El siglo de las luces
El siglo
XVIII ha sido denominado tradicionalmente como Siglo de las Luces.
Este apelativo le será aplicado, principalmente, por al predominio
del intelecto y la razón.
Con su
origen en Francia, surgirá un movimiento político, filosófico y
cultural que recibirá el nombre de Ilustración. Las bases de este
movimiento, la razón y el empirismo, procurarán desterrar la
tradición como elemento vertebrador de la vida humana. La Razón,
escrita en mayúsculas, se convertirá en una herramienta que
permitirá la mejora continua del hombre, lo que implicaría la
puesta en marcha de una serie de reformas que, surgidas desde los
sectores hegemónicos de la sociedad, perseguirían la dignificación
del ser humano en aras de la felicidad y la libertad.
Este
proceso, resultado de a crisis de la conciencia europea que da
comienzo a fines de siglo XVII, implicará así en lo político la
separación del poder legislativo del judicial así como del estado
de la iglesia. En lo social, la burguesía experimentará un
pogresivo crecimiento y surgirá una filosofía de la felicidad
basada en la educación del hombre.
Paralelamente,
un renovado optimismo, favorecido por la bonanza económica que
experimenta todo el continente, centrará toda su fe en las
capacidades del hombre. El conocimiento deja de tener límites y se
hace necesario aplicar el mismo a todos los ámbitos de la
existencia. Una buena muestra de esta concepción del saber resulta
la Enciclopedia de D´Alambert y Diderot, la cual pretende
reunir en un solo texto todo el conocimiento de la humanidad.
De este
modo, Francia extenderá durante este periodo su hegemonía política
y cultural al resto de Europa. Este predominio, que alcanza incluso
el trono hispano donde un Borbón de origen francés, Felipe V, se
ceñirá la corona, supuso que el clasicismo literario francés del
siglo XVII, el cual perdurará a lo largo de todo el siglo XVIII, se
convirtiera en el modelo estético de todo el continente.
Surge de
este modo el denominado Neoclasicismo, un movimiento artístico que
promulgará el regreso a los principios estéticos del arte clásico.
Se buscarán así modelos genéricos que resulten representativos y
que se conviertan en universales estéticos, huyendo consecuentemente
de las temáticas personales o nacionales.
El
predominio de la razón, sintetizado magistralmente en el adagio
latino “sapere aude!” se extenderá también al ámbito de la
literatura. Esta será sometida a normas fijas dictaminadas por las
Academias y un amplio conjunto de preceptivas que surgirán a lo
largo del siglo. Dentro de nuestras fronteras la creación de la Real
Academia de la Lengua Española en 1713 o la publicación de la
Poética de Ignacio Luzán
son un buen ejemplo de esta tendencia.
Precisamente
en el texto preceptivo escrito por Luzán se establece que la
literatura debe estar atenta al buen gusto, un concepto especialmente
productivo durante este periodo. El buen gusto implica tanto el
acomodo del arte a la naturaleza como la búsqueda intencionada del
equilibrio y la armonía “in medio consistit virtus”.
No
obstante, la existencia de una Ilustración hispana continúa hoy en
día resultando polémica. Para algunos autores, como por ejemplo
Subirats, La ilustración insuficiente, en
España no existió realmente Ilustración.
Con
todo no es posible negar que, aún atemperados, a nuestras fronteras
llegaron ciertas ideas ilustradas. Si estas no llegaron a arraigar
fue porque dentro de nuestras fronteron debieron enfrentarse con no
pocos problemas.
España
contaba con una sociedad atrasada en muchos ámbitos. Como apunta
Aguilar Piñal, Los comienzos de la crisis de la
universidad en España, la
universidad continuará con un modelo escolástico alejado de las
innovaciones científicas que inudaban el resto de Europa.
Igualmente, la doble censura a la que se encontraban sometidos los
escritores, la inquisitorial y la gubernativa, impedía la difusión
de las nuevas ideas. Por último, la iglesia conservará en el siglo
XVIII todo su poder imponiendo una serie de principios religiosos y
morales derivados del concilio de Trento que se oponían
diametralmente al ideario ilustrado
No hay comentarios:
Publicar un comentario