Como el gallego, el portugués o el catalán, el castellano es el resultado de la evolución en la Península Ibérica del latín vulgar. No obstante, la situación actual del idioma es el resultado de una serie de condicionantes socio-políticos. En su expansión hacia el Sur durante la denominada Reconquista el castellano ocupó mucho más territorio que las otras variedades romances peninsulares.
Influencia de lenguas prerromanas
Con anterioridad a la conquista de la Península Ibérica por las tropas del Imperio Romano las lenguas preindoeuropeas habladas en el territorio fueron paulatinamente sustituidas por variedades indoeuropeas. Hoy en día no podemos establecer con absoluta certidumbre cuándo estas lenguas se asentaron en la Península pero los datos de carácter arqueológico parecen apuntar a que los primeros asentamientos de estos pueblos datarían, aproximadamente del siglo XV a.C.
En todo caso, sobre lo que sí no tenemos dudas es que cuando da comienzo la romanización en la Península todavía existían comunidades lingüísticas de habla preindoeuropea.
Entre estas comunidades estarían los íberos, pueblo que contaba con una lengua que hoy en día todavía sigue sin ser plenamente comprendida.
Igualmente, los íberos contaban con un arte significativamente evolucionado y una escritura de base fenicia y alfa-silábica. Encontramos rastros de esta lengua en ciertos topónimos que incluyen el prefijo “il-”
También tiene un origen preindoeuropeo el vasco. Esta lengua recibirá un tratamiento más detallado más adelante pero por el momento apuntemos como influencias de esta lengua en el castellano la presencia de determinados vocablos como “izquierda” o “chaparro”. Más controvertido es el influjo fonético que provocaría la desaparición en castellano de la “F.-” inicial latina.
Entre los pueblos indoeuropeos asentados en el territorio peninsular con anterioridad a la llegada de los romanos destacaremos aquellas comunidades de origen celta o paracelta. Las lenguas habladas por estos habitantes dejarían evidentes muestras en nuestra onomástica, epigrafía y toponímia. Así, los topónimos que presentan el prefijo “seg- “ o el sufijo “-briga” tendrían esta procedencia.
Igualmente, se considera que será este substrato lingüístico el que condicionará la sonorización de las consonantes intervocálicas sordas así como la evolución del grupo consonántico latino “-KT-” a “-it-”.
No obstante, es preciso señalar que en el estudio de las lenguas de substrato nos movemos en todo caso en el campo de las hipótesis. Carecemos ciertamente de datos y pruebas concluyentes que permitan establecer el carácter irrefutable de las aseveraciones aquí realizadas.
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