La llegada del positivismo filosófico también influyó en el
desarrollo de la concepción de los géneros literarios. Así, para
Brunetiere, La evolución de los géneros en la historia de la
literatura, los géneros se comportarán como organismos vivos.
Esta visión, eminentemente deudora de la Teoría de la evolución de
las especies de Ch. Darwin, implica que los géneros nacerán, se
desarrollarán y terminarán desapareciendo, ya sea al ser
sustituidos por otro nuevo género o por transformarse, al
evolucionar, en otro nuevo género.
En el caso del denominado formalismo ruso, la cuestión de los
géneros literarios será estudiada desde diferentes perspectivas.
Sklovski considera que toda nueva forma literaria surgirá dentro de
un género instituido de manera canónica por una tradición
literaria determinada por las circunstancias socio-culturales.
Por su parte, Roman Jakobson aplicará a la clasificación de los
géneros su teoría sobre las diferentes funciones del lenguaje,
concluyendo que en cada uno de los géneros canónicos predomina,
además de la función poética, una función determinada. Así, en
la lírica predominará la función expresiva, la función apelativa
en el teatral y la función representativa en la épica.
Finalmente, Boris Tomachevski considerará que los géneros
constituyen un eficiente sistema clasificador basado en la identidad
formal de las obras. Esto le llevará a concluir que en cada obra
existen una serie de rasgos dominantes que son los que se encargan de
abscribir esa obra a un género concreto. Por otro lado, en toda obra
también es posible descubrir una serie de rasgos personales, propios
de cada autor. Estos rasgos, en la medida en que resulten originales
e innovadores, podrán ser imitados por otros autores y, si esta
reiteración conduce a la institucionalización, pueden llegar a
convertirse en rasgos dominantes de otro género.
Esta forma de entender los géneros llevará a Tomachevski a
concluir que los géneros evolucionan en la medida en que una obra
maestra triunfa y es imitada por otra segunda obra maestra que,
reiterando los citados rasgos personales, permite a ese modelo
institucionalizarse como género o subgénero literario.
En esta visión de los géneros jugará un papel crucial la
dialéctica marxista. Los géneros tendrán una relación evidente
con las circunstancias históricas y su evolución estará
determinada por la lucha que los géneros centrales, aquellos
aceptados como canónicos en un determinado momento histórico,
entablan con los géneros periféricos, no incluidos en ese canon,
que buscan convertirse en géneros centrales.
Dentro de la denominada new criticism Northrop Frye considera que lo
interesante, antes de hablar de géneros literarios, es considerar el
tipo de relación comunicativa que se entabla entre el emisor y el
receptor de una obra literaria. Por este motivo Frye prefiere hablar
de esferas de representación y no de géneros. Así distingue entre
epos, en la que, como en la recitación, el autor y el receptor deben
estar presentes; el drama, donde son los personajes los que se hacen
presentes ante el público; la lírica, donde el autor se muestra
directamente sin la necesidad de que el lector se muestre; y la
ficción, donde el emisor se oculta completamente al receptor.
Inscritos en la misma corriente teórica podríamos incluir a Wellek
y Warren. Para estos autores lo interesante de los géneros es
aquella que se deriva de su estudio desde una perspectiva pragmática.
Cuando el lector se enfrenta a una obra literaria encontrará placer
en el acto lector cuando descubra una verdad y logra reconocer
determinados patrones estilísticos. Estos patrones, conformados por
los géneros, son los que debe manejar el autor para lograr el
equilibrio entre el aburrimiento y la novedad intelegible.
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