A
principios del siglo XVI irán madurando diferentes tipos de
manifestaciones del arte escénico que colaborarán a preparar el
camino para que, a finales de la centuria, se produzca la revolución
teatral que ha dado en denominarse como Comendia nueva o Teatro
nacional.
Así,
al comenzar el siglo, tres serán las vetas que han de alimentar el
género dramático. Por un lado, como continuación del teatro que
venía realizándose durante las últimas centurias, encontraremos un
teatro de carácter religioso. Este teatro, vinculado a las
festividades religiosas, especialmente a la de Corpus, comenzó a
realizarse en espacios públicos sobre las tablas de carromatos. Su
éxito provocaría, como veremos, que surgieran todo un grupo de
profesionales vinculados a estas representaciones y,
consecuentemente, la necesidad de ampliar el margen temporal de estos
espectáculos.
Por
otro lado, surgirá un teatro universitario o escolar. Estas obras,
que tan caras resultarían a los miembros de la Compañía de Jesús,
solían representarse en latín y tenían una temática de carácter
culto.
Finalmente,
contaríamos con un teatro cortesano. Este tipo de representaciones,
vinculadas a los salones palaciegos, comenzarían como momos o
simples recitaciones con escaso desarrollo espectacular para ir
acrecentando su carga dramática.
La
evolución de todos estos caminos, en especial del primero de ellos,
provocó que el teatro saliera de los salones palaciegos y
universitarios al tiempo que descendía de los carros o, mejor dicho,
sustituyese los carros por las tablas más o menos estables de los
corrales de comedias. Las compañías encargadas de las
representaciones religiosas se profesionalazarán y procurarán dotar
de mayor regularidad sus representaciones. Capital en esta evolución
será la aparición de importantes creadores teatrales como Torres
Naharro, Juan de la Cueva o Lope de Rueda. A estos autores cabría
añadir la llegada desde Italia de toda una serie de representantes
que introducirán en nuestra tradición dramaturgia aspectos propios
de la “comedia del arte”.
Por
otro lado, las compañías procurarán disponer de espacios fijos que
asegurarán la estabilidad de su trabajo. Al mismo tiempo, las
instituciones piadosas y los hospitales benéficos vieron en la
explotación de estas representaciones una prometedora fuente de
ingresos. Surgirán así los denominados corrales de comedias:
espacios teatrales de carácter permanente que se instalaron en las
corralas de vecinos de las principales ciudades y cuya explotación
corría a cargo de las instituciones anteriormente mencionadas.
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