Resulta ya común delimitar el comienzo de la lingüística moderna con la publicación, en 1916 del Curso de lingüística general de Ferdinand de Saussure. Con anterioridad a este hito solo podríamos hablar, con propiedad, de estudios sobre el lenguaje. Durante este periodo previo el lenguaje será estudiado como una herramienta supeditada a un fin mayor, ya sea el estudio de la psique humana o la proyección social del lenguaje.
Posteriormente, tras los trabajos de Friedrich August Wolf en el siglo XVIII, la filología experimentará una progresiva evolución que, especialmente en el siglo XIX, le llevará a centrarse en el estudio diacrónico de las lenguas y en su clasificación tipológica.
Con la publicación del Curso el lenguaje se convertirá en un objeto científico válido por sí mismo con lo que se inicia, con propiedad, el estudio científico del lenguaje.
Más adelante estudiaremos con mayor detalle la figura de Ferdinand de Saussure así como los aportes que realizara al desarrollo de la lingüística. No obstante, llamemos un momento la atención sobre una de las dicotomías planteadas por el profesor ginebrino.
Efectivamente, Saussure diferenciará claramente entre lengua, lo esencialmente lingüístico, y el habla, la manifestación concreta de una lengua. Esta distinción entre Langue y Parole, en la terminología saussureana, se encuentra en la base de la posterior evolución de la ciencia lingüística.
Así, en un principio los estudios lingüísticos se centrarán en el estudio del sistema, es decir, en lo que Saussure denominó lengua. Con esto se dará comienzo al denominado paradigma formal de la lingüística, dentro del cual sería dado incluir al estructuralismo, tanto europeo como americano y, al menos desde los años cincuenta, a las diferentes variantes de la Gramática Generativa.
De este modo, todas aquellas corrientes que se pueden agrupar bajo el paradigma formal compartirán un conjunto de presupuestos teóricos. Todas ellas se centrarán en el estudio inmanente del sistema lingüístico prescindiendo del análisis del uso y desatendiendo, consecuentemente, la actividad lingüística de los hablantes. De igual modo, considerarán que la función primordial del lenguaje es la expresión del pensamiento y reconocerán en la oración la unidad máxima de la lengua.
Frente a este paradigma formal, a partir de los años sesenta, surgirán todo un conjunto de corrientes que centrarán su atención en el uso de la lengua. Se tratan de disciplinas lingüísticas que afrontan el estudio del lenguaje desde presupuestos no inmanentistas y que, partiendo del convencimiento de que la función básica del lenguaje es la de comunicar, prestarán especial atención a la actividad lingüística de los usuarios en un contexto comunicativo donde la unidad de análisis máximo ya no será la oración si no el texto.
Todas estas corrientes lingüísticas como la Pragmática o la Lingüística del texto conformarán el denominado paradigma comunicativo de la lingüística.
Pese a las evidentes discrepancias que es dado descubrir entre ambos paradigmas somos de la opinión, junto a Enrique Bernárdez, Introducción a la lingüística del texto, de que ambas posturas no son contradictorias. Tal y como señala Bernárdez, ambos paradigmas responden a la evolución de la ciencia. Así, cuando en cualquier disciplina las posibilidades interpretativas que proporciona el análisis inmanente se agotan, esta establece relaciones externas que le permitan avanzar en la comprensión del fenómeno objeto de estudio.
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