueden ser sustituidos por “así”, “cómo” o “como”

Mi padre andaba cansado>¿Cómo andaba mi padre?

El policía continuaba grave>El policía continuaba así.

Por último, este tipo de complemento puede aparecer con verbos plenos, es decir, verbos que conservan su carga semántica. En estos casos resulta tradicional hablar de PREDICATIVOS y distinguiremos entre los de SUJETO o los de COMPLEMENTO DIRECTO. 

Los primeros suelen ser potestativos y concuerdan de ser posible con el SUJETO.

Los atletas llegaron cansados a la meta>Los atletas llegaron cansados.

En cuanto a los PREDICATIVOS de C.D. estos serán potestativos cuando no alteren la relación entre el C.D. y el verbo. 

En cambio, resultarán facultativos cuando sí modifiquen esta relación. Es lo que suele suceder con los llamados verbos de percepción o juicio.

Veo lejana la jubilación tiene distinto significado que Veo la jubilación.

En ambos casos el C.D. y el PREDICATIVO concordarán cuando sea posible. Para su identificación debemos recordar que se trata de un complemento distinto al C.D. con lo que al pronominalizar el C.D. el PREDICATIVO no desaparecerá.

Considero estúpida a María>La considero estúpida

Como hemos apuntado, la Nueva Gramática admite la existencia de ATRIBUTOS en construcciones no verbales. No obstante, dejaremos su estudio para otra ocasión.

Son numerosas las clases de unidades que pueden desempeñar la función de ATRIBUTO o PREDICATIVO. Así, pueden desempeñar esta función tanto un sintagma nominal, un sintagma adverbial, un sintagma adjetival, una construcción preposicional o una oración.

El teatro hispano en el siglo XVIII



Junto con el ensayo, el teatro se convertirá en el género predilecto de los literatos hispanos durante el siglo XVIII. Esto será así porque su evidente función catártica lo convertía en una poderosa herramienta de transformación social.

En su conjunto se tratarán de obras de marcado carácter didáctico que buscarán ensalzar aquellos principios que habían de regir la conducta humana: el decoro, la virtud y la rectitud moral.

Teniendo en cuenta este ideario las obras que durante la primera mitad del siglo XVIII se representaban en los teatros españoles con un considerable éxito de público serán juzgadas con severidad. Se tratarían en su inmensa mayoría de obras que se afanaban por perpetuar el modelo teatral barroco complicando la intriga y aumentando los efectos escénicos. Contra este teatro alzaría la voz Luzán en su Poética, iniciando una reacción contra el mismo que culminaría con la prohibición expresa de los autos sacramentales por parte de Carlos III.

No obstante, también durante la primera mitad del siglo algunos autores, como Antonio Zamora, No hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague, anticiparon los presupuestos teóricos del nuevo teatro neoclásico. En estas obras es apreciable el esfuerzo por intentar concentrar el espacio y el tiempo así como procurar la unificación del estilo.

Ya durante la segunda mitad del siglo XVIII triunfará sobre las tablas un teatro plenamente neoclásico. En estas obras la preceptiva de Luzán, que preconizaba el regreso a las tres unidades (Tiempo, espacio y acción), así como la unidad de estilo, se desarrollará plenamente.

Básicamente nos encontramos en este teatro con tragedias y comedias. Las primeras estarían influidas por el teatro de Racine y Corneille, mientras que las obras de talante cómico mostrarían importantes deudas con el teatro del también francés Moliere.

Las obras trágicas se centrarán en censurar la conducta de los sectores dirigentes, ya fueran reyes o personajes principales. Este planteamiento, así aconsejado por Luzán, acrecentará el carácter didáctico de las composiciones que tendrán un evidente matiz ejemplarizante.

Los temas de estas composiciones suelen ser históricos y se encuentran imbuidos de una ideología de carácter liberal. Sus personajes responden a prototipos de las clases dominantes que deben enfrentarse a múltiples adversidades de las cuales saldrán siempre victoriosos gracias a ssu virtud, nobleza y patriotismo.

Entre los autores trágicos más destacados podemos incluir a Nicolas Fernández de Moratín, Guzmán el bueno, o Gaspar Melchor de Jovellanos, Pelayo.

También funcionan como prototipos, en esta ocasión extraídos de la burguesía, los personajes de las comedias. Es posible advertir en estas obras una leve crítica hacia esta clase social aunque, en la mayoría de los casos, la crítica nunca es hiriente y solamente busca el didactismo.

No podemos dejar de citar entre los autores cómicos de este periodo a Leandro Fernández de Moratín, autor de enorme éxito que bajo el influjo de Moliere se convertiría en el dramaturgo más importante del momento. La mayoría de sus obras se ambientarán en un paisaje urbano en el que sus figuras desarrollarán conflictos de carácter moral que pretenderán provocar una reforma efectiva de la sociedad. Entre sus obras más celebradas contamos con El sí de las niñas, La mojigata o La comedia nueva.

El Siglo de las luces

El siglo de las luces

El siglo XVIII ha sido denominado tradicionalmente como Siglo de las Luces. Este apelativo le será aplicado, principalmente, por al predominio del intelecto y la razón.

Con su origen en Francia, surgirá un movimiento político, filosófico y cultural que recibirá el nombre de Ilustración. Las bases de este movimiento, la razón y el empirismo, procurarán desterrar la tradición como elemento vertebrador de la vida humana. La Razón, escrita en mayúsculas, se convertirá en una herramienta que permitirá la mejora continua del hombre, lo que implicaría la puesta en marcha de una serie de reformas que, surgidas desde los sectores hegemónicos de la sociedad, perseguirían la dignificación del ser humano en aras de la felicidad y la libertad.

Este proceso, resultado de a crisis de la conciencia europea que da comienzo a fines de siglo XVII, implicará así en lo político la separación del poder legislativo del judicial así como del estado de la iglesia. En lo social, la burguesía experimentará un pogresivo crecimiento y surgirá una filosofía de la felicidad basada en la educación del hombre.

Paralelamente, un renovado optimismo, favorecido por la bonanza económica que experimenta todo el continente, centrará toda su fe en las capacidades del hombre. El conocimiento deja de tener límites y se hace necesario aplicar el mismo a todos los ámbitos de la existencia. Una buena muestra de esta concepción del saber resulta la Enciclopedia de D´Alambert y Diderot, la cual pretende reunir en un solo texto todo el conocimiento de la humanidad.
De este modo, Francia extenderá durante este periodo su hegemonía política y cultural al resto de Europa. Este predominio, que alcanza incluso el trono hispano donde un Borbón de origen francés, Felipe V, se ceñirá la corona, supuso que el clasicismo literario francés del siglo XVII, el cual perdurará a lo largo de todo el siglo XVIII, se convirtiera en el modelo estético de todo el continente.

Surge de este modo el denominado Neoclasicismo, un movimiento artístico que promulgará el regreso a los principios estéticos del arte clásico. Se buscarán así modelos genéricos que resulten representativos y que se conviertan en universales estéticos, huyendo consecuentemente de las temáticas personales o nacionales.

El predominio de la razón, sintetizado magistralmente en el adagio latino “sapere aude!” se extenderá también al ámbito de la literatura. Esta será sometida a normas fijas dictaminadas por las Academias y un amplio conjunto de preceptivas que surgirán a lo largo del siglo. Dentro de nuestras fronteras la creación de la Real Academia de la Lengua Española en 1713 o la publicación de la Poética de Ignacio Luzán son un buen ejemplo de esta tendencia.

Precisamente en el texto preceptivo escrito por Luzán se establece que la literatura debe estar atenta al buen gusto, un concepto especialmente productivo durante este periodo. El buen gusto implica tanto el acomodo del arte a la naturaleza como la búsqueda intencionada del equilibrio y la armonía “in medio consistit virtus”.

No obstante, la existencia de una Ilustración hispana continúa hoy en día resultando polémica. Para algunos autores, como por ejemplo Subirats, La ilustración insuficiente, en España no existió realmente Ilustración.

Con todo no es posible negar que, aún atemperados, a nuestras fronteras llegaron ciertas ideas ilustradas. Si estas no llegaron a arraigar fue porque dentro de nuestras fronteron debieron enfrentarse con no pocos problemas.

España contaba con una sociedad atrasada en muchos ámbitos. Como apunta Aguilar Piñal, Los comienzos de la crisis de la universidad en España, la universidad continuará con un modelo escolástico alejado de las innovaciones científicas que inudaban el resto de Europa. Igualmente, la doble censura a la que se encontraban sometidos los escritores, la inquisitorial y la gubernativa, impedía la difusión de las nuevas ideas. Por último, la iglesia conservará en el siglo XVIII todo su poder imponiendo una serie de principios religiosos y morales derivados del concilio de Trento que se oponían diametralmente al ideario ilustrado

viernes, 19 de enero de 2018

Complemento de Régimen y Complemento Agente



Complemento de Régimen

Se trata de un argumento verbal no integrable desempeñado siempre por una preposición que introduce un sintagma nominal, un pronombre o una oración. La preposición viene exigida por el verbo tanto por razones de carácter diacrónico como por una selección de carácter semántico. 

Esta característica implica que, al ser sustituido por un representante pronominal tónico, la preposición debe mantenerse, resultando agramatical la construcción sin ella.

“Las autoridades advierten del peligro/Las autoridades advierten de eso”

“*Las autoridades advierten eso”

Por otro lado, la posición del Complemento de Régimen es relativamente fija sintiéndose su focalización como forzada o directamente agramatical.

“Ciudadanos carentes de valor/?De valor ciudadanos carentes”

Complemento Agente

El Complemento Agente es un argumento verbal no integrable. Su estructura siempre consiste en la preposición “por” seguida de un sintagma nominal o un pronombre. 

El Complemento Agente, cuya focalización resulta forzada, aparece en oraciones pasivas perifrásticas, desempeñando la función semántica de AGENTE. Cuando la oración pasiva se transforma en activa el referente del Complemento Agente pasa a desempeñar la función de SUJETO.

Además, es posible encontrar Complemento Agente en construcciones de participio -Una ciudad rodeada de montañas-, acompañando a adjetivos derivados mediante el sufijo -ble -Gastos asumibles por la empresa- y con ciertos sustantivos deverbales -La supresión de libertades por el dictador-.

miércoles, 17 de enero de 2018

El Complemento Indirecto en castellano



Como el C.D. el Complemento Indirecto (C.I.) es un argumento integrable del sintagma verbal. Las unidades sintácticas que pueden desempeñar esta función son s.n., pronombres u oraciones encabezadas por la preposición “a”. No precisan la preposición los denominados pronombres personales átonos de dativo. 

Es importante señalar que no podemos considerar como C.I. las construcciones encabezadas por la preposición “para”. Estas construcciones no son susceptibles de ser sustituidas por un pronombre de dativo y pueden aparecer junto con un C.I. con un referente distinto.

Este complemento es susceptible de focalización y puede ser sustituido, como ya se ha sugerido, por un pronombre de dativo “le”, “les”. 

El C.I. tiende a duplicarse, lo cual no implica que existan dos C.I. pues no nos encontramos ante dos referentes, cuando esta función la desempeña un pronombre personal tónico o cuando el C.I. se focaliza: “A María le regalaron una moto”, “Le compré una moto a ella”.

Debemos advertir que no resulta admisible emplear los pronombres de dativo como C.D. de igual forma que no es correcto emplear los pronombres átonos de acusativo como C.I. Estas incorrecciones, denominadas leísmo, laísmo y loísmo presentan, no obstante, una excepción. La Real Academia de la Lengua admite el empleo del pronombre átono de dativo como C.D. cuando el referente es masculino y personal.

El Complemento Directo en castellano



El Complemento Directo (C.D.) es un argumento integrable, es decir, es un complemento exigido por el esquema valencial del verbo susceptible se ser sustituido por una unidad lingüística asimilable al grupo acentual del verbo.

Esta función puede ser desempeñada por un sintagma nominal, un pronombre, una oración subordinada sustantiva o un sintagma nominal precedido de preposición “a”. Esta última construcción se empleará cuando el referente del C.D. sea personal o entidades personificadas. Igualmente, podemos encontrar el uso de la preposición “a” encabezando un C.D. cuando introduce pronombres tónicos indefinidos referidos a personas: “No ha visto a nadie”

Los verbos que se construyen con C.D. son los denominados verbos transitivos y según el tipo unidad que seleccionen se ha establecido una clasificación sintáctica de los mismos. De este modo contaríamos con verbos que únicamente seleccionan como C.D. a sintagmas nominales (s.n.): “comer”; verbos que solamente rigen como C.D. oraciones: “opinar” y verbos que admiten bien s.n. u oraciones: “pedir”.

Sintácticamente el C.D. cuenta con una posición relativamente libre en el seno de la oración. La anteposición del C.D. al verbo se denomina anteposición y da lugar a construcciones con el C.D. focalizado.

En la mayoría de los casos las oraciones con C.D. admiten su transmutación a pasiva, lo que implica un cambio de función de la unidad que desempeñaba esta función. De este modo, al transformar en pasiva una oración activa con C.D. la unidad que desempeñaba esta función en la oración activa pasará a convertirse en SUJETO de la oración pasiva: El ladrón persigue a la policía/ La policía es perseguida por el ladrón.

Como argumento integrable el C.D. puede sustituirse por un pronombre personal átono: “me”, “te”, “se”, “nos”, “os”, “lo”, “la”, “los”, “las”. No obstante, en determinadas circunstancias la sustitución puede sentirse como forzada o directamente como agramatical. Ocurre esto cuando el C.D. está compuesto por algunos pronombres indefinidos o grupos indefinidos: “No traje nada/?No lo traje”. Lo mismo ocurre cuando el C.D. funciona como foco de una adverbio: “Tu amigo solo lee la prensa/*Tu amigo solo la lee”.

Por último indiquemos que en una oración podemos encontrar aparentemente dos C.D. Lo que ocurre realmente es que nos encontramos con dos unidades que hacen referencia a un único C.D. Esta concurrencia implica la duplicación del C.D. mediante el empleo de un pronombre personal átono. Se produce cuando el C.D. se focaliza y cuando el C.D. está formado por una preposición “a” seguida de un pronombre personal tónico: “A Juan lo detuvo la policía”, “Lo detuvieron a él”

martes, 16 de enero de 2018

Clasificación de los complementos del verbo en castellano



Porto da Pena en Complementos argumentales del verbo: Complemento Directo, Complemento Indirecto, Suplemento y Complemento Agente, establece una clasificación de los distintos complementos verbales del castellano siguiendo los estudios valenciales del verbo. 

Así, diferencia en primer lugar entre complementos marginales y complementos nucleares. Los primeros no pertenecerían al MODUS y no se podrían focalizar. 

Por su parte, dentro de los complementos nucleares, aquellos que pertenecen al MODUS y son susceptibles de ser focalizados, Porto da Pena distingue entre complementos argumentales y no argumentales. 

Los complementos nucleares argumentales, exigidos por la estructura valencial del verbo, se dividen a su vez en integrables, es decir, aquellos que son sustituibles por una unidad asimilable al grupo acentual del verbo, y no integrables. Entre los primeros estarían tanto el Complemento Directo como el Complemento Indirecto y se agruparían en los no integrables el Suplemento y el Complemento Agente.

Idéntica subdivisión entre integrables y no integrables se da entre los complementos no argumentales. Serían integrables los diferentes tipos de dativos: ético, simpatético, etc…Se incluyen en los no integrables al Predicativo y los diferentes tipos de Complementos Circunstanciales.

Siendo productiva la clasificación establecida por Porto da Pena y pese a estar sustentada en poderosos argumentos, consideramos que es dado realizar una serie de puntualizaciones.

Así, en primer lugar, no atenderemos a los complementos marginales porque, como el mismo Porto apunta, no forma parte del MODUS y consecuentemente su estudio no le atañe a la sintaxis. 

Por otro lado, coincidiendo en esta ocasión con Gómez Torrego, Gramática didáctica de la lengua española, consideramos que los dativos constituyen estructuras que deben ser estudiadas por la semántica.

Igualmente, junto a la Nueva gramática de la lengua española, consideramos que existen predicativos argumentales.

Finalmente, junto a pequeñas consideraciones de carácter terminológico, echamos en falta en la clasificación de Porto la presencia del Atributo.

Siendo esto así, y tomando en consideración tanto la clasificación propuesta como las puntualizaciones realizadas, podemos proponer una nueva clasificación de los complementos verbales. 

Así, entre los complementos argumentales del verbo distinguiríamos, junto a Porto, entre integrables y no integrables. En los primeros estarían el Complemento Directo y el Complemento Indirecto. Como no integrables tendríamos el Complemento de Régimen y el Complemento Agente. 

Otra categoría estaría formada por los atributos, entre los que tendríamos que diferenciar entre copulativos, estos integrables, y los semicopulativos y los predicativos, ambos no integrables.

Por último, contaríamos con los complementos circunstantes, entre los que tendríamos que incluir los diferentes tipos de Circunstanciales y un tipo concreto de Predicativos.

El verbo como núcleo del sintagma verbal



Será L. Tesniere en Elementos de sintaxis, quien desarrollara la teoría de que el verbo cuenta con una valencia sintáctica que le permite relacionarse con otras unidades lingüísticas al subcategorizar esquemas sintácticos.

Un discípulo de Tesniere, Mel`cuk, Studies in dependency syntax, distinguirá entre las denominadas valencias pasivas y las valencias activas. Estas últimas, especialmente significativas en nuestro estudio, implican que una unidad lingüística cuenta con la capacidad de subordinar, entiéndase subcategorizar, a otras unidades lingüísticas.

De este modo, el verbo contará con una valencia activa que le permite subordinar argumentos y circunstantes, es decir, esquemas sintácticos necesarios y no necesarios respectivamente. 

Dentro de los argumentos podemos distinguir entre aquellos externos que no se encuentran dominados por el verbo. Estos argumentos mantendrán una relación de interdependencia, en la terminología de Hjemslev, con el verbo.

Junto a los argumentos externos contaríamos con los denominados argumentos internos, dominados en esta ocasión por el verbo. 

En función del número de argumentos subcategorizados por el verbo se ha establecido una clasificación de los mismos en monovalentes (“morir” exige un solo argumento), bivalentes (“comer” precisa dos argumentos), trivalentes (“robar” selecciona tres argumentos)

Por su parte los circunstantes, como hemos visto no exigidos, informan sobre los distintos aspectos que conforman la realización del proceso enunciado por el verbo: tiempo, lugar, modo…

El concepto de sintagma



Tal y como apunta la Nueva Gramática de la Lengua Española, la sintaxis es el estudio de la manera en que se combinan las palabras y el estudio de cómo se disponen linealmente, así como el grupo que forman.

Partiendo de esta definición de sintaxis, podemos aventurar que esta parte de la Gramática se ocupará de las palabras y de los grupos formados por las mismas. 

No obstante, la palabra es una unidad lingüística ambigua. Según la perspectiva desde la que se complete será una unidad lingüística cuyo estudio incumbe a la morfología o bien formaría parte de la sintaxis. 

Bajo nuestro punto de vista, de la palabra, por su naturaleza, se desprenden evidentes repercusiones sintácticas. Como apuntara Ángel Lopez García, Semántica dinámica, las palabras se comportan en algunos casos como unidades relacionales, es decir, unidades que admiten argumentos. En este sentido véase el caso de los sustantivos “traslado” o “administración” en las siguientes construcciones: “El traslado del cuadro”, “La administración de la empresa”.

En cuanto a los grupos formados por las palabras, debemos distinguir entre grupos sintagmáticos o sintagmas, y grupos oracionales u oraciones. En nuestro caso, podemos definir los sintagmas como una combinación de unidades gramaticales que es capaz de asumir una función unitaria en un unidad de nivel superior en la estructura oracional.

Estos grupos sintagmáticos no presentan una estructura SUJETO-PREDICADO, sino que presentan un esquema genérico NÚCLEO+COMPLEMENTO/MODIFICADOR.

domingo, 14 de enero de 2018

Nacimiento y evolución medieval del castellano


Resulta complejo establecer de manera inequívoca en qué momento y lugar surge la lengua que podemos denominar castellano. Solo podemos afirmar a modo de hipótesis que el idioma se encontraría plenamente constituído cuando los hablantes de ese sistema no fueran capaces de comprender plenamente lo escrito en latín. 

Un ejemplo ilustrativo de esta situación parece reflejarse en las llamadas glosas silenses y emilianenses. La necesidad sentida por un escribano, sin lugar a dudas culto, de aclarar al margen de un texto el sentido de algunas palabras latinas, evidencia que en ese momento la lengua empleada en el intercambio cotidiano era un romance. Así pues, a la altura del siglo X, lo que no descarta que el proceso fuera anterior, los romances estarían plenamente constituidos.

Este proceso, no obstante, habría comenzado mucho antes. Justo en el momento en que el latín se asentó en la Península. En ese instante el idioma comenzó a experimentar un proceso evolutivo que afectó al sistema en sus distintos niveles.

A nivel fonológico cabría estudiar la evolución del sistema vocálico latino. Así, la pérdida del valor fonológico de cantidad, ya en el latín vulgar, será sustituído por el de timbre, lo cual provocó la reducción del sistema vocálico de siete elementos a los cinco que configuran el sistema vocálico del castellano. En este punto, en combinación con otros fenómenos, tendrá una importancia radical la metafonía, es decir, la cerrazón asimilatoria de las vocales debida a la anticipación de la articulación de un fonema más cerrado o una semiconsonante que les seguía. 

Por su parte, el sistema consonántico latino pasaría en su casi totalidad al castellano medieval y, de este, al castellano moderno. No sobrevivirían ni las consonantes geminadas latinas y ni tampoco la h aspirada latina. 

No obstante, el sistema consonántico se vería incrementado por la creación de todo un orden de consonantes palatales y alveolares así como por la aparición de nuevos fonemas fricativos.

En la creación de todas estas consonantes jugará un papel capital la lenición, un conjunto de procesos que implica el debilitamiento de las consonantes latinas intervocálicas como resultado de la inicial simplificación de las geminadas latinas, oclusivas, fricativas y líquidas, la posterior sonorización de las oclusivas y fricativas sordas, la fricativización de las oclusivas sonoras para distinguirse de las sonorizadas y, finalmente, la desaparición de las fricativas. 

Este proceso, resultado según diferentes teorías de la presencia de un substrato de base celta o paracelta o por la evolución fonético-sintáctica propia del sistema, provocaría, la aparición de nuevos grupos consonánticos romances que no existían en latín. 

No obstante, el sistema fonológico resultante se sentiría como inestable y experimentaría durante la Edad Media toda una serie de transformaciones. 

Entre estos procesos destaquemos, en primer lugar, el betacismo, proceso que supuso el mantenimiento, hasta el siglo XV, al menos en posición intervocálica, de la distinción entre el fonema oclusivo bilabial sonoro y el fonema fricativo bilabial sonoro. Después de esta fecha la neutralización entre ambos fonemas será completa en todos los contextos.

Igualmente, durante la Edad Media, se producirá un proceso de reajuste de la F- inicial latina que le llevará a su desaparición en la mayoría de los contextos.

Especialmente significativo será el reajuste del subsistema de las consonantes sibilantes. Este proceso tendrá lugar durante el denominado Siglo de Oro, como resultado de la imposición del modelo lingüístico del norte peninsular que había dado solución a los desequilibrios fonológicos medievales con escaso rendimiento funcional.

Esto supuso la inicial desafricación de las consonantes y posterior ensordecimiento de los pares de fonemas involucrados en el proceso: fricativas dentoalveolares y apicoalveolares. En el sur peninsular el resultado no fue completo dando lugar al seseo y al ceceo. Como consecuencia de la desafricación y posterior ensordecimiento de las consonantes sibilantes se obtuvieron tres fonemas: un fonema fricativo dental sordo, un fonema fricativo alveolar sordo y un fonema fricativo prepalatal sordo. En el norte peninsular, para mantener el citado equilibrio como ya se ha mencionado, la fricativa dental se hará interdental mientras la fricativa prepalatal se volverá velar manteniendo unas distinciones fonológicas claras. 

Toda esta serie de reajustes fonológicos medievales provocaría que el sistema alfonsí entrara en quiebra. Durante el siglo XVIII se propondría una reforma ortográfica que se concretaría en la Ortographia de 1741. Esta ortografía, que se encuentra en la base de las ortografías posteriores, se basará en los principios de pronunciación, etimología y fuerza de la costumbre. 

No obstante, los cambios experimentados por el sistema no se limitarán al nivel fonológico de la lengua. Así, se produjo un proceso analítico provocado por la desaparición de la distinción de casos latinos. Esto implicó el desarrollo de estructuras analíticas que sustituían la distinción funcional mantenida por la morfología latina. En paralelo a estos procesos se llevó a cabo un proceso de síntesis que provocó, por ejemplo, la aparición de nuevos tiempos verbales, como las actuales formas de futuro simple.

En cuanto al léxico, muchos y variados han sido los cambios que ha experimentado el mismo. Ya hemos visto que a lo largo de su historia el idioma a adoptado términos provenientes de otras lenguas con lo que ha visto incrementado su caudal léxico. Por otro lado, muchos términos han visto incrementado o delimitado su significado al tiempo que no pocos han visto cómo se modificaba su sentido.

Influjo de las lenguas de superestrato en el castellano



Tras la asimilación por parte de la población peninsular de la lengua latina y su posterior evolución, la naciente lengua recibirá el influjo de otros códigos lingüísticos que contribuirán positivamente a la configuración de la lengua tal y como hoy la conocemos. Obviamente, el repaso que se presenta a continuación es meramente orientativo, pues el influjo producido por otras lenguas se mantiene hasta el día de hoy.

Superestrato germánico

Con la caída del Imperio Romano en el siglo V pueblos del norte, de origen germánico, ocuparán el sector occidental del mismo. Con este hecho se acentuarán las diferencias lingüísticas al quedar los territorios ocupados por diferentes pueblos germánicos aislados unos de otros, iniciándose así las divergencias lingüísticas que darán origen a las distintas lenguas romances. 

No obstante, como apunta Rafael Lapesa, Historia de la Lengua Española, estos pueblos estarían considerablemente romanizados, lo que explica que en la mayoría de los casos no se produjera una sustitución lingüística si no una influencia. 

Entre los pueblos germánicos que tendrían presencia en la Península estarían los vándalos o los suevos. Los primeros, asentados en el sur peninsular, serían rápidamente superados por los bizantinos. Los suevos por su parte, que ocuparían el norte, serían sustituidos por los visigodos, pueblo originario del sur francés que tras ser expulsado por los francos se asentarán en el territorio hispano. En el 507 los visigodos dejarán su capital en Tolosa para situarla primero en Barcino y más tarde en Toletum, ya en territorio peninsular. 

El influjo lingüístico de los visigodos fue relativo, quedando muestras del mismo tanto en la antroponímia, como en la toponímia (Toro). En el resto de los ámbitos su influjo se circunscribe a determinados ámbitos como el de la guerra (estaca, aspa, espía) o la agricultura.

Superestrato árabe

En el año 711 d.C. tropas musulmanas cruzarán el estrecho de Gibraltar ocupando casi todo el territorio en un periodo de tiempo relativamente breve, manteniéndose en el norte pequeños territorios cristianos.

Los primeros invasores eran en su mayoría de origen bereber y darán comienzo a un proceso de islamización que no estaría concluido hasta el siglo X. No obstante, no se produciría una completa sustitución lingüística sino que, la nueva situación socio-político, provocó un complejo fenómeno diglósico.

Así, en el territorio ocupado por los musulmanes, se mantuvo una población que utilizaba el mozárabe, una lengua de base romance. En este mismo territorio, la población musulmana emplearía un árabe hispano, de carácter popular, que se opondría al árabe clásico empleado en el ámbito de la cultura. 

Por su parte, en el norte, los diferentes reinos darán origen a lenguas diferentes de base romance al tiempo que mantendrán el uso del latín para los ámbitos propios de la cultura, la religión o la administración.

A esta diversidad lingüística cabría añadir la presencia en todo el territorio de hablantes de la lengua hebrea que la emplearían, principalmente, como lengua de cultura y en la liturgia.

Entre las influencias lingüísticas más reseñables de la lengua árabe podemos mencionar la presencia del sufijo “-í” para denotar procedencia, la lexicalización y gramaticalización del artículo “al/a” y la influencia, según Menéndez Pidal, Manual de Gramática Histórica del Español, en la palatalización del fonema fricativo alveolar sordo en posición inicial “SALONEN>jalón”.

No obstante, donde más significativo resultó el influjo del árabe fue en el léxico: “mezquino”, “alcalde”, “atalaya”.

Otros influjos

Otras muchas lenguas han influido en la evolución del castellano. En general, estas influencias se han centrado en el léxico.

De este modo, es posible rastrear el influjo de la lengua francesa en la lengua castellana, los denominados galicismos. Desde la Edad Media encontramos términos como “mansión”, “hotel” u “homenaje”.

Otras lenguas europeas han influído en el léxico del castellano: el italiano: “belleza”, “fachada”, “florín”; o del inglés, los denominados anglicismos: “módem”, “ratón”, “camping”.

Otra importante fuente de vocablos serían las lenguas amerindias precolombinas, que, tras la llegada de los españoles a América, contribuirán a incrementar considerablemente el caudal léxico del idioma.

La romanización de la Península Ibérica



La romanización supuso un lento proceso por el cual se asimilaron las estructuras socio-políticas, administrativas y lingüísticas del Imperio Romano. Este proceso, estará determinado por diversas circunstancias. Así, desde el punto de vista diatópico y diacrónico, serían las regiones de la Tarraconensis y de la Bética las primeras en recibir el influjo de la cultura romana. De igual modo, desde un punto de vista diastrático, la romanización será más intensa entre los miembros pertenecientes a las clases altas de la sociedad.

La conquista de la Península Ibérica daría comienzo en el año 218 a.C. y no concluiría hasta el año 19 a.C. En términos generales, esto supondrá un proceso de romanización temprano en términos históricos, lo cual explica el conservadurismo del latín hablado en el territorio. 

La sustitución de las lenguas autóctonas por la lengua latina tuvo su comienzo con la inclusión en el ejército imperial de mercenarios autóctonos que, al licenciarse, recibían la ciudadanía romana y comenzaron a asentarse en territorios de la Bética y la Tarraconensis formando colonias que adoptando el modo de vida romano.

En el resto de la Península el proceso fue mucho más lento y la romanización no sería completa hasta el siglo I a.C. manteniéndose durante un amplio periodo de tiempo una situación diglósica que comenzaría a remitir con la generalización del cristianismo.

Recordemos, no obstante, que el latín que se asienta en la Península es su variedad oral, es decir, el latín vulgar con todas sus peculiaridades diastráticas y diatópicas. En esencia, el castellano, como el resto de lenguas romances peninsulares, heredará de esta lengua la mayor parte de su sistema fonológico y su estructura gramatical.

miércoles, 10 de enero de 2018

El origen e influencias en el castellano: lenguas de substrato



Como el gallego, el portugués o el catalán, el castellano es el resultado de la evolución en la Península Ibérica del latín vulgar. No obstante, la situación actual del idioma es el resultado de una serie de condicionantes socio-políticos. En su expansión hacia el Sur durante la denominada Reconquista el castellano ocupó mucho más territorio que las otras variedades romances peninsulares. 

Influencia de lenguas prerromanas

Con anterioridad a la conquista de la Península Ibérica por las tropas del Imperio Romano las lenguas preindoeuropeas habladas en el territorio fueron paulatinamente sustituidas por variedades indoeuropeas. Hoy en día no podemos establecer con absoluta certidumbre cuándo estas lenguas se asentaron en la Península pero los datos de carácter arqueológico parecen apuntar a que los primeros asentamientos de estos pueblos datarían, aproximadamente del siglo XV a.C.

En todo caso, sobre lo que sí no tenemos dudas es que cuando da comienzo la romanización en la Península todavía existían comunidades lingüísticas de habla preindoeuropea.

Entre estas comunidades estarían los íberos, pueblo que contaba con una lengua que hoy en día todavía sigue sin ser plenamente comprendida. 

Igualmente, los íberos contaban con un arte significativamente evolucionado y una escritura de base fenicia y alfa-silábica. Encontramos rastros de esta lengua en ciertos topónimos que incluyen el prefijo “il-”

También tiene un origen preindoeuropeo el vasco. Esta lengua recibirá un tratamiento más detallado más adelante pero por el momento apuntemos como influencias de esta lengua en el castellano la presencia de determinados vocablos como “izquierda” o “chaparro”. Más controvertido es el influjo fonético que provocaría la desaparición en castellano de la “F.-” inicial latina.

Entre los pueblos indoeuropeos asentados en el territorio peninsular con anterioridad a la llegada de los romanos destacaremos aquellas comunidades de origen celta o paracelta. Las lenguas habladas por estos habitantes dejarían evidentes muestras en nuestra onomástica, epigrafía y toponímia. Así, los topónimos que presentan el prefijo “seg- “ o el sufijo “-briga” tendrían esta procedencia.

Igualmente, se considera que será este substrato lingüístico el que condicionará la sonorización de las consonantes intervocálicas sordas así como la evolución del grupo consonántico latino “-KT-” a “-it-”. 

No obstante, es preciso señalar que en el estudio de las lenguas de substrato nos movemos en todo caso en el campo de las hipótesis. Carecemos ciertamente de datos y pruebas concluyentes que permitan establecer el carácter irrefutable de las aseveraciones aquí realizadas.

Lingüísticas de uso




El repaso a las principales corrientes lingüísticas actuales no estaría completo sin hacer mención a todo un conjunto de estudios de carácter lingüístico o paralingüístico que han establecido toda una serie de presupuestos teóricos especialmente relevantes a la hora de desarrollar el citado paradigma comunicativo de las ciencias lingüísticas.

El repaso que a continuación se presenta no deja de ser una breve reseña de estas teorías y su pretensión, obviamente, es de carácter orientativo.

Teoría de la enunciación

Benveniste propondrá sistematizar el estudio de los procesos que entran en juego a la hora de realizar enunciados. Esto pasa, principalmente, por establecer cuáles son los condicionantes que determinan las elecciones lingüísticas que realiza el emisor a la hora de crear sus enunciados. Así, se preguntará cómo influye el propio emisor, la naturaleza del destinatario y el contexto físico, es decir, el cuándo y el dónde, en la construcción de un enunciado.

Actos de Habla

Debemos a Austin, Como hacer cosas con palabras, la enunciación original de la teoría de los actos de habla. En su concepción, puntualizada más tarde por Shearly, un acto de habla supondría la emisión de una señal en un contexto comunicativo concreto con la intención de llevar a cabo los fines de ese acto comunicativo.

Dentro de un acto de habla canónico podemos distinguir un acto locutivo, que se corresponde con el proceso mismo de la emisión de una señal coherente en un universo discursivo dado; un acto ilocutivo, que se correspondería con la intención con la cual se emite la señal y, por último, un acto elocutivo que, solo reconocible en el efecto elocutivo, se correspondería con el efecto producido por el acto locutivo.

Principio de cooperación

Apunta Grice que cuando nos comunicamos partimos de la base de que nuestros interlocutores se comportarán de manera cooperativa. Esto implica que existen una serie de máximas de cooperación conversacional que posibilitan, de hecho, que se lleve a cabo un intercambio comunicativo: estas máximas son las de cantidad, cualidad, relación y manera.

Etnografía de la comunicación

Para Gumperz y Hymes cuando nos comunicamos estamos poniendo en marcha comportamientos y, de este modo, la lengua constituye tanto una herramienta de comunicación como un elemento propio para la interacción social. 

En algunas ocasiones estos comportamientos pueden encontrarse altamente ritualizados, como los saludos, las ceremonias o las celebraciones. Esto implica que serán comportamientos lingüísticos que pueden ser estudiados. Así, la etnografía de la comunicación considerará que en la medida que los hablantes dominen estos comportamientos se mostrarán competentes comunicativamente.

martes, 9 de enero de 2018

Estudios lingüísticos de carácter comunicativo



Es posible rastrear el origen de las propuestas metodológicas de las distintas corrientes del paradigma comunicativo en los trabajos previos de autores como Jespersen, Bühler, Sapir o Tesniere. 

Dentro de este paradigma repasaremos de manera somera las aportaciones realizadas por la lingüística del texto, la pragmática lingüística y el análisis del discurso.

La lingüística del texto

La lingüística del texto tiene como principal objetivo el estudio interno del texto y de sus mecanismos constructivos: la cohesión y la coherencia. En esencia, aplicará la metodología subyacente a la teoría generativa a un marco superior a la oración, en este caso al texto.

De este modo, en todo texto se distinguirá una estructura profunda, que se correspondería con la planificación del texto, gobernada por los mecanismos de coherencia, y una estructura superficial, que implica la plasmación, en el plano lingüístico, de la estructura profunda.

Para T.van Dijk, La ciencia del texto, existiría una competencia de carácter textual, la cual consistiría en interiorizar cómo funcionan los distintos tipos de textos, es decir cómo se generan las distintas superestructuras.

Para Dijk en la estructura profunda se habilitan tanto una macroestructura, esto es una proposición de carácter general, como un conjunto de microestructuras que concretarán de manera detallada en cada uno de los elementos de base lingüística que se emplean en el texto la proposición general indicada, es decir, la macroestructura se concreta en diferentes microestructuras que serán gobernadas por las reglas y mecanismos de coherencia.

Tanto la macroestructura como las microestructuras se actualizarán en una superestructura que implica un determinado orden en que los enunciados se organizan para crear un tipo de texto concreto. La generación de las diferentes superestructuras estará gobernada por las reglas y mecanismos de cohesión.

Debemos a J.M. Adam la clasificación de las diferentes superestructuras dando lugar a un conjunto de secuencias prototípicas denominados tipologías textuales. Dentro de las diferentes tipologías textuales establecidas por Adam tendríamos la textos narrativos, descriptivos, expositivos, argumentativos y dialógicos.

Pragmática lingüística

Afirmará María Victoria Escandell, Introducción a la Pragmática, que esta disciplina no es distinta a la ciencia lingüística. Desde su punto de vista se trata de una manera distinta de enfrentarse a un mismo problema: el lenguaje.

Así, la pragmática lingüística se enfrentará al texto, unidad lingüística superior, desde una perspectiva externa. De este modo podemos definir la pragmática como la ciencia que se dedica a estudiar todo lo que significa en un texto menos la semántica. Esto supondría que el significado real de un texto, su sentido, es la suma del significado semántico, derivado de la utilización de signos lingüísticos, y del contexto, objeto último del estudio pragmático.

El estudio pragmático centrará por lo tanto su atención en aquellos factores que determinan el contexto: la intención del emisor, la situación en la que se produce el acto comunicativo, los roles de cada uno de los participantes en ese acto, el efecto que produce y el canal empleado para llevar a cabo el acto comunicativo. 

No obstante, la pragmática no puede prestar atención a todo aquello que de manera general constituye el contexto. La pragmática se centrará solamente en aquello que resulte relevante desde un punto de vista comunicativo.

Análisis del discurso

La intención del análisis del discurso es contextualizar el texto tanto desde una perspectiva interna como externa. Esto implicará que se centrará tanto en los aspectos textuales como en los aspectos sociales que justifican la elección de un determinado enunciado.

Esta pretensión implica afrontar el estudio del texto desde una perspectiva interna, atendiendo a su propiedades, estructuras y secuencias. Esto, le acercaría al ámbito de estudio de la lingüística del texto.

No obstante, el análisis del discurso implica también enfrentarse al texto desde una perspectiva externa, intentando identificar las relaciones que el texto establece con los los diferentes géneros textuales, la situación en la que se produce el acto comunicativo o los diferentes usos de la lengua. Como vemos, en este punto los planteamientos del análisis del discurso se aproximan a los de la pragmática lingüística.

La lingüística formal en la primera mitad del siglo XX: estructuralismo y generativismo



Todo un conjunto de escuelas lingüísticas seguirán la senda abierta por Ferdinand de Saussure. Todas ellas tendrán en común la aceptación, con mayor o menor rigor de los denominados rasgos de la lingüística saussereana

De manera general es dado distinguir entre aquellas escuelas que se pueden incluir dentro del estructuralismo, ya sea el americano o el europeo, y las diferentes versiones que desde la década de los cincuenta del pasado siglo habría de presentar la Gramática Generativa. 

Estructuralismo

Con sus variantes, todas las escuelas que citaremos a continuación consideran que la lengua es un constructo social de carácter convencional.

Escuela de Ginebra: reunirá a los herederos directos de las enseñanzas de Saussure. Entre las figuras más destacadas del grupo podemos citar a los dos alumnos encargados de recopilar las notas tomadas en sus clases, Ch. Bally y Schehaye. El primero de estos autores se centrará en la aplicación sistemática de los principios estructuralistas al estudio de la literatura sentando así las bases de la estilística. Por su parte, Schehaye profundizará en los estudios gramaticales.

Círculo lingüístico de Praga: los estudiosos de esta escuela se ocuparán de desarrollar los estudios literarios partiendo de planteamientos de carácter estructuralista, como haría Roman Jakobson, al tiempo que sentarían las bases de una fonología y una fonética estructural donde, como señalara Trubezkoy, cada elemento del sistema fonológico se definiría por una serie de rasgos privativos que entran en oposición con los rasgos de otros elementos.

Glosemática: será el lingüista danés Louis Hjemslev quien, partiendo de la dicotomía entre significante y significado, establezca la distinción entre plano de la expresión y plano del contenido. Así, en cada uno de estos planos, que reflejarán, a grandes rasgos, la distinción planteada por Saussure entre las dos caras del signo lingüístico, distinguirá una sustancia y una forma. Desde su planteamiento, radicalmente inmanentista, la lingüística debe ocuparse únicamente del estudio de la forma, es decir, de la organización precisa de la la sustancia no lingüística para generar formas lingüísticas dadas.

Estructuralismo americano: las ideas que configuran el estructuralismo de manera general recibirán un tratamiento singular fuera de las fronteras europeas. Surgirá de este modo un estructuralismo americano que contará con su propia especificidad. Entre las corrientes más destacadas que podemos incluir dentro del estructuralismo americano estarían el mentalismo de Sapir y el conductismo de Bloomfield. 

Para el primero de estos autores la lengua, que es una institución humana de carácter social, colaborará activamente en la configuración del pensamiento.

Por su parte Bloomfield partirá del conductivismo para explicar el lenguaje como una reacción, de carácter lingüístico, a una acción de carácter extralingüístico. Igualmente, bajo su punto de vista, el significado lingüístico es un componente difícilmente objetivable y, consecuentemente, será relegado de los estudios lingüísticos.

Generativismo 

Dentro del paradigma formal, pero en oposición a las corrientes estructuralistas, debemos situar a partir de la década de los cincuenta del pasado siglo a los estudios de carácter generativista. Siendo abundantes las divergencias que separan a las diversas versiones del generativismo de los estudios lingüísticos estructuralistas, la más destacada guarda relación con la concepción social o individual del lenguaje. En este sentido, mientras los estructuralistas consideraban que la lengua era un constructo de carácter social el generativismo considerará que la lengua tiene un carácter básicamente individual.

Para esta corriente el lenguaje es una capacidad innata del ser humano que le capacita para expresarse en una lengua concreta, es decir, el ser humano está biológicamente preparado para desarrollar una competencia lingüística.


Esta competencia se desarrollará mediante la interiorización de una serie de reglas lingüísticas. Una vez interiorizadas el hablante podrá generar un número a priori infinito de mensajes que se concretarán en una actuación lingüística.

En una segunda versión, estas reglas interiorizadas crearán la estructura profunda de la lengua. Será la aplicación de una serie de reglas de carácter transformacional lo que le permitirá al hablante generar un conjunto de enunciados gramaticalmente aceptables que conformarán la estructura superficial de la lengua.

De este modo, desde el punto del generativismo, la lengua es innata, tiene un carácter productivo, es creativa y cuenta con la oración como unidad máxima.